Madrid. El agua del mar o de una piscina son, “en principio, medios bastante hostiles” para los coronavirus, según el virólogo Javier Cantón, aunque advierte de que no hay estudios científicos sobre su permanencia en estos lugares.

La llegada del buen tiempo y el inicio del plan de desescalada del confinamiento ha planteado la pregunta de cuándo y cómo se podrá acceder a playas y piscinas y si sus aguas son seguras ante el COVID-19.

El Instituto para la Calidad Turística Española acaba de encargar al Consejo Superior de Investigaciones Científicas un estudio sobre el comportamiento del coronavirus en el agua y la arena, al ser una información esencial para tomar medias sobre la apertura de esos lugares.

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Cantón, virólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, indica a Efe que, tanto el agua del mar como de piscina son, “en principio, medios bastante hostiles” para este tipo de virus.

Los coronavirus tienen una envuelta, una membrana lipídica, y cuando entran en el agua salada, tienden a la plasmólisis, es decir, el agua que hay en el interior del virus tiende a salir fuera. Eso “podría inactivarlo”.

En el caso de las piscinas la razón es el cloro que se añade al agua y que, “en principio, también sería efectivo para esto”, señala Cantón.

Sin embargo, el virólogo advierte de que sobre estos aspectos no ha encontrado estudios científicos específicos y es que “nunca había llegado la situación de que un coronavirus hubiera paralizado países enteros”.

La opinión de Cantón sobre las piscinas va en línea de lo señalado por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, cuya web contiene consejos y recomendaciones para los ciudadanos ante la Covid-19.

El organismo estadounidense indica que “no hay evidencias que demuestren que la COVID-19 pueda propagarse entre los seres humanos a través del agua” y agrega que “un mantenimiento y una desinfección (con cloro y bromo) adecuada de las piscinas deberían resultar eficaz para combatir” la enfermedad.

Sin embargo, el virólogo advierte de que eso no quiere decir que piscinas o playas estén libres de riesgos, los cuales asocia con las aglomeraciones.

“Me puedo imaginar el bar de una piscina o el chiringuito de una playa abarrotados de gente. Eso es un foco de infección muy grande -dice-, por eso harían falta medidas de distanciamiento social”.

Tampoco estarían libres de riesgos ciertos equipamientos, como la barandilla de una piscina o las escalerillas para entrar y salir de ella, que pueden ser tocadas por una persona que, sin saber que es portador del virus, se haya tocado previamente la cara, considera el científico.

En cuanto al comportamiento del coronavirus sobre la arena, dice que tampoco conoce estudios científicos, ni siquiera en el caso del MERS, que fue detectado por primera vez en Arabia Saudí en 2012 y sobre el que trataba su tesis doctoral.

El virólogo baraja dos posibilidades, aunque señala que es solo su opinión. La primera que una persona estornude y el virus caiga en la arena, la cual luego se lleve el viento, lo que “podría servir como medio de dispersión”.

Pero, por otro lado, la arena es un medio saldo, donde las gotitas de saliva “podrían evaporarse rápidamente” y, en ese caso, el virus “tendería a desactivarse porque necesita un medio acuoso”.

Sobre lo que sí se tiene datos es de la permanencia del coronavirus en otras superficies y, según la Organización Mundial de la Salud, este puede sobrevivir hasta 72 hora en plástico y acero inoxidable, menos de cuatro en cobre y menos de 24 en cartón, aunque la OMS recuerda en su web que todas ellas se pueden “limpiar fácilmente con desinfectantes domésticos comunes que matarán el virus”.