Entre flamenco y tostones: El boricua que conquistó este ritmo en Almería
John Lix Feliciano se ha enamorado de las bellezas naturales y el tapeo en esa ciudad española.
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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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Hace ocho años, John Lix Feliciano Acosta dejó Puerto Rico persiguiendo el ritmo del flamenco, una pasión que lo llevó a cambiar de continente. Encontró un nuevo hogar en Almería, una ciudad andaluza al sureste de España, donde los manjares típicos son delicias del mar.
John Lix toca la guitarra desde los 15 años, y desde entonces, los acordes han dado forma a su vida. Antes de emprender vuelo hacia España en 2016, el músico, nacido en Mayagüez y criado en Guaynabo, obtuvo un bachillerato en Música de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
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“Comencé a estudiar flamenco en Puerto Rico, terminé mi bachillerato y quería seguir estudiando, entonces el flamenco empezó a ser lo que yo estudiaba. Dejé la guitarra clásica a un lado y vine acá a la casa del trompo para aprenderlo bien”, compartió el guitarrista de 31 años.
John Lix cruzó al viejo continente para enriquecer su amor por el flamenco, logrando dos maestrías en la Escuela Superior de Música de Cataluña y en la Universidad de Granada, en 2018.
Actualmente, es músico a tiempo completo, especializado en flamenco y música caribeña, da clases de guitarra y lidera el grupo musical Nuevos Aires. En 2023, lanzó su primer disco, Por Borikén, que fue seleccionado por la Fundación Nacional para la Cultura Popular como una de las 20 mejores producciones discográficas del año. Además, no solo se ha sumergido en el flamenco, sino que también toca el cuatro puertorriqueño “con orgullo”.
“Hice las maestrías, empecé a trabajar en un colegio privado y después empecé a tocar. Si le digo al John Lix del 2016: ‘mira, tienes que sacar la licencia de conducir de nuevo, tienes que convalidar tus estudios, tienes que sacar la residencia y tienes que sacar la nacionalidad’, estoy seguro de que agobiaría al John Lix del 2016″, afirmó con franqueza.
“Cuando conseguí la residencia fueron dos años y cuando solicité la nacionalidad esperé un año y medio. Fue mucha espera, pero fácil. La licencia de conducir fue lo más difícil porque aquí se conduce bien”, dijo a carcajadas.
“Como tengo la técnica puertorriqueña de conducir, aquí conduzco súper bien, pero a veces es complicado porque aquí la gente no mira a la gente, aquí la gente mira las señales”, comentó.
John Lix describió la técnica puertorriqueña como cuando hay que meterse “poquito a poquito” para cruzar una intersección sin luz hasta que alguien te de paso.
“Aquí la gente espera tener mucho espacio y yo me siento medio Tokyo Drift (la tercera película de The Fast and the Furious)”, respondió entre risas.
Adaptarse sin perder lo esencial
John Lix se define como un boricua que “quiere estar feliz y vivir tranquilo”, un objetivo que ha logrado en su apartamento de tres habitaciones, ubicado cerca de la Plaza de Toros de Almería. Allí vive con su novia granadina, Bárbara Gragera, de 27 años.
A pesar de haber encontrado su lugar en la ciudad andaluza y hablar el mismo idioma, e incluso ser confundido con un canario, la adaptación cultural no fue inmediata. John Lix tuvo que enfrentarse a una serie de diferencias que iban más allá de lo artístico.
“El choque cultural es en la manera de hablar. Nosotros en Puerto Rico decimos: ‘ay, mi amor, perdona que te moleste, disculpa’, y aquí para decir ‘con el permiso’, te dicen: ‘¡quita!’, y eso es normal. Aquí la gente es como más ruda. Al principio me preguntaba por qué me hablaban mal, pero es que hablan así”, explicó.
En cierto modo, hasta tuvo que volver a aprender el español.
“Todas las palabras que yo decía en inglés, ahora las sé decir en español. Yo no digo mattress, digo colchón. Yo no digo counter, digo encimera. Tuve que llenar los vacíos que tenía en el español. También, en vez de decir carro digo coche, en vez de decir guagua digo autobús, en vez de decir licencia digo carné”, dijo.
A medida que se sumergía en la cultura andaluza, también comprendió que ciertas costumbres lingüísticas no eran parte de su identidad. John Lix se resiste al uso del “vosotros” y a la pronunciación de la zeta, como reflejo de su deseo de preservar sus raíces boricuas.
