Fue a trabajar tras el paso del huracán Katrina y se quedó en Nueva Orleans
Juan López partió de la Isla hace 15 años y con la creación de un negocio de comida típica logró entrelazar a los puertorriqueños en esa ciudad.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Nueva Orleans. La visita de su hermano menor, procedente de Nueva Orleans a su natal Ponce a finales del 2005, le cambió la vida al boricua Juan López Torres.
La estadía de su pariente no era por motivo de vacaciones sino para buscar refugio, pues la ciudad en la que vivía había sido azotada en agosto de ese año por el poderoso huracán Katrina, el que causó estragos en ese lugar cuando un dique colapsó y el lago inundó toda la zona.
“Mi hermano salió de Nueva Orleans cuando mandaron a todo el mundo a desalojar. Estuvo en Florida y luego vino para acá como en septiembre, porque todavía no podía regresar, era un caos allá”, contó López.
Fue en noviembre de 2005 que comenzó la travesía de este ponceño cuando a su hermanito, como cariñosamente le dice, recibió una llamada desde Nueva Orleans para que se reportara al trabajo.
“A mi hermano lo llaman y me dice: ‘mira, vente conmigo, que allá hay mucho trabajo porque casi todo el mundo se fue y necesitan gente para trabajar’”, relató a Primera Hora.
“Yo le decía que no, que yo me iba a quedar aquí porque allá en New Orleans no me gusta. Había ido de vacaciones porque mis hermanos y papá viven allá y no me gustaba, pero cuando vi que él compró el pasaje para irse y me dio como un sentimiento, porque nosotros siempre hemos sido apegaos, y le dije: ‘acho, cómpramelo, que me voy contigo’”, dijo López Torres, quien trabajaba en una empresa de textiles.
A los pocos días llegó a la ciudad sureña que recién pasaba por una de las peores catástrofes atmosféricas en la historia de Estados Unidos, sin saber inglés y sin tener conocimiento en el trabajo que iba a realizar, pues la oferta de empleo de la que le habló su hermano era para laborar como soldador en la confección de barcos para la Marina de Guerra.
“Yo no sabía na’, no sabía ni leer una cinta, no sabía soldar, ni leer un plano, no sabía, na’, pero como aquí se había ido todo el mundo, no había gente para trabajar, pues me cogieron. Me hicieron solo una entrevista verbal y ya”, recordó.
El desastre del huracán Katrina provocó un éxodo masivo de Nueva Orleans que disminuyó de 400 mil habitantes a 200 mil entre finales de 2005 y el 2006.
La sinceridad de Juan fue un factor clave en el desempeño de su trabajo y le contó a su jefe que él no sabía nada de lo que allí se hacía, pero que de igual manera estaba dispuesto a trabajar.
“Yo le dije: ‘de verdad que yo no sé nada de esto’, pero él me respondió: ‘tranquilo, aquí hay varios que tampoco saben nada, pero prométeme que vas a aprender’”, contó el boricua desde el Industrial Canal Lock, en Nueva Orleans.
Y su promesa no se hizo en vano, ya que el ponceño aprendió a leer planos y a soldar en plata para barcos.
“Y hoy día soy el mejor soldador dondequiera que me pare”, resaltó.
En el 2008, lo trasladaron a Mississippi en donde trabajó por dos años. Allí nació su tercera hija, Andrea Nicole, producto de su relación con la colombiana Stephanie Paz. Juan también es padre de Ryan y Juan, de 18 y 16 años, respectivamente. Ambos hijos de relaciones anteriores.
En el 2011, regresó a Nueva Orleans donde comienza a trabajar la plomería de los barcos de la Guardia Costanera de los Estados Unidos.
“Aquí hacemos los barcos que se usan para los operativos de drogas”, dijo con orgullo.
Sobre su adaptación en la ciudad relata que no se le ha hecho complicado, gracias al respaldo de su familia.
“En verdad no ha sido tan difícil porque cuento mucho con el apoyo de mi papá y de mis dos hermanos, y también pues mi esposa y mi hija me apoyan mucho”, manifestó.
En cuanto a sus retos, resalta que aunque ha aprendido a hablar inglés no lo domina a la perfección, ya que en sus trabajos siempre ha estado rodeado de latinos que le hablan en español.
“He aprendido inglés, pero en el transcurso de todos mis trabajos casi la mayoría son puertorriqueños y dominicanos, y se me ha hecho un poquito difícil aprender el idioma, pero también es uno de mis retos aprender bien el inglés”, expresó confiado. La nostalgia se apodera de Juan cuando se le pregunta si extraña la Isla.
“Sí, inclusive allá tengo a mi mamá, mi hermana, familiares y mis amistades desde pequeño. Extraño mucho lo que es compartir con ellos, salir en la noche en La Guancha allá en Ponce en Puerto Rico”, añadió.
Sin embargo, a pesar del sentimentalismo, no está en sus planes regresar pronto.
Su amor por la cocina
Aunque Juan López Torres llegó a Nueva Orleans para laborar en la confección de barcos del gobierno de Estados Unidos, su talento en las artes culinarias es lo que ha hecho que resalte entre los pocos puertorriqueños que viven en esta ciudad.
En el 2018, después de estar un tiempo cocinando desde su casa, montó un restaurante en un pulguero de la ciudad que llevaba por nombre The Island.
Su letrero ilustrado con el mapa de Puerto Rico y un pilón era el gancho para anunciar que allí se hacía mofongo.
Con la ayuda de su esposa Stephanie, su papá, Juan López; y la esposa de su padre, Yvonne, el boricua logró establecer en la ciudad el único restaurante de comida criolla.
“Chacho, tú llegabas a ver eso, siempre estaba lleno, había gente que hacía fila de dos horas para comer… siempre, siempre estaba lleno”, afirmó con entusiasmo.
“Vendía mofongo con carne frita, con camarones, con pulpo, tostones rellenos, sorullitos de maíz, empanadillas de pizza. Era como estar en Piñones”, comparó.
A sus palabras le hicieron eco, su papá y su hermano, quienes daban fe de que el restaurante era la sensación del bloque.
“Aquí venía gente que guiaba desde otras ciudades, venían desde Mississippi para comerse un buen mofongo, es que a él le quedaban bien buenos”, dijo Juan López, padre.
“¿Recuerdas la vez que vinieron aquellas 20 personas de lejos para comer mofongo y tuvieron que esperar un montón? Pero esperaron felices y se fueron bien contentos”, rememoró, por su parte, su hermano Juan Carlos.
Fue en The Island que Juan conoció a muchos boricuas, pues el restaurante, que abría sábados y domingos, se convirtió en el encuentro para los puertorriqueños en Nueva Orleans.
“Aquí poníamos hasta música en vivo”, relató.
Aunque el restaurante llevaba un buen ritmo y gozaba de popularidad, la falta de tiempo para dedicarle a su pequeña hija y a su esposa, así como un llamado de parte de la iglesia a la que asiste, le hicieron cerrar el negocio.
“Preferí a Dios y a mi familia”, comentó.
Al indagar si algún día pensaba reabrir el establecimiento respondió que le encantaría, porque es su sueño, pero tiene que hacer un balance entre el negocio y la familia.
“A mí me encantaba mi restaurante, era la manera de mostrar aquí en New Orleans un pedacito de Puerto Rico, nuestra cultura, nuestra sazón y que así nos conocieran”, manifestó entusiasmado.