La mayoría de las personas considera la ducha diaria como una práctica higiénica y relajante, sin embargo, para otros, este acto cotidiano se transforma en una fuente de intenso miedo y ansiedad.

Esta fobia, conocida como ablutofobia, implica un temor irracional y extremo hacia el acto de bañarse o realizar cualquier tipo de limpieza personal. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) define las fobias como miedos incontrolables, irracionales y persistentes hacia objetos, situaciones o actividades específicas.

En una reciente entrevista con expertos, ‘El Comercio’ exploró las causas, síntomas y posibles tratamientos para quienes sufren de ablutofobia.

“Las fobias son trastornos de ansiedad que se caracterizan por un miedo intenso y persistente hacia un objeto, situación o actividad específica. Es más una reacción fisiológica del organismo, que tiene como objetivo claro la prevención ante el peligro. Esto muchas veces, también, tiene un proceso de evolución que se convierte en ansiedad. Dentro de las muchas fobias que existen, una de ellas es la ablutofobia”, explica Héctor Lazo Huaylinos, psicólogo de la SANNA Clínica San Borja.

Karen Jacobs, psiquiatra de Cleveland Clinic, añade que la ansiedad puede llegar a ser tan extrema que incluso pensar en actividades relacionadas con el agua, como lavarse las manos, provoca un gran malestar.

Síntomas de la ablutofobia

Miedo persistente basado en pensamientos irracionales sobre el baño.

Síntomas físicos como pulso acelerado, respiración dificultosa, debilidad, mareos, palpitaciones, cambios en la temperatura corporal, falta de aliento, temblores, sudores y náuseas.

Comportamientos evasivos extremos para no tener que enfrentarse a situaciones que impliquen agua.

Orígenes de la ablutofobia

Investigaciones de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford sugieren que los factores genéticos y ambientales juegan un papel crucial en el desarrollo de las fobias.

“Los miedos irracionales se aprenden y ocurren luego de un hecho traumático. En el caso de un niño, podría desarrollarse si los padres lo obligan a bañarse a través de golpes, insultos y/u otros tipos de agresiones. Esto puede llevar al niño a asociar el baño con un momento traumático debido a los malos tratos que recibió en su infancia”, añadió Lazo.

También menciona que el aprendizaje por observación, como ver a un adulto cercano manifestar pánico ante la situación, puede ser un factor contribuyente.

“De este modo, podemos identificar que las fobias suelen desarrollarse en la infancia, pero pueden aparecer en cualquier momento de la vida de una persona”, aseveró el psicólogo experto.

¿Cómo se realiza el diagnóstico de la ablutofobia?

El diagnóstico de una fobia como la ablutofobia se basa en una evaluación clínica meticulosa realizada por un especialista en salud mental. “El especialista realizará una prueba diagnóstica para saber si el paciente presenta los síntomas mencionados, como pulso acelerado y sudoración excesiva al pensar en bañarse o mojarse”, explicó Lazo Huaylinos.

Además, según Karen Jacobs, los criterios diagnósticos de la ablutofobia incluyen un miedo intenso y persistente a situaciones específicas relacionadas con el agua, reacciones de ansiedad desproporcionadas respecto al peligro real, y la evitación de situaciones que impliquen el uso de agua. Estos síntomas deben persistir durante al menos seis meses y causar un deterioro significativo en la vida diaria del afectado.

En cuanto al tratamiento, Lazo Huaylinos destaca la efectividad de la terapia cognitivo-conductual (TCC), un enfoque que aborda cómo nuestras creencias, pensamientos y comportamientos afectan nuestras emociones.

“El terapeuta evaluará la fobia y cómo está afectando la vida del individuo. De esta forma, se identificará el objeto o situación fóbica, así como las creencias y pensamientos asociados con ella. Del mismo modo, el tratamiento consiste en una exposición gradual, donde la persona se enfrentará poco a poco al objeto o la situación temida, siempre en un ambiente seguro y controlado, lo que será de mucha ayuda para desensibilizar la ansiedad condicionada y a aprender que el estímulo fóbico no es realmente tan amenazante como se percibía inicialmente”, agregó.

Karen Jacobs, por su parte, menciona que la terapia de exposición puede comenzar con imágenes o videos de la acción temida, avanzando gradualmente hacia actividades más directas como tocar agua o bañarse. Se utilizan también técnicas de relajación, como la respiración profunda y la relajación muscular progresiva, para ayudar a reducir la ansiedad durante la exposición. Además, se enseña a los pacientes a reemplazar pensamientos negativos y distorsionados por otros más realistas y menos amenazantes.