“Nunca diré ‘vosotros, ¿cómo estáis, os apetece unas tapas’. Tampoco pronunciaré la zeta para mantener mi identidad. Todavía sigo hablando con la ele bastante. Sí admito que el ‘cantaíto’ que tengo puede cambiar, dependiendo de con quién esté, pero cambiar la erre por la ele sigue presente”, afirmó.
Una vida sencilla entre el sol, la música y el buen comer
Los días de John Lix transcurren, por lo general, entre los quehaceres del hogar y las diligencias pendientes, ensayar para sus presentaciones musicales, sus cursos de guitarra y tomarse un café con la suegra.
A John Lix le encanta el clima cálido y soleado de Almería, así como su exquisita gastronomía. “Almería te ofrece una calidad de vida brutal. Para mí es un sitio ideal para criar un hijo. Tiene paisajes naturales súper lindos. Es el único sitio donde hay un desierto en toda Europa (el desierto de Tabernas)”, afirmó. Entre sus lugares favoritos de la ciudad, destacó la playa de los Genoveses y la playa Mónsul.
John Lix aprovecha la comodidad de caminar por la ciudad y utilizar el transporte público. Además, cuenta con su propio automóvil para desplazarse a lugares más alejados, aunque comentó que “la gasolina es muy cara”. Llenar el tanque de su carro le cuesta 60 euros en un país donde la gasolina se vende por litros.
Este alto precio lo compensa caminando, lo que le permite que la gasolina le dure entre dos y tres semanas.
Mientras disfruta de las bellezas naturales y la tranquilidad de Almería, John Lix también se ha enamorado del tapeo. A diferencia de otras partes del mundo, en Almería no es raro que al pedir una bebida te incluyan comida sin costo adicional.
“Puedes pedir una cerveza, que te cuesta 3 euros, y pedir un platito de paella, un jamón, un queso o hasta pedir un hot dog, y está incluido”, explicó.
“Aquí yo salgo a cenar y me gasto 8 euros, y me puedo gastar hasta 6 a veces. Todo depende del sitio, pero aquí para comer es increíble. Hay muchas cosas frescas, sobre todo los mariscos, como las gambas de Garrucha, y las carnes. Es buenísimo”, aseguró.
Aunque disfruta de la comida almeriense, de vez en cuando siente nostalgia de los sabores puertorriqueños, que revive en su hogar preparando platos típicos.
“Con los tostones soy un duro. Esta Navidad hice coquito por primera vez para impresionar a los suegros, pero tengo que meterle a más cosas. Quiero hacer un pionono y barriguitas de vieja que mi abuela me hacía”, dijo.
Puerto Rico en el corazón, España en el presente
Cada visita a Puerto Rico es una mezcla de emociones para John Lix: la alegría de reencontrarse con su gente, pero también el recordatorio de las dificultades que muchos boricuas enfrentan día a día.
“Ahora mismo quiero estar aquí. Quiero seguir con mi chica, casarme y ver qué va a pasar, porque ella tiene su trabajo. Lo veo todo más acá. Cuando estoy mucho tiempo en Puerto Rico, siento las mismas frustraciones que cualquier boricua: los apagones, el tráfico… Acá nunca cojo tapón. Me siento muy cómodo”, expresó.
“El año pasado estuve cuatro meses en Puerto Rico después de una gira que hice y me di cuenta de que el Puerto Rico que dejé no es el que está ahora. Mis hermanos se han mudado de Puerto Rico también, mi abuela ya falleció, mis amistades muchas no están. Fui y me sentía raro”, agregó.
John Lix, siendo el único boricua en su entorno, añora mucho a su familia y el calor humano que distingue a Puerto Rico.
“A veces me pregunto si podré mantener mi cultura en el momento que tenga un hijo, que se sienta tanto español como puertorriqueño, que tenga todo eso presente en su día a día”, dijo.
“Si existiera un lugar como España, con su cultura y su infraestructura, pero lleno de puertorriqueños, creo que sería el paraíso. Pero también me di cuenta de que no hay un lugar perfecto para vivir. A veces quisiera volver al pasado, cuando estaba en la universidad, con mis dos hermanos, mi papá, mi mamá y mi abuela… revivir esos momentos”, confesó.
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