Lima. Encontrarse con boricuas lejos del país siempre es gratificante, pero que ocurra por casualidad con un amigo de la infancia con el que no hubo conexión por 20 años, eleva a otro nivel la experiencia.

Así lo vivió el arquitecto Irvine Torres, quien un sábado cualquiera, mientras caminaba por las calles de la capital peruana, coincidió con Doel González, su compañero de escuela en la Central High de Santurce.

“Yo estaba caminando de mi casa al supermercado; he sido siempre aficionado al ciclismo y entonces veo una persona que viene a la distancia en bicicleta, me detengo a ver en qué bicicleta viene y de momento digo: ‘qué mucho se parece este personaje a Doel’, y él se queda mirando, se detiene y me dice: ‘oye, ¿tú eres Irvine?’”, narró el arquitecto.

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De inmediato se pusieron al día y comenzaron a hacer conexiones con otros puertorriqueños en la ciudad. La idea era ampliar el círculo, mientras se fijaban metas de entrenamiento en el ciclismo, un deporte que los une.

“En ese momento, éramos -fácil- cinco o seis puertorros acá... nos juntábamos a menudo y jangueábamos bastante”, comentó Doel, quien lleva 22 años casado con una peruana y tiene tres hijos.

Sin embargo, el grupo se redujo. Varios de los boricuas con los que formaban los bembés y hacían extensas rutas en bicicletas se mudaron a otros lugares, por lo que Irvine y Doel terminaron siendo “los sobrevivientes”. Aunque hace unos meses se unió un tercer boricua que identificaron como “Juanca”.

“Somos tres, aquí nos llaman ‘La armada boricua’, porque somos tres boricuas contra todos los peruanos, cuando salimos a entrenar”, expresó Doel, quien labora en Lima en un área relacionada a la logística industrial.

El dúo ha recorrido largos trayectos en bicicleta. Por ejemplo, cruzaron 155 millas a través del desierto en un periodo de ocho horas. En otra jornada, recorrieron 810 millas de Lima a Cusco, en nueve días.

“A Irvine le dicen ‘el cóndor boricua en la bicicleta’, porque puede ir a 3,000 o 5,000 metros, sube bien y escala bien en la bicicleta, que ni los mismos peruanos pueden”, destacó Doel.

¿Y por qué consideras a Irvine un Boricua en la Luna?, preguntamos a Doel.

“A diferencia de mí, que tengo la bendición de que tengo dos familias -la puertorriqueña y la peruana-, Irvine vino así cual boys scout a la guerra, sin conocer a nadie, y eso es súper reconocible porque es complicado. Hasta los mismos peruanos se sorprenden con todos los contactos que tiene en su trabajo, en la música, en el arte, en el deporte… es el embajador perfecto para Puerto Rico”, contestó.