Washington. Hace nueve meses, el presidente de Estados Unidos Joe Biden sancionó una ley bipartidista sobre armas, la respuesta legislativa más significativa a la violencia armada en décadas.

“Se salvarán vidas”, aseguró en la Casa Blanca.

La ley ya ha impedido que algunas personas potencialmente peligrosas posean armas, pero desde que Biden sancionó esa ley, a mediados del año pasado, el número de matanzas en Estados Unidos ha aumentado. Cinco muertos en un club nocturno en Colorado. Once muertos en un salón de baile en California. Y hace apenas una semana, tres niños de nueve años y tres adultos fueron muertos a tiros en una escuela primaria en Nashville, Tennessee.

Al día siguiente de esa matanza, el tono de Biden fue notablemente menos optimista que en la ceremonia donde firmó la ley.

“En el nombre de Dios, ¿qué estamos haciendo?”, preguntó el martes al reclamar la prohibición de las llamadas armas de asalto como las utilizadas para matar en la escuela Covenant de Nashville. “Se paga un precio moral por la inacción”, agregó.

Biden y otros calificaron la ley bipartidista del año pasado —aprobada en las semanas siguientes a la masacre de 19 niños y dos adultos en una escuela en Uvalde, Texas— como un nuevo paso hacia adelante.

A varios meses de aprobada, la ley ha registrado algunos éxitos: las averiguaciones de antecedentes por el Negociado federal de Investigaciones (FBI, en inglés) han impedido las ventas a 119 compradores menores de 21 años; han aumentado los juicios a vendedores no autorizados y hubo acusaciones de tráfico de armas en al menos 30 casos en diversos lugares del país. Se han invertido millones de dólares en servicios de salud mental para niños y escuelas.

Sin embargo, la persistencia de las masacres pone de manifiesto los límites de la acción legislativa. Dado que fue producto de un acuerdo entre los partidos, la ley no respondió a muchas prioridades demócratas como la averiguación universal de antecedentes o la prohibición de las “armas de asalto” que reclama Biden.

Ahora, tras el tiroteo a mansalva en Nashville, el Congreso parece haber caído en el impasse de siempre. Uno de los principales negociadores republicanos de la ley, John Cornyn, ha dicho que difícilmente se llegará a un nuevo acuerdo. En la cámara, la mayoría republicana es partidaria de reducir las restricciones, no aumentarlas.

A una pregunta el jueves sobre cuáles serían los próximos pasos, el presidente republicano de la cámara, Kevin McCarthy, dijo que las leyes por sí solas no bastan para resolver el problema de la violencia armada. Aseguró que los estadounidenses deben pensar en las enfermedades mentales y otros factores que la impulsan.

Por su parte, el líder de la minoría demócrata, Hakeem Jeffries, dijo que el Congreso debe “actuar con la urgencia audaz del momento”.