Wilton Manors, Florida. Cuando Alicia Griggs sale de su casa en un suburbio de Fort Lauderdale, la nueva especie invasora de Florida pasa dando brincos por la calle: conejos cabeza de león.

Los conejos, que tienen una llamativa melena larga en la cabeza, quieren la comida que lleva Griggs. Ella es también su mejor oportunidad de sobrevivir y trasladarse al lugar donde debe estar esa raza domesticada: dentro de las casas, lejos de los autos, los gatos, las rapaces, el calor de Florida y, quizá, exterminadores contratados por el gobierno.

Griggs lidera los esfuerzos de reunir los entre 20,000 y 40,000 dólares que costaría que un grupo de rescate capture, esterilice, vacune, acoja y después regale los entre 60 y 100 conejos que ahora viven en Jenada Isles, una población de 81 viviendas en Wilton Manors.

Son descendientes de un grupo que liberó ilegalmente una mujer que los criaba en su jardín cuando se trasladó hace dos años.

“De verdad necesitan ser rescatados. De modo que hemos intentado que la ciudad lo haga, pero sólo dan largas”, dijo Griggs. “Creen que si lo hacen, tendrán que librarse de las iguanas y todo lo demás que la gente no quiere tener por medio”.

Monica Mitchell, cuya organización East Coast Rabbit Rescue probablemente dirigiría la operación, dijo que capturar, atender y encontrar hogares para ellos “no es un proceso sencillo”. Pocos veterinarios atienden conejos y muchos posibles dueños se echan atrás al descubrir cuánto trabajo requieren los animales. Griggs se mostró de acuerdo.

“La gente no se da cuenta de que son mascotas exóticas y son complicadas. Tienen un sistema digestivo complicado y tienen que comer una dieta especial”, explicó Griggs, que es agente de bienes raíces. “No se les puede simplemente echar unas sobras de comida”.

Wilton Manors ha dado un tiempo a Griggs y otros partidarios del plan para que recauden el dinero y reubiquen a los conejos en lugar de exterminarlos, aunque la comisión municipal aprobó hacer eso mismo en abril tras recibir un presupuesto de 8.000 dólares de una compañía.

La votación se celebró después de que algunos vecinos se quejaran de que los conejos hacen agujeros, muerden cables exteriores y dejan excrementos en veredas y caminos. Los comisarios municipales también temen que los animales puedan expandirse a poblaciones y ciudades vecinas y se conviertan en un peligro de tráfico si se aventuran a calles importantes.

“La seguridad de esta población de conejos es de gran importancia para la ciudad, y cualquier medida en la que nos impliquemos se asegurará de que estos conejos se dejan en manos de gente con vocación para prestarles los cuidados y el afecto necesario a estos conejos”, dijo en un comunicado el jefe de policía, Gary Blocker.

La Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida, que a menudo hace batidas para sacrificar a especies invasivas, ha dicho a la localidad que no intervendrá. Los conejos no plantean una amenaza inmediata para la vida silvestre.

Los conejos de cabeza de león no son la única especie invasiva que da dolores de cabeza o algo peor a los habitantes de Florida. Las pitones de Birmania y los peces león matan especies nativas. Los caracoles africanos gigantes se comen el estuco de las paredes y portan enfermedades humanas. La iguanas destruyen jardines. Como los conejos cabeza de león de Wilton Manors, esas poblaciones comenzaron cuando alguien los soltó de forma ilegal.

Pero a diferencia de esas especies, los conejos cabeza de león no han encontrado un entorno propicio en Florida. En lugar de los 7 o 9 años que viven en condiciones adecuadas, sus vidas al aire libre son brutales, duras y cortas.

Su denso pelaje hace que se sobrecalienten en el verano de Florida y su falta de miedo les hace vulnerables a los depredadores. Comer en los pastos no es una dieta sana para ellos. Sus enfermedades se quedan sin tratar. Necesitan dueños.

“Los (conejos) domesticados liberados en el entorno no están equipados para prosperar por su cuenta”, explicó Eric Stewart, director ejecutivo de la Asociación Estadounidense de Criadores de Conejos. La criadora que los liberó debería ser procesada, afirmó, un recurso que la ciudad no ha empleado.

La colonia de Wilton Manors sobrevive y crece sólo porque los animales crían como los conejos que son. Las hembras tienen camadas de entre dos y seis gazapos cada mes, a partir de los tres meses.

En una mañana reciente en Jenada Isles, grupos de dos a diez conejos brincaban por calles y jardines, los más valientes acercándose a visitantes y vecinos en busca de golosinas.

Un gran grupo se reunía en el camino de la casa de Gator Carter, que les deja comida. Los conejos llevan alegría al vecindario, dijo, y a sus dos nietos pequeños les encanta darles zanahorias.

“La gente pasa, se para, los adora, los alimenta”, dijo Carter. “No me molestan. Tenemos un par de (propiedades en) Aribnb aquí en la isla y a la gente le encanta que los conejos se les acerquen tanto”.

Pero Jon King dijo que quiere que los conejos desaparezcan pronto. Excavan en su jardín y ha gastado 200 dólares en reparar las luces exteriores después de que causaran daños en los cables. Compró repelente de conejos, pero no funcionó, y su pequeño perro no les asusta. “Es su mejor amigo”, comentó.

“Cada mañana me levanto y lo primero que hago es tapar los agujeros y echarlos del jardín. Me gustan, sólo querría que se fueran a otro sitio”, dijo King. “Un rescate sería estupendo”.