Lima. Un cielo gris sin un solo destello de luz se imponía como todos los días, durante ocho meses del año. “Algunos peruanos le llaman la panza del burro”, explicó el arquitecto Irvine Torres, un boricua que se conoce al dedillo la cultura, tradiciones y el entorno de la capital peruana, el lugar que se convirtió en su centro de trabajo hace ya una década.

El fenómeno es común en el desierto en que se encuentra enclavada la ciudad y donde, por ende, tampoco llueve. Ya Irvine se acostumbró a eso y a las peculiaridades del país al que llegó sin proyecciones futuras y donde estableció -junto al socio mexicano Javier Sánchez-, la empresa de diseño y construcción JSA, Lima.

Relacionadas

“La comparable con el burro es porque tienes una nube gris que impide que el sol entre a la ciudad, esa nube la tenemos ocho meses del año y tienes esta impresión de que caerá un superaguacero, pero no cae nada. Cae como una especie de rocío mañanero”, dijo el empresario natural de Bayamón.

Mudarse a este país fue para Irvine una aventura en un terreno desconocido. Sin embargo, no era nuevo su arrojo. El arquitecto ya había emprendido vuelo lejos de su tierra al trasladarse a México para desarrollarse profesionalmente.

“Yo me voy a colaborar (como arquitecto asociado) a un despacho en Ciudad México. Estaba en una etapa de mi vida que quería reinventarme y el plan era solamente estar en México un año y regresarme a Puerto Rico”, contó el empresario de 45 años y cuya madre reside en la Isla y su hermano en Nueva York.

Pero el plan evolucionó cuando comenzó a decaer la industria de la construcción en Puerto Rico. Por ello, Irvine decidió alargar su estancia en suelo azteca.

“Hace 12 años se nos acercó un cliente de Lima para un concurso de un proyecto para su casa. Mas allá de que el proyecto ni se desarrolló, ni se llevó a algo específico, el concurso nos conectó con la ciudad y luego salió otro encargo que desarrollamos desde México”, recordó.

“Cuando comienza la ejecución de la obra, yo comienzo a viajar como cada cinco semanas para supervisar y vimos que existe un crecimiento importante en la industria de la construcción en Lima. Empezaron a salir otros posibles encargos y planteamos la posibilidad de crear una pequeña oficina; una ramificación de la de México, para atender directamente los posibles proyectos que se podían desarrollar acá. Lo vimos como una aventura, no existía una formalidad tal cual, de crear una oficina, sino como un pequeño despacho que se dedicara a manejar directamente la relación con Perú”, agregó el egresado de la Universidad Politécnica de Puerto Rico.

El panorama se presentaba entonces como un importante reto en la carrera profesional del arquitecto. Entender y procesar los conceptos de la industria de la construcción de Lima y comenzar a crear el andamiaje para que los trabajos fluyeran, de inmediato, pasaron a ser las prioridades del experto.

“Creo que el reto de mayor complejidad fue entender cómo funciona la lógica local en la industria de la construcción y eso -paralelo- se ramifica en otras situaciones que nos afectan a nosotros los creativos, que es entender métodos constructivos, trabajar con materiales distintos; incluso detalles como pueden ser vocabularios, la lógica en torno a la industria a cómo afecta la economía, a cómo se trabaja con ciertos materiales; las relaciones con los clientes, con los obreros… es como comenzar de alguna manera de cero”, indicó Irvine.

Otro aspecto desafiante fue empezar a ampliar su círculo de amistades en Lima.

“Generar un nuevo círculo de amigos es siempre un reto; uno va infiltrándose en diferentes capas que te presenta la cultura. Yo lo hice a través de la música (salsa), de alguna manera uno genera un grupo de amigos. También el vínculo con otros profesionales de la arquitectura siempre ayuda”, dijo el boricua.

Su experiencia en Lima

El contexto urbano que proyecta la capital de Perú y la tranquilidad que se disfruta en la región, sumada a los espacios y al panorama que ofrece la ciudad para practicar el ciclismo, son los elementos que han conquistado a Irvine. “Lima es una ciudad que invita a caminarla, a vivirla. Es bonito caminar Miraflores, San Isidro, Barranco. Es una ciudad muy tranquila”.

