Definitivamente, ella habla más que él.

Después de todo, ella es la pastora de la familia y él, su orgulloso esposo.

Elba García, de 62 años, y Héctor Sánchez, de 45, describen su relación como una ejemplar. Sin embargo, no siempre fue así.

Hace 13 años, la pareja se conoció en un comercio. “Un día, salí con mi sobrina a un negocio. Yo estaba sorprendida porque él me estaba mirando como si me conociera. Me tiró un besito y una guiñá. Se acercó a la mesa”, recuerda Elba.

“Empezamos una amistad. Todo empezó con que yo me desahogaba con él y él se desahogaba conmigo”, sostiene Elba, quien es pastora de una iglesia pentecostal en Carolina desde hace dos años y medio.

La ministra tenía abiertas algunas heridas de su pasado cuando Héctor llegó a su vida. Elba tuvo una “relación bien difícil que terminó por la vía judicial” y dos de sus cuatro hijos perecieron. Por su parte, Héctor también se había divorciado de la madre de su hijo.

En ese contexto, inició la relación. Al principio, ambos socializaban y “se daban la vuelta”. Poco tiempo despúes, ella “se reconcilió con Dios” y cambió su estilo de vida, pero él no.

Elba opina que en el momento en que se conocieron, Héctor aún no estaba preparado para asumir una relación de pareja. “Como que le faltaba una milla adicional para correr”, sostiene.

“Yo estaba loco por ahí en la calle”, afirma él. “Le gustaba socializar mucho, mucho, mucho. Él salía y yo me molestaba, pero llegó el momento en el que yo le dije: ‘Si quieres volar, vuela’”, comenta.

“Ella es una mujer buena; yo tenía que cambiar porque se me iba a ir. No hay más ninguna así”, afirma Héctor, quien se gana la vida como handyman. “¡Ay, gracias mi amor!”, reacciona con felicidad Elba ante el comentario de su marido.

“Los primeros cinco años fueron bien duros. Fueron de inestabilidad, en lo que él se acoplaba a mí y yo me acoplaba a él. Después de los cinco años, yo le dije ‘Vamos a hablar, porque si no funciona, no quiero saber de nada’. Yo no estoy buscando a una persona que me mantenga, él tampoco está buscando una mujer mayor que lo mantenga. A veces, la gente piensa eso, que (un joven) se une a una mujer mayor para que lo mantenga o para vivir de su seguro social o de la pensión que pueda tener. Aquí no había eso”, acota Elba.

Después de la tormenta, llegó la calma. La pareja contrajo matrimonio y estableció su residencia en Barrazas, en Carolina. “Hemos llegado a un clímax de mucha tranquilidad, de mucha paz”, indica la pastora.

La diferencia de edad no es un problema para el matrimonio. “Yo me siento tan enérgica en la armonía de mi cuerpo. Puedo dar la milla extra. Los 62 (años) no son el final de una vida. Con el pasar de la menopausia, no se acabó todo”, reconoce.

“Siempre hay burlas y dicen: ‘¡Qué ridícula!’. Yo lo sé. Uno lo siente”, comenta ella. Él, por su parte, dice que “al verme más joven a mí, piensan que le puedo pegar los cuernos”.

Ellos no le hacen caso a esos comentarios. “Nosotros vivimos aquí y nadie me paga la luz ni el agua”, establece Héctor.

La pareja ha logrado una integración tal que los nietos de Elba, Antony y Dereck, de 11 y 10 años, respectivamente, ven en Héctor a un abuelo.

“Él me tiene mucha calma. Él es paciente; me ha enseñado a hablar las cosas”, asegura ella. “Y ella a mí también me tiene calma, porque yo soy bastante eléctrico”, advierte él.

¿Y... cómo se siente ser esposo de una pastora? “Orgulloso hasta lo último. Ella me enseña muchas cosas”, concluye Héctor.