Valiéndose de tecnología mucho más limitada que la de un celular moderno, una intrépida misión logró poner al hombre en la Luna hace 55 años, el 20 de julio del 1969.

“Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Con esta frase el astronauta estadounidense Neil Armstrong hizo historia como el primer ser humano en pisar la superficie de la Luna, un trayecto épico por parte de la misión Apolo 11 que todavía no igualado y que se siente aún más sorprendente en la actualidad, después de lo ocurrido debido a los desafíos técnicos a los que los científicos de la NASA tuvieron que sobreponerse.

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Quizás uno de los más increíbles es que el sistema de navegación del Apolo, encargado de determinar la trayectoria de la nave, tenía menos de una milésima de la capacidad de un iPhone.

Esto no quiere decir que el Computador de Navegación del Apolo (AGC por sus siglas en inglés) no haya sido de última generación al momento de su creación en la década de los 60, cuando fue desarrollado por investigadores del MIT.

El AGC fue uno de los primeros computadores en estar basado en circuitos integrados, contando sorprendentes capacidades computacionales - para la época - con una velocidad de 0.043 MHz, una Memoria RAM de 2,048 bytes (2kB) y 20,480 bytes de ROM, todo bajo el insólito ligero peso de solo 31.8 kilogramos y en un “pequeño” paquete. Mientras tanto, teléfonos modernos como el iPhone 15 Pro tienen capacidades extraordinarias de hasta 3.78 GHz, y memorias RAM de 8GB - nótese la G que indica un aumento del orden de magnitud -, ambos miles y hasta millones del aparato que permitió a los astronautas pisar la Luna. Sin embargo, nadie está llamando a Apple o Samsung para colaborar con la NASA en la siguiente misión lunar.

La razón es que a pesar de la aparente falta de poder del AGC, este fue diseñado con un propósito específico que cumplía de manera excelente. La primera era calcular el rumbo necesario para llegar a la Luna, calibrando las mediciones astronómicas que los astronautas le alimentaban durante el vuelo para mantener o corregir su posición. La segunda misión era igualmente importante, que consistía en comunicarse con unos 150 dispositivos de la nave, como propulsores, interfaces y más. En eso era increíblemente eficaz, al ejecutar con éxito la misión a pesar de algunos problemas en el camino y en este aspecto, si la palabra “poder” es tomada como la facultad o potencia de hacer algo, un teléfono moderno no es más poderoso que el AGC, al menos en lo relacionado a alunizajes.

Pero entonces, ¿por qué se sigue haciendo comparaciones entre los dispositivos móviles con una computadora diseñada por los rigores del espacio? Quizás tenga que ver con el libro “La física del futuro” (2011), dónde el físico Michio Kaku señala “hoy, tu celular tiene más poder de computación que el que contaba toda la NASA en 1969, cuando puso a dos astronautas en la Luna”, un pasaje que resalta los logros de los científicos de la época para lograr grandes cosas a pesar de las limitaciones tecnológicas y nos inspira a lograr más con nuestras nuevas capacidades. Por nuestra parte, nosotros tenemos una frase venida de la sabiduría popular que también se adapta a la situación: “lo importante no es el poder de la herramienta, sino cómo la usas”.