“Mi vida cotidiana la he simplificado, vivo a diez pasos de donde está mi oficina. Eso para mí tiene un valor agregado, me da tranquilidad. Por otra parte, practico el ciclismo. Tenemos un grupo. Nos juntamos a las 4:30 a.m. o 5:00 a.m., dependiendo la distancia que se vaya a hacer, cuatro o cinco días a la semana”, agregó.

Matices intensos

En la ciudad se perciben contrastes muy marcados. Recorrerla impone una perspectiva realista sobre la extrema pobreza que se puede palpar en algunos sectores, principalmente por las viviendas, y, por otra parte, las áreas más aventajadas.

“Hay cosas que son, relativamente, económicas y hay otras que hay un desfase. La vivienda es cara. No importa en qué parte de la ciudad estés, suele ser cara y está muy asociado al valor de la tierra. Los precios son relativamente altos en comparación con Puerto Rico. Lo que hace que el valor de la unidad tenga un precio fuerte o elevado a la hora de la venta tiene que ver mucho con el valor del terreno. Cuando uno compara esa ecuación con Puerto Rico, sí está más elevado”, manifestó el empresario.

De hecho, en Lima el financiamiento hipotecario es a 15 años y el interés de la banca oscila entre 7% y 8%.

“Se puede financiar la casa en soles (moneda nacional, cuyo valor en el mercado es de 3.31 por cada dólar) o en dólares; la moneda nacional ha estado muy sólida en los últimos dos años con referente al dólar”, dijo Irvine.

Por otro lado, el costo de la energía eléctrica en Lima es económico.

“Yo pagaba en Santurce $175 mensuales y acá pago, no importa lo que pase, $35. La infraestructura eléctrica está muy bien. El 99.9% de las personas paga energía eléctrica. Entonces es un sistema muy eficiente, no hay subsidio de energía; lo que tú consumes, lo pagas. A pesar de ver lugares que parece que hay una informalidad increíble, eso sí lo tienen controlado. Eso hace que la producción de energía sea eficiente”, explicó el arquitecto al agregar que el proveedor del servicio recae en manos privadas.

Un cuadro similar se presenta con el sistema de agua, cuyo servicio -según constató Irvine-, es igualmente efectivo. En cuanto a la compra de alimentos, Lima presenta alternativas orgánicas y económicas.

“La compra diaria, eso sí es mucho más económico. Todo es muy fresco. Es un contraste muy marcado cuando tú vas a un supermercado acá versus uno en Puerto Rico. Pasillos y neveras de alimentos procesados, eso no existe acá”, sostuvo al tiempo que revela su secreto cuando le dan bajones de comida criolla.

“La comida de la selva del Perú es la más que se parece a nosotros. Ellos usan el plátano verde (que se llama plátano bellaco); ellos tienen un majado parecido al mofongo. Cuando tengo un bajón de mofongo, eso es un reemplazo”, manifestó.

Otro de los productos que extraña con frecuencia, es el gandul que, aunque se siembra mucho en Lima, no lo consumen.

“Hay industrias para exportarlo, mucho del gandul enlatado en Puerto Rico es sembrado en Perú. No lo consumen, porque no está en su línea de consumo gastronómico. Exportan, pero no lo venden (allí)”, destacó.

Lo que más extraña

Irvine asegura que no era tan playero cuando vivía en la Isla. Sin embargo, distanciarse de las aguas del Caribe lo llevó a revalorizar “ciertas cosas”.

“A veces, cuando uno tiene las cosas muy cotidianas, no las aprecia tanto. Acá la playa jamás va a ser como la playa caribeña. Eso sí lo extraño. Extraño un poco la experiencia más casual de la vida; el lugar donde te la pasas bien”, dijo.

Ahora no fue categórico al responder si proyecta regresar, pero sí dejó claro que no se siente desvinculado de la Isla, a la que viaja dos o tres veces al año.

“No sé por qué no me gusta pensar en esa idea de quedarme en Lima. Acá tengo mi desarrollo profesional, pero yo me siento que soy parte de Puerto Rico también. Puede ser que un día me dé la locura y me regrese, pero me gusta pensar en una cosa más amplia. En Puerto Rico tengo a mi mamá, tengo colegas, trabajando a distancia... Me siento conectado con la Isla, por eso no tengo esa ideología de que tengo que regresar”, concluyó.