John Stuart Mill fue uno de los más influyentes filósofos del siglo XIX. Sus libros contienen una amplitud de pensamiento que fue muy poco común entre sus contemporáneos.

Desde pequeño, Mill fue sometido a una enseñanza muy estricta que comprendía las disciplinas de la filosofía, la historia, la ética y la economía, así como las lenguas del griego y latín.

De esta abarcadora educación nació uno de los pensadores más imparciales de su época. Por ejemplo, Mill defendía los derechos del trabajador y los sindicatos, pero, también creía en el sistema capitalista. De igual manera, consideraba que ninguna persona debería tener privilegios sobre otra y que todos los seres humanos eran merecedores de una educación completa que formara su intelecto y su carácter.

Por otro lado, apoyó vehementemente la libertad de expresión. Incluso, Mill consideraba que aun las opiniones que tuvieran fundamentos falsos podían tener valor, ya que al refutarlas, se afianzan los principios que desafían. Por tales motivos, el pensador consideraba que la libertad de expresión era imprescindible para el progreso de un país.

Es interesante notar que una persona que pudo acceder a la cantidad de información y razonamiento a la que estuvo expuesto John Stuart Mill promulgara una filosofía que defendía el punto medio de las circunstancias humanas. Esta peculiar cercanía al conocimiento y a las ideas de los pensadores de todos los tiempos le dió una capacidad heterogénea de formular sus ideas. Así fue como pudo escribir acerca de un sinnúmero de temas sobre los cuales no tuvo miedo de exponer, en distintas ocasiones, sus propias dudas.

Por la honestidad intelectual que caracterizó el trabajo de John Stuart Mill podemos apreciar la sinceridad con la que afirma que: “Los hombres no guardan la verdad con más celo que el error”.