Cinco malas decisiones financieras que comúnmente se hacen y lo que puedo hacer para evitarlas
La mayoría de las personas toman determinaciones sin concocer los daños que pudieran tener a largo plazo.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Las decisiones financieras se toman en la más absoluta soledad. Sin embargo, la mayoría de las personas toma decisiones vinculadas con su dinero sin entrenamiento previo, lo que suele derivar en resultados adversos.
Por ello, en este Finanzas de Bolsillo abordaremos cuáles son las cinco peores decisiones financieras de la actualidad, aquellas que, definitivamente, no debemos tomar.
La primera es gastar dinero en lotería o juegos de azar. Estadísticamente hablando, es mucho más probable que nos caiga un rayo en una noche de tormenta que acertar los números ganadores de la lotería. Lo dicen los estudios encabezados por el profesor Víctor Muñoz, de la Facultad de Ciencias Universitarias de Chile, que halló una probabilidad promedio de 1 en 4.5 millones de ganar la lotería.
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Y, si hablamos del casino, ya lo sabemos: “la banca siempre gana”.
Por lo tanto, cambiar ahorros por juegos de azar es un camino seguro para vivir en la escasez de dinero, mientras seguimos soñando con que llegue ese día donde daremos “el gran golpe” que nos salvará de por vida.
La segunda mala decisión se basa en usar la tarjeta de crédito como una extensión del sueldo.
Contrariamente a lo que cree la gran mayoría, comprar en cuotas con la tarjeta de crédito no es tan conveniente. El plástico que llevas en tu billetera no es una extensión de tu sueldo, sino más bien un acceso inmediato al endeudamiento.
En consecuencia, una de las peores decisiones financieras que puedes tomar es comenzar a financiar tu consumo corriente (supermercado, nafta, salidas) con la tarjeta, puesto que solo lograrás cargar con un tendal de deudas que te presionará en el futuro inmediato: tus gastos aumentarán porque deberás afrontar deudas con intereses cada vez más abultados, con lo que tus ingresos serán cada vez más insuficientes y te resultará más difícil generar excedentes monetarios para llevar una vida financiera más o menos tranquila.
El tercer inconveniente financiero se basa en invertir en instrumentos que no entiendes cómo funcionan.
¿Acaso pilotarías un avión sin antes aprender cómo hacerlo? Entonces, ¿por qué invertirías tu dinero en activos cuya naturaleza desconoces? ¿No es igual de suicida?
Muchas personas invierten en fondos de minería de criptoactivos, fondos agrarios especulativos, fondos de trading de acciones y demás instrumentos que prometían ganancias extraordinarias y aún siguen prometiéndolas.
Cuando se carece de energía o tiempo para estudiar sobre inversiones, la mejor decisión continúa siendo concentrar ahorros en moneda dura y abajo del colchón. La peor es invertir siguiendo el instinto y delegar la responsabilidad última en un ejecutivo de cuenta de un banco o una sociedad de bolsa que jamás nos compensará por nuestras pérdidas.
Otra pésima decisión financiera es no poseer un ahorro para emergencias. Muchas son las personas que deciden vivir al día, sin ahorros de emergencia. ¿Cuáles son sus razones? Piensan que es innecesario, que estarían llamando a las desgracias o simplemente les da pereza.
La realidad marca que el ahorro de emergencia (puede ser el equivalente a seis meses de ingresos) genera dos beneficios extraordinarios que no muchos conocen.
El primero es que nos da mayor tranquilidad: Una de las mayores fuentes de estrés hoy se vincula con la situación financiera. ¿Cómo voy a pagar el alquiler o mis otros gastos? ¿Qué voy a hacer si me quedo sin trabajo? Con el ahorro para emergencias se reducen considerablemente estas preocupaciones debido a que se pasa a contar con un lapso de al menos medio año para reinsertarse en el mercado laboral o generar otro tipo de ingresos por cuenta propia aprovechando las ventajas del teletrabajo.
El segundo punto es que nos protege de las malas decisiones financieras: Poseer un colchón financiero nos permite evitar caer en operaciones perniciosas para nuestro bolsillo, esas que se toman cuando el tiempo y las deudas apremian. Hablamos de préstamos a sola firma con intereses altísimos, deudas con la tarjeta de crédito y el pedido de préstamos a familiares o amigos. Como vimos anteriormente, este tipo de deudas son “pan para hoy y hambre para mañana”. Mediante el uso parcial del fondo de emergencias (y su reposición cuando las cosas mejoren), podemos sortear ese camino.
Por último, resulta negativo no aplicar la regla del 50/30/20. Dicha regla que se usa en el mundo de las finanzas personales nos enseña que el 50% de los ingresos deben ser destinados a los gastos necesarios, el 30% a los gastos deseados y el 20% restante al ahorro, que luego se convertirá en inversión.
En lo que refiere al 50% que se debe aplicar a los gastos necesarios, podemos vincularlo con los siguientes rubros: gastos en vivienda, comida, impuestos (sobre bienes necesarios), transporte, entre otros. Es muy importante aquí evitar el autoengaño con los gastos deseados, ya que mucha gente pretende incluirlos erróneamente en esta categoría.
Los gastos deseados, a los que debemos asignarles un 30% de nuestros ingresos- incluyen, como principales rubros, los siguientes: vacaciones, deportes y gimnasio, mascotas, salidas y hobbies, entre otros. Aquí es donde se suelen cometer los mayores desatinos: encandiladas por el marketing, muchas personas tienden a creer que desean un bien o servicio, cuando bien podrían ignorarlo. El éxito del marketing empresario es total cuando ese bien o servicio pasa a ser considerado necesario.
Por último, el 20% restante (o al menos el 10%) debe destinarse primero a la construcción del fondo de emergencias visto en el punto anterior y, luego, al ahorro, que puede tener varios objetivos: ahorro para consumir, ahorro para invertir y ahorro para emprender.
En ese marco, resulta clave practicar estos métodos para mejorar tu situación financiera. ¿Alguna de estas malas decisiones financieras te suenan familiares? Si es así, no te culpes, aunque sí ocupate de modificarlas para dejar de hacerlo mal. Hay que actuar antes de que sea tarde y la montaña de deudas te tape el horizonte.