Cada Navidad, durante su infancia en Minnesota, los padres de Jimmy Darts le daban $200 en efectivo: 100 para él y 100 para un desconocido. Ahora, con más de 12 millones de seguidores en TikTok y varios millones más en otras plataformas, la filantropía es su trabajo de tiempo completo.

Darts, cuyo verdadero apellido es Kellogg, es uno de los mayores creadores de “contenido de bondad”, un subconjunto de vídeos en las redes sociales dedicados a ayudar a desconocidos necesitados, a menudo con dinero acumulado a través de la plataforma GoFundMe y otros métodos de financiación colectiva. Un número cada vez mayor de creadores como Kellogg regala miles de dólares —a veces incluso más— frente a la cámara mientras animan a sus numerosos seguidores a donar también.

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“El internet es un lugar muy alocado y bastante desagradable, pero todavía pasan cosas buenas allí”, dijo Kellogg a The Associated Press.

No obstante, no a todos les gustan estos vídeos: algunos espectadores los consideran, en el mejor de los casos, un “performance”, y en el peor, explotación.

Los detractores sostienen que resulta problemático grabar a un desconocido, a menudo sin que lo sepa, y compartir un vídeo de él en línea con el fin de ganar seguidores en las redes sociales. Más allá de su influencia, los creadores de contenido pueden ganar dinero con las visualizaciones que consiguen en vídeos individuales. Cuando las visualizaciones alcanzan los millones, como suele ocurrir con las de Kellogg y otros como él, ganan lo suficiente para trabajar de tiempo completo como creadores de contenido.

El comediante Brad Podray, un creador de contenidos anteriormente conocido en internet como “Scumbag Dad” (Papá de Porquería), crea parodias diseñadas para destacar los fallos que encuentra en este contenido —y en sus partidarios— como uno de los críticos más acérrimos del “contenido de bondad”.

“Muchos jóvenes tienen una mentalidad muy utilitaria. Piensan en las cosas sólo en términos de valor mensurable: ‘No importa lo que hizo: ayudó a un millón de personas’”, destacó Podray.

Plantean cuestiones de ética

Desde los dispositivos y métodos de grabación hasta la selección de los sujetos, el “contenido de bondad” —como todo en las redes sociales— existe en un espectro.

Algunos creadores se acercan a desconocidos y les piden un consejo o un favor, y si muerden el anzuelo, reciben un premio. Otros optan por recompensar a desconocidos a quienes ven realizar una buena acción. Kellogg realiza un “desafío de amabilidad”: pide algo a un desconocido y se lo devuelve de la misma manera.

Muchos de estos desconocidos no saben que los filman. Algunos creadores emplean cámaras ocultas y buscan grabar a los sujetos de forma discreta. Kellogg señaló que quiere ser “lo más secreto posible”, pero pide consentimiento para compartir el vídeo después de la interacción. Añadió que la mayoría acepta porque parece “un superhéroe” después de su desafío.

Josh Liljenquist, otro creador de contenido de beneficencia, dijo que usa una cámara GoPro e intenta que la grabación sea “extremadamente notoria”, y agregó: “El consentimiento es lo más importante”.

Independientemente del método de grabación, algunos ven el proceso como predatorio.

“Estos tipos siempre encuentran a alguien con cáncer, o siempre encuentran a alguien que no puede pagar sus facturas porque acechan en áreas desatendidas y pobres y simplemente esperan”, destacó Podray. “Miran por el estacionamiento como si dijeran: ‘Ese se ve lo suficientemente patético’”.

Karen Hoekstra, gerente de marketing y comunicaciones del Centro Johnson para la Filantropía, estudia el altruismo de los influencers basada en TikTok y afirmó que, a veces, los vídeos se aprovechan de sus sujetos.

“El modelo del hombre en la calle que se acerca y se aproxima a un extraño y le entrega dinero —todos hemos escuchado esta frase, aunque es terrible— simplemente me parece obscenidad de la pobreza”, dijo Hoekstra. “Es explotación”.

Los reclamos de explotación suelen surgir cuando los creadores presentan a las mismas personas en varios vídeos, especialmente cuando parecen indigentes o adictos a las drogas. Liljenquist presenta a algunas personas con frecuencia y sostiene que sus sujetos recurrentes son como sus “mejores amigos”.

