Washington. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, confirmó este lunes que por orden suya el Gobierno estadounidense mató al líder de Al Qaeda Ayman al Zawahri en una operación antiterrorista llevada a cabo por un dron en Kabul (Afganistán) durante el fin de semana.

En una comparecencia televisada desde el balcón de la Sala Azul de la Casa Blanca a última hora del lunes, Biden dijo que con la muerte de al Zawahri “se ha hecho justicia” y que el mundo ya no debe temer a este “asesino despiadado y constante”.

El mandatario se dirigió a “todos aquellos alrededor del mundo que quieren dañar a Estados Unidos” y les aseguró que su país permanecerá siempre alerta y listo para actuar cuando se trate de defender la seguridad de los ciudadanos estadounidenses.

Al Zawahri fue asesinado en la mañana del domingo en una residencia de Kabul, concretamente a las 6.18 hora local, cuando se encontraba en el balcón de la residencia en que se alojaba y un dron le disparó dos misiles Hellfire.

Según la Casa Blanca, únicamente el líder de Al Qaeda falleció en la operación, y no hubo ningún daño colateral, ni tan siquiera los miembros de su familia que con él se alojaban, algo en lo que el propio Biden había insistido en varias ocasiones y que había puesto como una de las condiciones para proceder con el ataque.

La autorización de Biden se produjo unos días antes del ataque, el lunes 25 de julio, tras varias semanas de reuniones con su cúpula militar y de inteligencia.

La inteligencia estadounidense llevaba meses confirmando por vía de múltiples fuentes y de distintos métodos que efectivamente era Ayman al Zawahri quien residía en esa casa, de la que nunca salía y únicamente quedaba expuesto cuando se encontraba en el balcón.

Según indicó en una llamada con periodistas una alta funcionaria del Gobierno estadounidense llegó a tener “un grado de confianza alto” de que al Zawahri vivía en esa casa de Kabul.

El líder de Al Qaeda se trasladó a la capital afgana junto a su familia a principios de este año procedente de Pakistán y, de acuerdo con la Casa Blanca, el septuagenario todavía constituía una amenaza para los ciudadanos, intereses y seguridad nacional de Estados Unidos.