
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
PUBLICIDAD
Mujeriego, donjuán, casanova… Que más da cómo lo llamen. El perfil es el mismo: un rompecorazones decidido a vender falsos sueños con tal de alargar su lista de conquistas.
Son detectables a simple vista. Pero siempre se las ingenian para apuntar su flecha al corazón de alguna mujer ilusa que, con la esperanza de atraparlo, cae en sus redes y acepta sus engaños.
¿Nacen o se hacen? ¿Por qué actúan así? ¿Tienen posibilidades de cambiar?
“No se nace siendo mujeriego”, responde enfático el psiquiatra Douglas J. Romero. “Actuar de esa forma es una elección. Muchos de ellos dicen ‘es que yo soy así’ o ‘tú sabes como yo soy’. El mujeriego siempre tiene mil excusas para sus parejas y para ellos mismos, para justificarse el hecho de que están hiriendo constantemente a las personas que se suponen que más aman”.
El doctor aclara que “la crianza y las experiencias que ese hombre tuvo durante su vida lo van a influenciar, pero siempre que tomamos una acción es una elección. Y las elecciones que tomamos en nuestra vida siempre las podemos cambiar”.
El psiquiatra añade que como parte del perfil de este hombre, “el egoísmo lo lleva a ser mujeriego”. El donjuán, “al tener varias parejas, tiene que tomar una decisión entre algo que ‘sé que va a herir a alguien’, versus trabajar para formar una relación profunda emocionalmente con su pareja”.
Por otro lado, hay quienes piensan que el hombre que actúa de este modo esconde una posible homosexualidad. Al respecto, el doctor aclara que se trata de una creencia falsa, ya que “la mayoría de los hombres mujeriegos simplemente siguen sus impulsos sin importarle genuinamente que hieren a sus parejas”. Y aunque sí hay casos de “una persona homosexual que actúa como mujeriego para ‘probarse’ o compensar”, lo cierto es que “son casos raros, la excepción”.
El rol de la sociedad
El doctor comenta que “la cultura fomenta este comportamiento”, en especial cuando “vivimos en una sociedad machista que todavía no ha traído paridad social para las mujeres, y esto se refleja en el trato sentimental”.
A su vez, nuestra cultura fomenta “el obtener de inmediato y preocuparse después, lo que en relaciones lleva a la mentalidad de seguir los impulsos y, después, mágicamente, pensar que las cosas se pueden resolver”. Esto aplica también “a las mujeres que se juntan con estos hombres, que piensan que, fantasiosamente, van a cambiar a pesar de que desde el principio presentan las características típicas del mujeriego”.
Incluso, “muchas mujeres, aunque repudian externamente este comportamiento, sienten un atractivo hacia ‘el chico malo’ y se envuelven con ellos pensando que pueden ‘salvarlos’”.
No te engañes
La esperanza de muchas mujeres que se enamoran de un seductor con estas características es que él cambie su conducta. En este sentido, el psiquiatra señala que “sí, todo comportamiento humano se puede cambiar”. Y que el “ser mujeriego es una elección, y como todas las elecciones la persona puede elegir actuar diferente”. Sin embargo, “la realidad práctica no es si alguien puede cambiar, sino, si cambió genuinamente y si va a sostener este cambio”. Al respecto Romero abunda en que “el patrón clásico es que el mujeriego actúa, es descubierto, actúa conciliatoriamente y, luego, reincide”.
A su vez, otra realidad “es que estas personas no cambian hasta que llegan a su vejez, cuando ya, porque se cansaron de los conflictos constantes, o por no poder atraer a nuevas parejas, tienden a quedarse con la persona con quien están, y típicamente las tratan mal”, aclara.
El doctor reitera que “cambiar la conducta para el hombre mujeriego es difícil ya que está acostumbrado a, egoístamente, llenar sus necesidades a expensas de otros”. Esto los pone “en una posición cómoda, pues junto con sus justificaciones siempre encuentran la forma de que sus acciones sean culpa de otra persona y nunca de ellos (‘es que soy así’, ‘si no me pelearas tanto’, ‘fue ella quien lo permitió’)”.
Para que este hombre pueda cambiar deben darse dos aspectos. Ésos son “crear conciencia genuina de que sus acciones hieren a una persona que quieren”, y estar dispuesto “a tratar a su pareja como una persona a su mismo nivel (con todas las consideraciones y respeto que eso conlleva) y no como un objeto”. El doctor enfatiza que “sin estos dos elementos, no habrá cambio verdadero”.
Respecto a la intimidad sexual
Por su parte, la Dra. Carmen G. Valcárcel-Mercado, experta en sexualidad humana, revela que “la vida sexual de una pareja que está basada en el respeto mutuo, tiende a ser balanceada, a desarrollar un ritmo”. Como consecuencia, “típicamente ese ritmo toma en consideración las necesidades de intimidad y satisfacción sexual de ambos”. Pero en el caso del mujeriego “tiende a ser una relación desbalanceada donde se toma en consideración mayormente los deseos y necesidades de él”. Por lo tanto, “si la expectativa de esa mujer es que él va a cambiar, tendrá probablemente la mayor decepción de su vida pues cambiar la conducta del donjuán es casi imposible, pues radica en sus inseguridades y necesidad de reconocimiento y validación por otros”.
