Katy Perry alcanzó más de 100 kilómetros de altitud durante una misión de Blue Origin, lo que la convirtió en parte de la primera tripulación integrada solo por mujeres que cruzó la línea de Kármán, el límite que marca el inicio del espacio según estándares internacionales.

Durante el vuelo, la artista vivió cuatro minutos de ingravidez, lo que, aunque fue breve, podría tener repercusiones físicas y biológicas.

Mientras flotaba en gravedad cero, se le escuchó cantar la icónica canción What a Wonderful World, en medio de un ambiente en el que las tripulantes se desabrocharon los cinturones para experimentar la ingravidez.

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Al volver a tierra firme, Perry expresó su entusiasmo y emociones profundas al declarar que se sentía “superconectada con la vida”, además de describir su vivencia como una “rendición a lo desconocido”. Como gesto simbólico, besó el suelo al descender.

¿Cómo afecta a la salud viajar al espacio?

Cambios en el sistema cardiovascular

Durante el lanzamiento, los ocupantes del vehículo espacial enfrentan una fuerza de entre 3 y 6 G, lo que significa sentir que el cuerpo pesa varias veces más de lo habitual.

Esa presión intensa dificulta respirar, oprime el tórax y reduce temporalmente el flujo de sangre al cerebro. El corazón se ve obligado a redoblar esfuerzos para bombear sangre en esas condiciones, lo que en personas sin entrenamiento puede derivar en visión borrosa o incluso desmayos. Aunque este episodio es breve, su exigencia se asemeja a la que enfrentan pilotos militares en maniobras extremas.

Efectos inmediatos en el cuerpo

Una vez alcanzada la microgravedad, los líquidos que normalmente se concentran en la parte inferior del cuerpo se desplazan hacia el torso y la cabeza.

Como consecuencia, muchos pasajeros presentan una apariencia facial hinchada, congestión nasal e incluso alteraciones en el sentido del gusto.

Además, el sistema del oído interno, responsable del equilibrio, entra en conflicto con lo que los ojos perciben, lo que genera desorientación y náuseas en los primeros momentos del vuelo. En viajes tan cortos como el de Perry, es posible que los síntomas no se manifiesten en su totalidad, pero el cuerpo comienza a reaccionar casi de inmediato.

Cambios a nivel celular

De acuerdo con estudios realizados por la NASA, incluso breves exposiciones al entorno espacial son suficientes para provocar alteraciones genéticas en las células sanguíneas.

Se observaron modificaciones en la estructura de los glóbulos rojos y una activación de mecanismos de defensa relacionados con el estrés oxidativo.

Investigaciones en vuelos suborbitales revelan que estas respuestas celulares pueden iniciarse en pocos minutos y tienden a revertirse una vez que se retorna a la Tierra. Aun así, el cuerpo conserva una especie de “memoria” del entorno extremo que ha experimentado.

Exposición a radiación

A pesar de que la dosis es limitada, los pasajeros que viajan más allá de la atmósfera terrestre, aunque sea durante escasos minutos, quedan expuestos a radiación cósmica.

Aunque se trata de una cantidad reducida en comparación con viajes orbitales, cualquier incursión más allá del escudo natural que representa la atmósfera implica recibir una carga de partículas de alta energía, algo que podría tener efectos acumulativos si se repitiera con frecuencia.