En la atmósfera, la capa de ozono se encuentra entre seis y 25 millas sobre el nivel del mar, en la estratosfera. Ésta actúa como un filtro del aire y, particularmente, de los rayos ultravioletas procedentes del Sol. Sin esta capa de gas, la existencia de la vida en la Tierra no sería posible.

Durante el invierno, que es la temporada más fría, surgen unas corrientes de vientos en las capas altas de la atmósfera. Éstas mueven los clorofluorocarbonos (CFC) –una familia de gases empleados en la refrigeración y como propelentes de aerosoles– sobre el Polo Sur rodeando el continente de la Antártida.

En la atmósfera, cuando la luz solar incide sobre la molécula de CFC, se libera un átomo de cloro que se adhiere al átomo de ozono, rompiendo así la molécula, lo que resulta en la degradación de la capa que protege a la Tierra de las radiaciones perjudiciales.

Este agujero crece durante el invierno y se encoje en el verano. Los países de mayor actividad industrial y que producen grandes cantidades de CFC están ubicados en el hemisferio norte, pero la corriente de vientos los mueve sobre el Polo Sur, creando el agujero. Sin embargo, un agujero menor se encuentra sobre el Polo Norte, como resultado de los mismos procesos.

La NASA mantiene satélites en el espacio con el fin de investigar, año tras año, el comportamiento de la capa de ozono. Estos satélites se llaman TOMS (espectrómetro total de ozono).

El riesgo

Las consecuencias de perder la capa de ozono son muy serias. Hay diferentes tipos de rayos ultravioletas: los A y los B.

Los UV-A son aquellos que son visibles, mientras que los UV-B son los más dañinos –aquellos que la capa de ozono absorbe protegiendo al planeta de su radiación.

Estos rayos afectan directamente la piel, aumentando el riesgo de cáncer, pero también afectan los ojos, múltiples productos de cultivo sensibles a la luz y aumentan las temperaturas del planeta causando el adelgazamiento del hielo en los polos.

Un remedio urgente

Al comprobarse la existencia del agujero en la capa de ozono y del daño que producen los CFC sobre nuestro filtro solar, la comunidad científica alertó a los gobiernos nacionales para que éstos se unieran para disminuir las emisiones de CFC a la atmósfera.

En 1980, por ejemplo, se creó el Tratado de Montreal para reducir los aerosoles. En enero del 2010, la Secretaría de Ozono de la Organización de las Naciones Unidas determinó que el tratado habría detenido el daño reduciendo así las posibilidades de un cambio climático.

¿Y ahora?

El agujero de la capa de ozono ha disminuido y en otoño del año pasado tuvo el tamaño mínimo de los últimos 10 años. Según las imágenes obtenidas por las agencias espaciales NASA y Esa, el agujero disminuyó y, en momentos, apenas se veía. Entre septiembre y noviembre del año pasado el agujero tuvo el tamaño mínimo en los últimos 10 años, según las agencias.

Sin embargo, el tamaño del agujero, que depende mucho del tiempo y de los vientos fríos en la atmósfera, cambia cada año, lo que hace difícil hacer previsiones.

En esta semana se publicó que el agujero en la Antártida llegó este año, por tercera vez, a ciudades del sur de Argentina y Chile.

Los expertos señalaron que ésta disminuyó más del 50 por ciento en relación a sus valores normales y el índice de intensidad de la radiación ultravioleta pasó de cuatro a diez, según el registro del pasado 16 de octubre, fecha en que el agujero alcanzó los 51 grados al sur del Río Gallegos.