¿Qué hace esta boricua en el País Vasco? “Somos los únicos representando”
Encontró el amor y desde allí, además de tener su negocio, Maripili Rivera, ayuda a las mujeres a reinventarse.

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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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Un correo electrónico y 80 días de comunicación constante. Este fue lo que suscitó amor y conexión entre dos seres en puntos opuestos del mundo.
Se trata de la historia de la boricua María del Pilar “Maripili” Rivera quien encontró la pareja perfecta en el vasco Iván Rodrigo.
Rivera solía caracterizarse como una mujer independiente que, durante su juventud, repudiaba la posibilidad de contraer matrimonio. Educada y con experiencia en el campo de la publicidad ha viajado bastante, incluso reveló que en varias ocasiones lo ha hecho sola.
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Fue profesora y es propietaria de su negocio de inmobiliaria. Al día de hoy, desde la comunidad atónoma de España, el País Vasco, ofrece mentoría a mujeres en distintas partes del mundo quienes buscan reinventarse.
A través de la plataforma “Zoom”, maneja su programa “The Possibility Program” dirigido a mujeres que superan los 40 años y que buscan reinventar algún área de sus vidas, ayudándolas a “adquirir más claridad a la hora de tomar decisiones”.
Más, en el 2018, a sus 44 años y desde Austin, Texas- su hogar por 22 años- se dio una oportunidad en el amor, aquello en lo que poco confiaba, y creó un perfil en el website EHarmony.
Allí, encontró a quien ella describió como un español “dulce, inteligente, guapo y gracioso”. Con él compartió risas, gustos de restaurantes cuando vivían, respectivamente, en los Estados Unidos, libros y películas preferidas. Fueron cientos de horas de conversaciones por Skype, WhatsApp y teléfono.

“Habíamos hablado tantas y tantas horas por teléfono y por WhatsApp, por vídeo, habíamos visto películas yo desde Texas juntos, él desde España, habíamos hablado tanto de nuestras familias, nos habíamos enviado fotos, que no sentí que estaba conociendo como un extranjero. Así que, me sentí bien cómoda inmediatamente, porque ya habíamos creado ese vínculo de confianza”, rememoró la mujer a Primera Hora.
En abril de 2018, dos meses desde la primera comunicación que compartieron, decidieron conocerse en persona. Acordaron encontrarse en un punto medio: el estado de Georgia. Fue en el aeropuerto de Atlanta que primero se vieron y en Savannah donde compartieron nueve días juntos.
“Después de 80 días exactamente de estar hablando todos los días desde que nos vimos ‘online’, nos habíamos decidido que nos íbamos a encontrar en el Aeropuerto de Atlanta, porque era como término medio, él volaba desde España, yo volaba desde Texas y estuvimos en Savannah. Nos quedamos como nueve días paseando por Savannah”, dijo Rivera.
En agosto de 2019, se casaron en Vitoria-Gasteiz, la capital del País Vasco. Aunque Rivera aún vivía en Austin, decidió que era hora darle cuerda a su curiosidad por aventurar y concretar el deseo de un día vivir fuera de los Estados Unidos.
Además, tras una separación obligatoria por ocho meses por la pandemia del COVID-19 en el 2020, finalmente tomó la decisión de acompañar a Rodrigo permanentemente en el País Vasco, lugar donde también se mudó su progenitora y su perrito Frankie, quien ya “está hecho un vasquito”.
“Siempre he sido un poco aventurera y con inquietudes de crecer, de saber más de lo que conozco. Así que, yo tomé la decisión de mudarme”, relató.
“La cultura puertorriqueña siempre, siempre ha estado presente”
Rivera nació en Río Piedras y a sus nueve meses, su familia se mudó a Washington D.C., ya que su padre, médico y militar, fue a trabajar en el Walter Reed National Military Medical Center.
En la capital estadounidense vivió los primeros 10 años de su vida. Su familia regresó por algunos años a Puerto Rico y se estableció en Guaynabo. Durante ese tiempo, estudió en el Baldwin School of Puerto Rico. Debido al trabajo de su padre, regresaron a Estados Unidos y vivieron en Alabama y, luego, Texas.
La ausencia física de la familia en la Isla nunca opacó la puertorriqueñidad que abrazaban. Eran fieles con sus visitas anuales y en compartir la cultura boricua entre los norteamericanos.

