Tras una serie de investigaciones enfocadas en conocer cómo era la antigua región del desierto del Sahara, un equipo de arqueólogos alemanes del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, logró completar una secuencia de genomas y concluyó que el ADN de dos momias africanas de hace 7,000 años pertenece a un nuevo linaje humano, desconocido hasta el momento.

Entre hace 14,500 y 5,000 años, el Sahara era una región húmeda, con una selva frondosa y repleta de vida silvestre. Con el paso del tiempo y el cambio climático natural, se convirtió en el desierto más grande del mundo, con muy poca presencia humana y animal. Sin embargo, ese período fue suficiente para que surgiera un pariente del Homo sapiens que eventualmente se extinguió.

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Hace 100 años el explorador húngaro Lászlo Almásy realizó una expedición a ese desierto en particular y en su recorrido se topó con una cueva cuyas paredes estaban decoradas con figuras humanas. Algunas de ellas representaban cadáveres y almas. Desde ese entonces, ese sitio pasó a ser un lugar de relevancia histórica que permitió más trabajos en la posterioridad.

En una expedición reciente, los arqueólogos retiraron de esa cueva dos momias de mujeres que habían sido enterradas en el sureste de Libia, en el refugio rocoso de Takarkori, y que se conservaron gracias al clima árido y las altas temperaturas.

Con la tecnología actual, el análisis científico remarcó que aquellos seres pertenecieron a una comunidad aislada en el norte de África que se extinguió durante el conocido Período Húmedo. Se trataría de una rama de la que no se tenía registro, dentro de los parientes cercanos del ser humano que desaparecieron por selección natural.

El ADN de estas dos mujeres no guarda relación con las comunidades subsaharianas, por lo que se supone que el área verde no funcionó como un corredor donde el desplazamiento de las poblaciones fuera común, sino que el norte y el sur estaban separados y tuvieron poco contacto entre sí.

Este linaje surgió al mismo tiempo que el del ser humano moderno, hace unos 50,000 años, aunque en diferentes regiones y con un modo distinto de expansión y supervivencia, lo que les impidió propagar su descendencia por el resto del continente y alcanzar predominio.

El linaje aislado forma parte de una continuidad genética que todavía persiste en los habitantes del norte de África, aunque no en su forma pura. Así lo especificó el artículo sobre esta investigación, publicado en la revista Nature.

Otro de los factores que llamó la atención de los arqueólogos fue su contacto con neandertales. La secuencia genética de estas dos momias mostró un porcentaje limitado de ADN neandertal. Es decir, contienen diez veces menos material genético neandertal que las poblaciones humanas fuera del continente. A pesar de su aislamiento, habrían tenido cierto vínculo con poblaciones externas.

Los expertos especularon que la geografía montañosa del lugar no facilitaba el contacto directo con otras comunidades, e incluso habría impedido que pudieran salir de esa zona. La secuenciación genómica reveló la existencia de “un verdadero Edén perdido”, del que todavía queda mucho por descubrir.

“El estudio destaca la importancia del ADN antiguo para reconstruir la historia humana en regiones como África central y del norte, lo que respalda las hipótesis arqueológicas”, señaló David Caramelli, de la Universidad de Florencia y autor principal del estudio.