“Mi nena tiene novio”
Conoce cómo enfrentar esa primera relación sentimental de tu hija en la adolescencia.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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Antonio Santiago, padre de dos chicas jóvenes, no puede recordar la fecha exacta en que ocurrió. Sin embargo, en su mente están clavadas las palabras precisas que su hija mayor, al cumplir 14 años, le comunicó: “Papi, ¿mi jevo puede venir a la casa a la comer?”.
Su respuesta, después de tragar hondo y evitar una reacción abrupta, fue un “sí”. En su caso, aclaró que sus hijas fueron precoces en ese sentido, y ya veía señales de que pronto esa etapa de enamoramiento en la adolescencia llegaría.
Así las cosas, Santiago conoció al primer amor de su hija en su casa. En el hogar de Santiago, una vez a la semana se acostumbra, religiosamente, a cenar en familia. Por lo que sumar un asiento más a la inquebrantable rutina no sería un problema. Una vez se dio ese primer encuentro Santiago decidió hablarle a su hija y explicarle las nuevas reglas dentro de su hogar para que se su “jevo” la visite y a su vez entender lo que “mi nena experimenta”.
“Uno conoce a sus hijas y uno se va percatando de las cosas. El día que me lo dijo tuve que respirar y le dije que ‘sí’, porque mi clave en esto es la siguiente: no digas que no de entrada. Decir no y poner prohibiciones es la puerta más rápida para que los hijos te lleven la contraria y se salgan con la suya. Mi otra clave es que los inventos con los novios se hacen en mi casa,es la única manera de supervisar, y si son en otra parte allá también vamos”, indicó Santiago, quien tiene múltiples anécdotas sobre la inclusión de los novios de sus hijas al núcleo familiar.
Entre una de esas experiencias memorables cuenta cómo su hija quiso incluir a su novio en el viaje de Navidad a Nueva York. Santiago y su esposa accedieron asumiendo la totalidad de los gastos de novio.
“Recuerdo cómo mis hijas buscaron por Internet este hotel espectacular con una habitación brutal ubicado en Times Square en New York. Aquella habitación de lujo que pagué yo. Cuando llegó a New York, mi hija mayor me dijo: ‘Papi la habitación tuya con la de mi novio’ es la otra del lado. Compartí una cama full toda una semana con el jevo de mi hija, mientras mi esposa y mis hijas dormían como reinas en la habitación de lujo”, narró Santiago, que ha aprendido a integrar a los novios de sus hijas en la mayoría de las actividades.
En otra ocasión, el suceso le ocurrió con su hija menor. A su casa llegó un conocido reguetonero (se reservó el nombre), junto a un amigo con la música a todo volumen, los asientos reclinados y con actitud de que se las saben todas. Al ver esa escena, Santiago le advirtió a su hija que si querían salir con ella, esa no era la forma correcta. Ese día fue Santiago quien recibió al pretendiente que nunca regresó al hogar.
“Uno tiene que estar presente en la vida de las hijas y en la medida que uno integre a sus amigos y sea partícipe de las actividades, puede uno entender mejor esto, porque todos pasamos por ahí y ni ellas ni los novios pueden venir con cuentos. De cuentos yo sí sé”, señaló Santiago, que recalcó que siempre ha mantenido una comunicación abierta con sus hijas.
Comunicar y supervisar
Precisamente, fomentar esa comunicación entre padres e hijas desde edad temprana es vital para poder entender la etapa de adolescencia, recalcó el psicólogo Héctor Coca.
“Si los padres nunca fueron capaces de hablar con sus hijas de cómo nacen los bebés, no deben esperar apertura de los adolescentes. Hay que cosechar cuando son pequeños para recoger esos frutos en la juventud. Pero eso no quiere decir que no se puede hacer nada, lo primero es educarse. Papi y mami tienen que educarse y orientarse sobre la adolescencia y relaciones”, subrayó Coca que recomienda no reaccionar con prohibiciones salvo que el pretendiente tenga conducta delictiva o conflictos.
Sobre esa primera vez en que la menor verbaliza su etapa de amorío, el psicólogo recomienda a los padres no exagerar la relación al tratar de llevarla o convertirla en algo formal. El chico se debe tratar como un amigo más con la salvedad de que existe un interés sentimental.
“El uso del nombre novio implica cuando la pareja se está preparando para una relación formal y en la adolescencia los menores no lo ven así. Para ellos es un proceso de aprendizaje que está atado a los impulsos de atracción. Mi sugerencia es que los padres no le den tanto color al asunto ni lo tomen tan a pecho. Tampoco es ser los padres más complacientes porque hay unas reglas que respetar. Mi recomendación es tratar a ese amigo o jevito como un amigo más que visita su hogar, pero con supervisión. Si al hogar van amiguitas también se tratan igual”, precisó Coca.
El profesional de la salud mental puntualizó que la supervisión es la clave de crianza de menores. Si los padres de la joven desean que el jevo viste su hogar, se deben comunicar las reglas a la hija y mantener una supervisión constante a las actividades de la pareja de adolescentes.
Asimismo recalcó que las prohibiciones, aunque no las recomienda, deben ir acompañadas de explicaciones que pueden ser que el menor corre peligro en el lugar de jangueo.
Por último, el doctor enfatizó que tampoco las madres pueden ser las consentidoras y permisivas al “querer vivir la película de las fantasías románticas de ellas a través de las relaciones de sus hijas”.
¿Qué hacer?
El psicólogo Héctor Coca sugiere:
Desarrolla y fomenta la buena comunicación con tus hijos desde pequeños. No esperes a la adolescencia para hacerlo.
Edúcate y oriéntate sobre la etapa de la adolescencia, las relaciones sentimentales y la sexualidad.
No le des tanto color al rol de novio ya que implica formalidad y el adolescente no necesariamente lo ve así. Entiende que se trata de un proceso normal que va atado a la atracción.
Siempre con o sin novio el menor debe ser supervisado en el hogar y en la escuela.
No impongas prohibiciones. Explica las reglas y al decir no, detalla el porqué y las razones.
Tampoco seas un padre o madre alcahuete.
Trata al novio o la novia igual que se trata a otro amigo.
Integra en la medida que puedas al amigo especial a las actividades familiares.
No vivas la película romántica de tus hijos a través de tus ilusiones y fantasías. Entiende que esa ilusión es de ellos.