Los dispositivos de Apple en general, y el iPhone en particular, llevan una leyenda impresa en su carcasa: “Designed by Apple in California” (diseñado por Apple en California) y “Assembled in China” (ensamblado en China) para separar la creación del dispositivo de su manufactura, históricamente en China, pero en los últimos años ampliada también a Vietnam o, sobre todo, a India.

¿Cuál de todos ellos has tenido?

Son solo dos países a los que apostó Apple a principios de la década para no depender únicamente de China y sortear una posible guerra comercial con Estados Unidos... hasta que Donald Trump declaró una guerra comercial con el mundo entero (incluyendo islas habitadas por pingüinos) y trajo una debacle comercial que todavía no encuentra fondo.

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Con esa decisión política, surgió una incógnita: ¿cuánto saldrá un iPhone en Estados Unidos ahora que el gobierno de Trump impuso un arancel de importación del 54% para China, que podría trepar a un 104 por ciento? ¿Convendrá traerlo de Vietnam, con un arancel del 46%? ¿O apostar todo por India, con un 26%? ¿Qué diferencia de precio tendrá ese mismo equipo con el resto del mundo?

Hace tiempo que China es la capital mundial de la fabricación de electrónica; Foxconn, por ejemplo, montó una planta con 200,000 operarios en Zhengzhou para abastecer la demanda de equipos de Apple; se la conoce informalmente como iPhone City, hace un par de años era la fuente del 70% de los 220 millones de iPhone que se venden al año en todo el mundo y es tristemente célebre por las quejas recurrentes de los trabajadores respecto de las malas condiciones para trabajar que se dan allí.

Para Apple, además, Estados Unidos es -junto con China- su mercado más importante en términos de volumen.

Un rompecabezas global

Pero ni siquiera China fabrica todos los componentes del iPhone, o de los nuevos smartphones de Samsung, Pixel o la marca que sea: muchas partes vienen de otros países (como Japón, o Corea del Sur, por ejemplo), en una cadena de suministros global que tiene su penúltimo paso por China o India antes de distribuirse por el mundo (Nikkei Asia publicó hace un año un completísimo informe al respecto).

Si esos dispositivos van de Asia a Estados Unidos tendrán, ahora, que pagar un arancel de importación, lo que encarecerá de inmediato el precio de equipo en el país.

Esa es la razón por la que hay varios reportes de gente adelantando la renovación de su iPhone o comprando alguno para revender más adelante, mientras conserva el valor tradicional. ¿Por qué? Porque el panorama es sombrío: un informe de Reuters del viernes calculaba que el iPhone 16 Pro Max podría pasar a valer $2,300 en Estados Unidos (un 40% más).

No hay, por ahora, un acuerdo exacto sobre cuánto podría aumentar el iPhone en Estados Unidos, porque el cálculo se hace sobre el valor de importación del dispositivo, que no es el precio de venta, así que la estimación es que el aumento de precio oficial oscilaría entre un 25% y un 40%; el número final dependerá, entre otras cosas, del país de procedencia, que arancel de importación tenga ese país en ese momento, y cómo se calcule el arancel sobre la materia prima o los componentes originales.

No solo Apple tiene ese problema

Dicho sea de paso: el mismo problema tendrá el resto de sus competidores; será una danza entre el país donde se origine el equipo -las plantas de Foxconn en India son, súbitamente, mucho más atractivas que las de China, aunque aumentar la producción requerirá de una inversión; hoy fabrica “apenas” 25 millones de equipos allí-, lo que Apple negocie con sus proveedores para bajar costos, y lo que la compañía esté dispuesta a resignar de ganancia en su país de origen.

Todo esto es manteniendo el esquema tradicional: fabricarlo en Asia, importarlo a Estados Unidos, venderlo allí. Ahora, pagando un arancel de importación adicional.

La alternativa es fabricarlo -o ensamblarlo- en Estados Unidos; en febrero, dicen varios analistas, Apple ya estaba pensando en esto cuando anunció una inversión de $500,000 millones en los próximos cuatro años para ampliar las plantas de manufactura que la compañía tiene en Estados Unidos.

Pero incluso si construye líneas de montaje en EE.UU. (algo que toma tiempo; no se hace de un día para otro, y tiene un costo) para bajar los costos y complacer a la política de Donald Trump, tendría que convencer a sus proveedores de que hagan lo mismo, porque la importación de partes también tiene un arancel. No es sencillo ni simplemente una cuestión de dinero. Cada proveedor tendría que evaluar cuánto le saldría fabricar ese componente en Estados Unidos para complacer a Apple versus “hacerle precio” y seguir fabricándolo afuera. Es una maraña de decisiones.

Lo que hoy le cuesta a Apple $550 en componentes de un iPhone 16 Pro hecho en China aumenta a $850 con el nuevo arancel de importación del 54%. Y eso es solo por los componentes: ensamblar físicamente el teléfono (una tarea mano de obra intensiva) tiene un costo por teléfono de $30 en Asia, pero en Estados Unidos (con otro esquema de sueldos) treparía a $300, según los expertos que consultó el Wall Street Journal. ¿El resultado final? Si fuera “enteramente” fabricado en Estados Unidos (y solo apuntando a abastecer el mercado local), de $3,500, según las estimaciones más optimistas.

Por supuesto, este encarecimiento no debería alcanzar al precio del equipo en el resto del mundo, donde esta política arancelaria no tiene efecto.

Por ahora son todas incógnitas; la compañía tiene inventario para vender al precio original, mientras negocia tras bambalinas y hace cálculos para encontrar la receta que mejor le funcione, y busca cómo evitar el golpe psicológico de tener que aumentar el precio del iPhone en su país de origen, que históricamente tuvo un precio muy competitivo respecto del resto del mundo.