“La cultura puertorriqueña siempre, siempre ha estado presente en mi vida, porque mis padres los dos son puertorriqueños. Así que, aun estando fuera de Puerto Rico, porque he vivido la mayoría de mi vida fuera de Puerto Rico, pero todos los años regresábamos y esa gente del Ejército, también los puertorriqueños del Ejército o los puertorriqueños que estudiaron en la Escuela de Medicina con mi papá en Puerto Rico, también siempre nos reuníamos, teníamos fiestas de Navidad. Mi papá toca guitarra y…cuando vivíamos en Alabama, un pueblito chiquitito en el medio de la nada en Alabama, mi papá tenía fiestas puertorriqueñas para los gringos que vivían en ese vecindario”, recordó entre risas.
Ese amor patriota nunca se ha opacado, aun ahora que vive en un lugar donde no hay puertorriqueños fuera de su núcleo familiar.
“Somos los únicos representando”, aseguró entre carcajadas.
Aunque ha encontrado amistad, confesó que acostumbrarse al País Vasco “fue un poco (duro)”, ya que “la gente del País Vasco, la gente de aquí, ha pasado por muchas cosas”.
Señaló que la historia del lugar, especialmente cuando aún existía el grupo terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA)- que se disolvió en el 2018 y buscaba la independencia de España- ha calado en sus constituyentes, por lo que suelen ser reacios a recibir a personas no oriundas del lugar.
“Históricamente, son más cerrados al principio. Yo venía de un sitio, Austin, donde hay tanta gente de afuera que la gente es más abierta en general. (Pero), lo que dicen de los vascos es que les toma un tiempo en el principio, pero después tienes un amigo por vida”, afirmó al también señalar que se tuvo que acostumbrar al frío y ambiente grisáceo.
No obstante, Rivera y su madre irrumpen esto con sus tradiciones, música y comida que han introducido allí.
“Aquí no hay esa tradición del espíritu de alegría, de música que tenemos en Puerto Rico. Así que, yo como que lo llevo por dentro y también escucho música en casa”, estableció al indicar que prioriza la buena relación que comparte con su madre y padre, quien vive en Miami, Florida.
Rodrigo le ha “encantado” compartir la cultura de su esposa. Antes de conocerla, no sabía lo que era un tostón. Ahora los disgusta en su casa, gracias a Rivera y su madre.

También, Rodrigo quedó encantado con la Isla cuando visitó por primera vez a principios del 2025.
“Ya llevamos siete años juntos y a través de esos siete años, él ha estado escuchando mucho, pero no es lo mismo hasta que vayas y llegas al aeropuerto y sientes ese calorcito que te da en la cara y la humedad. Él se enamoró de la música. Cuando fuimos al Morro y San Cristóbal, viendo la historia de España y esa relación que había tenido España y la presencia que tuvieron en San Juan y la influencia española, yo creo que le llegó al corazón y lo sintió mucho y a él le encanta la historia, así que le gustó mucho aprender. Ya sabía bastante, pero ver eso reforzado lo que estaba aprendiendo y lo que estaba viviendo”, manifestó.
Idealmente, Rivera le gustaría “tener un pisito” en Puerto Rico para vivir “lo mejor de los dos mundos”, pues “como Puerto Rico no hay nada y mientras más van los años, esa sensación que tengo, esa añoranza algunas veces va creciendo también”.
Mientras tanto, alentó a los demás boricuas ausentes como ella a que “no dejemos que nadie nos quite nuestra alegría donde quiera que estemos”.
¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.