Cabo Cañaveral, Florida. La nueva cápsula de Boeing llegó el jueves a la Estación Espacial Internacional, con un retraso provocado por un problema de último minuto con el propulsor, que casi echó a perder este primer vuelo de prueba con astronautas.

El acoplamiento, a 420 kilómetros (260 millas) de altura sobre el océano Índico, fue la culminación de más de un día de dramatismo continuo por el debut de Boeing en los vuelos con astronautas.

La cápsula Starliner ya había presentado una pequeña fuga de helio cuando fue puesta en órbita el miércoles con dos astronautas de la NASA. Los administradores de Boeing y de la NASA confiaban en poder manejar el sistema de propulsión a pesar del problema, y señalaron que era improbable que se produjeran más fugas. Sin embargo, pocas horas después de iniciado el vuelo, surgieron dos fugas más.

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Más tarde, cuatro de los 28 propulsores de la cápsula se desactivaron. Los pilotos de prueba de la NASA, Butch Wilmore y Suni Williams, lograron reactivar tres de ellos, lo que dio un margen de seguridad suficiente para proceder. Para entonces, el Starliner había pasado la primera oportunidad de acoplamiento y dio la vuelta al mundo durante una hora más al lado de la estación antes de instalarse.

Por el momento, se ignora si los problemas con los propulsores se relacionaron con las fugas anteriores.

El mismo día, más temprano, antes del desperfecto en los propulsores, Jim May, vocero de Boeing, dijo que las fugas no planteaban ningún problema de seguridad para los astronautas ni para la misión.

May dijo que la cápsula tiene amplias reservas de helio que compensan lo que se pierde. El sistema de propulsión será desactivado una vez que la cápsula se acople a la estación espacial, ya que no será necesario en ese momento, observó.

El helio se utiliza para presurizar los conductos de combustible de los propulsores del Starliner, que son indispensables para maniobrar. Antes del despegue, los ingenieros elaboraron un plan para resolver cualquier fugas adicional en el sistema. Se cree que un sello de caucho defectuoso, no más grande que el botón de una camisa, fue el responsable de la fuga original.