El valor rige la vida de Jacquelina Rodríguez-Mont
La doctora ha logrado ganarle a la adversidad en su meta por salir adelante.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
PUBLICIDAD
Ni la limitación económica, ni el diagnóstico de cáncer en tres ocasiones ni el dolor por la muerte de su mamá en su adolescencia frenaron su empeño por superarse.
La doctora Jacquelina Rodríguez-Mont, quien dirige el Instituto Socio-Económico Comunitario, Inc. (Insec), no cree en excusas a la hora de luchar por lo que se desea.
Es consciente de que las circunstancias difíciles pueden presentarse en el camino, pero en su filosofía de vida, la adversidad jamás es mayor que su voluntad de levantarse y seguir.
“Quisiera que los seres humanos se dieran más crédito en la capacidad que tienen para ellos transformar sus vidas”, reflexiona pensativa quien lidera la entidad sin fines de lucro, dirigida a ofrecer servicios de capacitación de empleo, desarrollo económico y comunitario, además de trabajar en el manejo de crisis y proveer servicios de emergencia.
“Quisiera que las personas que viven en Puerto Rico, todas entendieran que la capacidad no tiene límites, que ellos pueden aspirar a lo que deseen, que no paren de soñar, que no paren de creer en sí mismos porque eso es lo que nos mueve, y es lo que hace un país distinto. Pero empieza con cada uno de nosotros. Es individual. Por eso creo tanto en la educación, porque sentir que te he impartido conocimiento me hace sentir satisfecha, que cumplí mi misión”.
Hace cuatro años y medio que Rodríguez-Mont, quien cuenta con un doctorado en Negocio internacional y regional, y negociación, está al frente de la corporación que sirve a toda la Isla.
A lo largo del tiempo, ha vivido la satisfacción de tender la mano junto con su equipo de trabajo, a cientos de personas que han recurrido a los servicios de Insec en busca de ayuda.
“Aquí lo que hacemos es proveerles herramientas educativas y técnicas a los participantes que se acercan a nosotros para poder entonces otorgarles a una oportunidad de sobrellevar una independencia económica. Nos enfocamos en aquellas familias e individuos de bajos recursos en Puerto Rico de manera que ellos tengan esa oportunidad de sobresalir dentro el cualquiera de los cuatro programas que nosotros tenemos”.
También, se dedican a atender necesidades inmediatas. “Podría ser que le hace falta una cama de posiciones, el tanque de oxígeno, una silla de ruedas, un audífono. Eso también se maneja dentro del programa de servicios de emergencia”.
Si bien la egresada de la Universidad de Nueva York celebra los logros de la entidad y la satisfacción de servir, lo cierto es que no es la primera vez que labora para una organización sin fines de lucro.
“Antes dirigía el Teatro Pregones de El Bronx. Era parte de lo que había estudiado, así que para mí fue espectacular no solamente trabajar con la gente latina en Nueva York, sino saber que los dirigentes también eran puertorriqueños y que muchos de los actores eran puertorriqueños, y poder saber que estaba trabajando en una compañía que muchas de sus funciones eran prolongar todo lo que es la literatura de teatro de Puerto Rico”, menciona la profesional ponceña.
Pero tras una década de vivir en el estado neoyorquino, regresó a la Isla.
“Me dio cáncer”, revela. “Mi mamá tuvo el mismo tipo de cáncer (de seno) a la misma edad (35 años). Yo creo que eso me hizo fuerte para afrontar lo que era un reto de salud. Creo que fue parte del proceso, un proceso bastante difícil”.
Para hacerle frente a la enfermedad, que se presentó en su cuerpo otras dos veces, hizo una pausa laboral. “Determiné enfocarme en lo que era mi salud. Yo vi lo que hizo con mi mamá, que murió a los 40. Decidí vivir, y no era que mi mamá no quería vivir, pero llegó un punto en que se cansó y me dijo, ‘quiero descansar’. No es fácil. Yo tenía 16 cuando eso pasó. Era una niña. Sentí que me dieron una patada”, lamenta.
Por eso le agrada vivir al máximo. “Cada segundo que pasa no vuelve. Es una realidad. Esa oportunidad de decirle a alguien que lo amas, que lo quieres. Yo soy partidaria de decir yo vivo y aprendo”, destaca. “La madurez no es un acto de edad. Es un acto de conciencia”.
Como parte de su filosofía de vida, la pasión es uno de los motores principales para lograr sus aspiraciones.
“No me digas que no puedes”, reflexiona la también madre de una niña de 3 años. “Yo me pude superar. Quise soñar, alcanzar el grado más alto en educación y lo logré. Si yo fui a estudiar en Nueva York, en México, en Europa, con becas, tú puedes. No hay diferencia. Lo importante es esa fuerza interna, esa pasión de vivir, porque cuando tú ves la muerte de frente, cuando tú piensas que toca a tu puerta, te das cuenta que la vida es efímera, que es un segundo, y en ocasiones prestamos atención a cosas tan insignificantes y pasamos por alto cosas de más valor”.