Mortal tener a los envejecientes en el olvido
Los ancianos boricuas tienen el doble de probabilidad de suicidarse que el resto de la población, según un estudio.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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En algunas culturas los veneran, pero en la nuestra los ancianos muchas veces quedan olvidados y estudios demuestran que tienen el doble de probabilidad de suicidarse que el resto de la población.
Ese fue el terrible hallazgo que hizo el sociólogo, gerontólogo y catedrático José Rodríguez como parte de un análisis publicado por el Scientific & Academic Publishing.
El experto comparó información y estadísticas del Departamento de Salud recopiladas desde el 1980 hasta el 2015 y encontró que desde hace más de tres décadas la probabilidad de suicidio entre nuestros adultos mayores se ha convertido en una situación que parece que no cede y continúa hasta nuestros días.
Rodríguez señaló que se trata de un problema grande que deja muchas secuelas en la sociedad y que debe atenderse de forma urgente y desde puntos de vista interdisciplinarios y transdisciplinarios.
“Esto se ve desde hace ¡35 años! Cuando tú ves que el promedio se ha mantenido igual todo este tiempo, con algunas cuantas excepciones en que no ha habido suficientes datos, eso te dice a ti cuán poco efectivos son los programas en términos de prevención e intervención”, lamentó Rodríguez en entrevista con Primera Hora.
Según el estudio, los factores principales para que la probabilidad de suicidio sea el doble entre los envejecientes que en el resto de la población son: altos niveles de pobreza, disparidad en acceso a servicios de salud, mayor prevalencia de enfermedades mentales y físicas -como por ejemplo diabetes, cáncer, condiciones cardiovasculares, entre otras-, y la marginación social.
Rodríguez indicó que luego de cierta edad muchas personas comienzan a enfermarse y ya no pueden hacer las mismas cosas que antes. Luego ven que sus grupos de apoyo, con los que contaban van desapareciendo por el ajetreo diario, mientras que sus amistades poco a poco van muriendo. Quedan, entonces, grupos sociales como iglesias o voluntarios de algunas organizaciones que no siempre logran suplir las necesidades de esta población.
“Es una pena decirlo, pero hemos encontrado que mientras los adultos mayores están yendo a las iglesias está todo bien, pero si se enferman va el pastor o los diáconos de vez en cuando... No tienen tampoco esas estructuras para dar el apoyo de forma oficial y continua”, señaló el experto.
Otra situación que ha visto y que complica el panorama es que cada vez hay más ancianos cuidando ancianos.
Dependiendo de la definición que se use, Rodríguez mismo podría estar en esta categoría, porque tiene 58 años -y en algunas agencias eso ya califica como envejeciente- mientras que su madre tiene 87 tantos.
Por lo tanto, llegará el momento que tenga que batallar con sus propios cambios, conflictos y necesidades, mientras tiene que ayudar a su mamá y esa situación le pasa a cada vez a más personas.
“Todos esos factores que hemos mencionado, lamentablemente, todavía siguen siendo de gran influencia. Vemos que como sociedad no hemos podido manejarlos adecuadamente, o no hemos podido disminuirlos y eso lo que nos indica es que debemos reevaluar lo que estamos haciendo. No es para echar culpas a un gobierno, una institución o una agencia en particular, porque cuando vienes a ver ninguno tiene los recursos suficientes para hacerlo todo”, explicó.
Sin embargo, para Rodríguez es necesario levantar banderas ante la realidad del potencial de suicidios entre esta población y cada agencia debe mirar la capacidad de manejo de los casos y compartir con otras las posibles acciones para disminuir la posibilidad de fatalidades.
Su colega catedrático del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, José Luis Méndez, calificó los hallazgos del estudio, así como todos las situaciones que hay con los envejecientes, como “uno de los problemas más grandes que tiene Puerto Rico”.
