El secreto de las únicas plantas que crecen en la Antártida
Estas plantas antárticas han mostrado tener la capacidad y la resiliencia para adaptarse a los cambios y seguir desarrollándose en las nuevas condiciones ambientales.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Santiago de Chile. Del Caribe a la Antártida, la bióloga cubana Marely Cuba Díaz llegó a Chile hace 23 años y después de tres viajes al Continente Blanco hoy posee en un laboratorio unos 15,000 ejemplares de las dos únicas especies vegetales que crecen de forma nativa en ese ecosistema, con las que busca hallar el secreto que les permite vivir y desarrollarse en condiciones tan extremas.
“Son las dos únicas plantas que viven de manera natural en la Antártida, por lo tanto, nos están dando indicios de que tienen algunas características especiales que les permiten vivir y adaptarse a esas condiciones que son muy extremas para otras plantas. Ellas deben tener algo especial que les permite vivir y desarrollarse en esas condiciones”, señaló Cuba.
La científica llegó a Chile con 28 años para realizar un doctorado en Bioquímica en la Universidad de Chile y actualmente reside en la ciudad de Los Ángeles de la región del Biobío (centro), donde se dedica a la docencia y a la investigación de la ecología vegetal de la Antártida en el campus de la Universidad de Concepción.
Para ello, en el laboratorio de ese centro de estudios cuenta con más de 8,000 plantas in vitro y casi 7,000 en frascos en condición de jardín común, lo que constituye la mayor colección de estos vegetales en el mundo.
“Hasta donde yo sé, no existe otra colección igual. De hecho, de los investigadores internacionales que trabajan en estas plantas hay un grupo destacado en Polonia y yo les colaboro con materiales, y otro grupo está en Corea y no sé si tiene una colección en la que multipliquen estas plantas”, dijo Cuba a Efe.
PASTO Y CLAVELITO ANTÁRTICO
Aunque también cuenta con ejemplares de una isla subantártica, de la Patagonia y de otras partes de Chile, la mayoría de estas plantas pertenecen a las dos únicas especies nativas de la Antártida, el llamado pasto antártico (Deschampsia antarctica) y el clavelito antártico (Colobanthus quitensis), cada una identificada por los sectores donde fueron recolectadas.
“Fui a la Antártida por primera vez en el año 2009, traje muestras para trabajar en el laboratorio y aparté un poco de este material y empecé a propagarlas, tanto en cámara como en condiciones controladas. Esta colección ha ido creciendo con los años, ya que además muchos colegas me mandan semillas y plantitas”, comentó Cuba.
La bióloga explicó que una de las ventajas de mantener y propagar estas plantas en un laboratorio consiste en poder investigar sin la necesidad de viajar constantemente a la Antártida, reduciendo de esta forma la huella de carbono y el impacto humano en el territorio en donde crecen estas especies.
El objetivo principal es contar con “material primario” para llevar a cabo “investigaciones relacionadas con la tolerancia al estrés ambiental con la que viven las plantas”, sobre lo que ya se han arrojado varios resultados.
Así, contó Cuba, ya se evidenciaron “ciertas modificaciones en su proceso de fotosíntesis que les permite regular las condiciones extremas en las que viven”, una “acumulación de ciertos compuestos que le son vitales para resguardar sus células y protegerse de la congelación” y los “mecanismos fotoquímicos que les permiten soportar la radiación”.
EFECTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL
Respecto a los efectos del calentamiento global, sostuvo que estas plantas antárticas han mostrado tener la capacidad y la resiliencia para adaptarse a los cambios y seguir desarrollándose en las nuevas condiciones ambientales, llegando incluso a aumentar las poblaciones de estas especies en algunas zonas.
Sin embargo, advirtió que el principal peligro radica en que aparezcan nuevas especies que puedan convertirse en invasoras y eventualmente competir con las especies que viven de manera natural en la Antártica.
Hasta el momento, la científica financia esta investigación con los fondos que consigue para sus propios proyectos, mientras que la Universidad de Concepción apoya con el espacio del laboratorio.
Su objetivo en el corto y medio plazo es contar con financiación, ya sea pública, privada o de ONG para “contar con un laboratorio específico y seguir mejorando las condiciones de cultivo y conservación de estas plantas”.