Boeing se despidió el martes de un ícono con la entrega de su último jumbo 747 ante la mirada de miles de trabajadores que ayudaron a construir los aviones durante los últimos 55 años.

Desde su debut en 1969, el gigantesco pero elegante 747 ha desempeñado las funciones de aeronave de carga, avión comercial con capacidad para casi 500 pasajeros, transporte de los transbordadores espaciales de la NASA y como la aeronave presidencial Air Force One. Revolucionó los viajes al conectar ciudades de distintos países que nunca antes habían tenido rutas directas y contribuyó a democratizar los vuelos de pasajeros.

Pero en la última década y media, Boeing y su competidor europeo Airbus lanzaron aviones más rentables y con menos consumo de combustible, con sólo dos motores en lugar de los cuatro que requería el 747. El último avión es el 1.574to construido por Boeing en la región del Estrecho de Puget, en el estado de Washington.

Miles de trabajadores acompañaron el martes a Boeing y a otros ejecutivos de la industria de todo el mundo —así como al actor y piloto John Travolta, que ha pilotado 747— en una ceremonia en la enorme fábrica de la compañía al norte de Seattle, con motivo de la entrega del último de ellos a la compañía de carga Atlas Air.

“Ya nadie quiere un cuatrimotor, pero eso no borrará la tremenda contribución del avión al desarrollo de la industria ni su notable legado”, “dijo el veterano analista de aviación Richard Aboulafia.

Boeing se propuso construir el modelo 747 después de perder un contrato para un enorme transporte militar, el C-5A. La idea era aprovechar los nuevos motores desarrollados para el transporte –motores turbofan de alto índice de derivación, que consumían menos combustible al hacer pasar el aire alrededor del núcleo del motor, lo que permitía una mayor autonomía de vuelo– y utilizarlos para un avión civil recién imaginado.

A los más de 50,000 trabajadores de Boeing les llevó menos de 16 meses fabricar el primer 747. La producción del jumbo jet requirió la construcción de una enorme fábrica en Everett, al norte de Seattle, el edificio más grande del mundo por volumen. La fábrica ni siquiera estaba terminada cuando se terminaron los primeros aviones.