Un usuario comentó en un vídeo del 5 de octubre que el contenido reciente da la impresión de que Liljenquist “juega a ser un asistente social para conseguir vistas” luego que publicó varios vídeos de una mujer que sus seguidores sospechan que tiene problemas por adicción a las drogas. Se graba a sí mismo cuando le da comida, la lleva en su Tesla y le hace preguntas que a menudo obtienen respuestas de una sola palabra.

Liljenquist aseveró que las críticas no le molestan porque sabe que sus intenciones son buenas.

“Amo a esta gente”, agregó. “Ellos me aman a mí”.

Falta de controles y contrapeso

Algunos critican el espectáculo del “contenido de bondad”, pero la visibilidad es crucial para el modelo que depende en gran medida del financiamiento colectivo (crowdfunding). Kellogg es conocido por iniciar campañas de recaudación de fondos en GoFundMe en nombre de los protagonistas de sus vídeos, que suelen recaudar decenas de miles de dólares en donativos de los espectadores.

Kellogg, Liljenquist y muchos otros creadores de contenido también utilizan sus cuentas personales en aplicaciones de pago como Venmo, CashApp o PayPal para recibir donativos.

Tory Martin, también del Centro Johnson y su directora de comunicaciones y asociaciones estratégicas, refirió que la transparencia sobre los donativos “no es una opción si van para un solo individuo”.

Aunque estos creadores no están sujetos a estándares y regulaciones como las organizaciones sin fines de lucro, Liljenquist sostiene que siente que el dinero de los donantes llega mucho más lejos en sus manos que en las de las organizaciones tradicionales, de las que dijo están “diseñadas para el fracaso”.

“Las organizaciones sin fines de lucro —no todas ellas, hay algunas buenas—, pero yo sugeriría que se investigue detalladamente a las organizaciones sin fines de lucro a las que se les da dinero porque hay una buena cantidad de ellas que se aprovechan del sistema”, agregó.

Algunos creadores han fundado organizaciones sin fines de lucro o fundaciones para apoyar su trabajo, pero esa no es una práctica generalizada.

Podray se dijo “100% seguro” de que algunos creadores “se quedan con una parte (del dinero) o de que hay algún tipo de sandez alrededor de ello”. También sostuvo que algunos creadores reparten dinero falso para sacar provecho de la tendencia.

Kellogg expuso que ver videos fraudulentos o de explotación es duro para él y le preocupa: “Dios mío, todas las mamás en Facebook acaban de caer en esto y piensan que es real”.

Nueva ola de altruismo

Si bien la polémica ronda alrededor de estos vídeos en algunos círculos en internet, son parte de una tendencia de redes sociales muy popular con millones de seguidores y miles de personas que se sienten apremiadas a donar después de verlos.

Aunque Hoekstra tiene preocupaciones sobre los métodos de algunos creadores, dijo que la introducción al altruismo que estos videos representan para los jóvenes es valiosa.

“Creo que cualquier cosa que pueda presentarles la filantropía de una manera nueva y hacerla accesible y emocionante es algo bueno”, añadió. “Obviamente, habrá una curva de aprendizaje, pero pienso que es realmente emocionante ver que la filantropía sea tan accesible y comprensible y aceptada en estos nuevos espacios y de nuevas maneras”.

Algunos escépticos se han convertido en partidarios. Kyle Benavidez expresó que él solía ver “contenido de bondad” en las redes sociales y pensar que era falso. Pero, luego que su madre apareciera en uno de los vídeos recientes de Kellogg y que una campaña en GoFundMe que Kellogg creó para ella recaudara más de $95,000 para apoyar a su familia mientras su esposo está en el hospital con cáncer, dijo que la personalidad en línea de Kellogg es fiel a su personaje en la vida real.

“Hay una capilla en el hospital y siempre voy allí todas las mañanas sólo para rezar. ‘Espero que algo pase’. Y entonces Jimmy llegó a nuestras vidas”, refirió Benavidez, de 20 años. “Es como si Dios lo hubiera enviado”.

Kellogg no muestra señales de disminuir su labor filantrópica en el futuro cercano y publica vídeos en sus plataformas sociales casi todos los días. Pero, dice que hacer buenas obras frente a la cámara sólo significa algo si él y sus colegas lo hacen también cuando las cámaras no graban.

“Puedes engañar a la gente todo el tiempo y puedes ganar dinero y hacer esto y aquello, pero Dios ve tu corazón”, agregó.