“Es un problema que trasciende, inclusive, la calidad de vida del anciano, porque está ya trastocando la sociedad puertorriqueña. Todas las sociedades necesitan cierto equilibrio en términos de poblaciones y aquí en la Isla ese equilibrio está roto y cada día más fracturado con la migración” de personas jóvenes y la falta de nacimientos al mismo ritmo de antes, entre otros factores, señaló Méndez.
Recordó lo que muchos demógrafos han planteado antes: que nuestra población se está haciendo vieja.
A juicio de Méndez, aunque ya se sabe de “nuestro envejecimiento” como sociedad, no nos estamos preparados para la realidad de que vamos a durar más que nuestros antepasados y debemos planificar para que luego de nuestro retiro podamos tener suficientes recursos de todo tipo que cubran las necesidades, las que serán distintas y más amplias que en otra época de la vida.
Hay otro problema para lo que se prevé será la población adulta mayor dentro de algunas décadas y es el de la falta de trabajo y la criminalidad, alertó Méndez.
Hay cientos de jóvenes que no tienen empleo o trabajan a tiempo parcial, lo que no les permite tener derecho a esos planes de retiro. Por otro lado, hay otros que caen en el patrón del crimen y terminan en las cárceles donde los cuidados de salud y la alimentación no son los mejores.
“Cuando esas poblaciones se hagan ancianas van a ver cómo no pudieron hacer esa planificación para su vejez y no tienen cómo sostenerse”, afirmó Méndez.
Rodríguez, por su parte, indicó que todo esto coincide con que cada vez el gobierno tiene menos recursos para ayudar con servicios a las personas. La crisis fiscal no se resolverá de inmediato y ya se ven recortes en servicios que afectan a los ancianos, y eso contribuye a su vulnerabilidad.
No hay solución fácil
“Ninguna estructura social tiene la capacidad plena para manejar un problema tan profundo como este. Por eso hay que hablar de apoyo conjunto”, dijo Rodríguez.
Además, la actitud del adulto mayor ante lo que le sucede es bien importante. Instó a tratar de ver las cosas con calma y buscar ayuda una vez la persona esté pensando en ideas que no son tan adecuadas.
Es importante también que los adultos mayores tengan conocimiento y se eduquen acerca de cómo es esa etapa de vida, qué es lo que va a pasar.
Recordó que estar triste por ciertas situaciones puede ser normal, pero no es lo mismo que estar deprimido.
Por otro lado, las agencias tienen que mirarse unas a otras para asegurarse de que no se está tratando de reinventar, duplicando servicios o asignando recursos a programas que no dan resultados.
“Si una agencia tiene un programa exitoso y la procuraduría de las personas mayores tiene otra cosa, hay que unirse para ser más eficiente y eficaz”, expresó Rodríguez.
“Las instituciones privadas y las denominaciones eclesiásticas pueden buscar fondos para apoyar gestiones de prevención... pero tienen que ser sensibles a la población de adultos mayores y que no se mezclen programas para personas con problemas de alcohol, o para quien sufre de esquizofrenia a un anciano que lo que está es deprimido, porque no va a funcionar. La sensibilidad en ese sentido es clave”, declaró.
Asimismo, familiares y vecinos no deben presumir que todo está bien con la persona si no la escuchan quejarse.
“Hay que preguntar qué necesita, cómo podemos ayudarte, no dejarlos solos; buscar que se sientan acompañados. De esta forma, se puede traer mucha ayuda”, sentenció.
Cifras alarmantes
85 - La mayor cantidad de suicidios cometidos por personas mayores de 65 años en las pasadas tres décadas, siendo el fatídico año 1991.
25.03 - El mayor radio de proporción entre suicidios en ancianos si se compara con el resto de los grupos. Esto ocurrió en el año 1981.
57 - La cantidad de suicidios en personas mayores de 65 años en el 2015, que es la fecha más reciente del estudio.
641,223 - El total de personas mayores de 65 años registradas como residentes en Puerto Rico para el 2015.
1990 - Año en que ocurrió la segunda mayor tasa de suicidios entre personas de la tercera edad. La cifra fue de 79 fatalidades.