La doctora añade que “su personalidad seductora es reforzada cada vez que logra una nueva conquista y no es hasta que pierde su capacidad de seducir que se enfrenta con su realidad”. Cuando llega ese momento, en la mayoría de los casos, “ha cambiado de pareja en innumerables ocasiones”.
Cabe mencionar que “aun cuando la mayoría de los mujeriegos terminan en la cama con otras, no necesariamente desarrollan relaciones de pareja con las que no son su pareja ‘oficial’”. Más bien, éstos “se dedican a recibir la validación de su conducta, y tan pronto consiguen el halago y la atención de la dama conquistada, ella se convierte en eso: otra conquista”.
La elección es tuya
El doctor señala que “no existirían mujeriegos si las mujeres toman mayor conciencia de las relaciones en que se envuelven”. Y advierte que “si eligen inteligentemente o si ven que el patrón reincide y se alejan a tiempo, no tienen que ser víctimas emocionales de personas que realmente no las consideran ni le muestran amor real”.
Asimismo, reitera que “una vez se envuelven con un mujeriego, tienen que tomar la decisión de si se quedan ahí y continúan sufriendo, o si se alejan de ésta persona. Alejarse al principio le va a hacer sentir mal, pero a la larga les va a evitar dolor”.
A modo de conclusión, el psiquiatra enfatiza que “no debemos jugar con el corazón de nadie. Y no debemos tolerar las personas que jueguen con nuestro corazón”.
Para citas con el psiquiatra Douglas J. Romero o la sexóloga Carmen G. Valcárcel-Mercado: 787-764-5642, douglasromero@douglasromero.com, sexologamedica@gmail.com /www.mimejoramiento.com
Conoce su perfil
- El hombre mujeriego basa sus relaciones sentimentales en el egoísmo y en la búsqueda del placer.
- Tiende a ser una persona asertiva externamente -lo que forma parte de su atractivo para las mujeres-, pero con grandes miedos e inseguridades en su interior.
- Suele ser encantador al principio de la relación, pues ha refinado el arte de las relaciones superficiales.
-Tiende a ser posesivo y dominante para con su pareja, pues a pesar de que las hieren constantemente, tampoco las quieren dejar ir para que puedan sanar.
- Es abusivo siempre psicológicamente, y a veces, físicamente.
- La mayoría no soportan estar solos, y buscan validación en otros, independientemente del dolor que puedan causar.
- Muchas veces, no es que deseen provocar dolor a la mujer, sino que no desarrollan empatía por los sentimientos de ella, quien terminará, en muchos casos, sintiéndose usada y minará su autoestima. Esto no significa que si esa mujer sabe, o se le informa, que la conquista es para pasar el rato -y eso es lo que ella desea- pues podría no haber consecuencias mayores.
Fuente: Dr. Douglas J. Romero, psiquiatra; y Dra. Carmen G. Valcárcel-Mercado, experta en sexualidad humana
Aspectos a considerar
La sexóloga menciona cómo la relación puede perjudicarse:
Esta conducta afecta a ambos. La pareja deja de ser unida y la relación se convierte en un sube y baja.
Una vez se descubre que el hombre es un mujeriego, comienzan las dudas, los reclamos, las peleas, las reconciliaciones, los insultos y, por supuesto, la falta de respeto inherente a esta conducta.
Se pierde la confianza y cada uno tiende a enajenarse en su conducta: el mujeriego, a esconderse; y la mujer, a rebuscar.
El donjuán, para lograr que su compañera se mantenga en la relación, desarrolla estrategias para manejar -y hasta aprovecharse de- las inseguridades de su pareja. Utiliza frases como “Tú causas esto; ya no te arreglas; siempre estás cansada y yo soy joven; es parte de mi trabajo andar con mujeres...”, etc.
Muchas veces la mujer desarrolla cuestionamientos como ‘ por qué ya no hay relaciones sexuales como antes’, si su capacidad de atraer su pareja ha disminuido, o hasta si podría ser ella misma la causa de que su pareja busque otras mujeres.
Una vez ella conoce de la “reincidencia” con otras mujeres, puede surgir la preocupación de contagiarse de alguna infección de transmisión sexual.
En ánimo de no perder la relación, muchas mujeres acceden a prácticas sexuales que no considerarían antes, incluso exponiéndose a prácticas de alto riesgo.
Para aprender a sobrellevarlo
Ella
Debe buscar ayuda profesional para mejorar su autoestima y desarrollar estrategias para la toma de decisiones sobre su relación.
Si entiende que su pareja es un mujeriego y no le afecta esa conducta, podría decidir permanecer sin mayor dificultad en esa relación. Sin embargo, esta reacción sería una rareza de la naturaleza, pues los seres humanos desarrollamos apego hacia nuestras parejas. Sería extremadamente raro que no surjan celos, sentimientos de rechazo o de traición.
Él
Lo primero es crear conciencia de que la validación que busca al ser mujeriego surge, muchas veces, de la poca autoestima que tiene. Esto lo lleva a necesitar afirmación de parte de otros respecto a su atractivo.
Para mejorar ese aspecto, debe buscar ayuda de un profesional de la conducta humana.
Debe aprender a valorarse, desarrollar el aspecto emocional y el espiritual (no religioso) que le haga manifestar aprecio por su persona sin la necesidad de la validación externa.
Fuente: Dra. Carmen G. Valcárcel-Mercado, experta en sexualidad humana