La agresión no tiene excusa. No importa cuánto coraje tengamos o lo ofendidos que nos sintamos, nadie tiene derecho a golpear o maltratar a su pareja. Y que conste, esto es válido tanto para los hombres como para las mujeres porque, lamentablemente, hoy día unos y otros exhibimos una marcada tendencia a tratar de resolver nuestros conflictos con demostraciones de hostilidad física.

Pero, como es de imaginar, la violencia sólo provoca más violencia. No hay más que leer los titulares de los diarios para constatar que, si seguimos así, las consecuencias pueden ser fatales. Por ello, en respuesta a la creciente ola de abusos y atropellos conyugales, e inspirados por la situación de una pareja de lectores -quienes no saben cómo controlar sus hábitos de maltrato mutuo-, A tu manera entrevistó al conocido psicólogo Roberto Tirigall para dialogar sobre el tema.

La violencia conyugal

Nos explicó Roberto Tirigall que la violencia conyugal “se caracteriza por producirse, por supuesto, entre los integrantes de la pareja, pero afecta, también, a los espectadores”. Entre éstos, se encuentran no sólo los hijos y/o familiares más cercanos, sino otros allegados, incluyendo amigos y hasta vecinos que los aprecien a ambos. Por eso, los sucesos de agresión física o verbal en una pareja se desbordan de los límites de su entorno y “producen tensión, angustia y ansiedad en el espectador”.

Tipos de relaciones

Tirigall también hizo la salvedad de que las relaciones o vínculos de pareja pueden ser de tres tipos. “El asertivo, expresa lo que piensa, pero, siempre sin agredir. Sólo se para y dice: ‘Yo esto no lo aguanto’”, indicó. El permisivo, por su parte, “le puede decir algo a su pareja -por ejemplo: ‘Esto no me gustó’-, pero, al otro día, vuelve a lo mismo”. En cambio, el autoritario, siempre intentará imponer su criterio, aun a costa del bienestar del otro.

“Los que no tienen control de su ira es porque no pueden ser asertivos”, sostiene el especialista, “no pueden expresar lo que les molesta, no pueden decir ‘no’. Por ello, se quedan con valor residual, acumulan ira por no ser auténticos. Pero, si fueran asertivos, dirían: ‘Hablamos luego, que ahora tengo coraje’. Tendrían y sabrían usar su mecanismo de control; podrían pensar, sentir y actuar de manera adecuada”, acotó.

Distintas clases de agresión

El especialista también nos habló sobre los distintos tipos de agresión que, por lo general, se identifican en parejas disfuncionales. “Los cuatro más conocidos son: agresión física, psicológica, sexual y económica”, enumeró.

La física es, por supuesto, la más evidente, pues un ojo morado o un brazo partido no siempre son fáciles de disimular. La psicológica, en cambio, no deja huellas aparentes y hay que estar bien pendientes para poder percibirla. Algunas señales delatoras son cambios emocionales y/o en el comportamiento de la persona afectada. La agresión sexual, también, por ocurrir en la privacidad del hogar de la pareja, suele ser más difícil de identificar, a menos que el agredido se atreva a buscar ayuda o a hacernos alguna confidencia.

Por último, el control económico que algunos ejercen sobre sus cónyuges puede disfrazarse de austeridad y no ser fácilmente reconocible por los espectadores.

¿Por qué pasa?

“Las causas principales” para las faltas de respeto en una pareja, de acuerdo con Tirigall, obedecen a que “hay falta de cuidado mutuo y hay una gran sensación de inseguridad”, expresó. También, hay falta de conciencia porque “los integrantes de la pareja no se dan cuenta de que hay una enfermedad (en la relación). Pero, no pueden estarse maltratando, no pueden seguir así por mucho tiempo”, añadió el experto.

Más aún, advirtió, la ignorancia no debe confundirse con falta de conciencia. “La ignorancia es no saber cómo tramitar las diferencias entre la pareja”, opinó. Por eso, algunos “no saben cómo resolver (sus conflictos) si no es con violencia”.

De otra parte, no debemos olvidar otro factor muy importante que podría influenciar el comportamiento de las parejas que se faltan el respeto. Este factor es la tendencia a seguir “un modelo idenfiticatorio. Como cuando (el uno y/o el otro) se identifican con (lo que hizo) la generación anterior. O sea, desde niños, se identifican con un modelo de maltrato”, informó el psicólogo. Es decir, de grandes, imitan el comportamiento de sus padres u otros adultos cuya presencia y modo de actuar les resultó significativa.

Por supuesto, el especialista también mencionó que en este tipo de análisis se debe contemplar la posibilidad de que alguien en la pareja padezca de alcoholismo o drogadicción, pues “ambas inciden mucho en esto”, señaló. “El alcohol libera el control de la conciencia sobre el inconsciente y el inconsciente proyecta lo que uno tiene adentro”, mencionó. De modo que si lo que sentimos es una ira fulminante, si no sabemos manejar nuestros impulsos, sobre esa emoción será que actuaremos.

Falta de destrezas

Existen ciertas destrezas que resultan claves para el buen manejo de conflictos y otras situaciones desagradables. Se trata de saber “cómo controlar los impulsos”, sostuvo Tirigall. “Otra causa es la ausencia de comprensión con la incompatibilidad de caracteres”, añadió. Es decir, cuando al uno se le dificulta aceptar que es normal y razonable que el otro piense, opine o actúe de manera diferente a la suya.

Comportamiento cíclico

En parejas cuya relación se desarrolla en ciclos, “en una fase de violencia, por ejemplo”, expresó Tirigall, “hay una alternancia entre momentos de calma y momentos de agresión. Es como una ola, que sube y baja. Hay momentos en que están como en una luna de miel, pero, (éstos) van siendo cada vez menores, con el tiempo. Poco a poco”, prosiguió, “comienzan de nuevo las discusiones y las peleas, y la pareja puede llegar a la escalada de violencia, que es el máximo estado, el pico de la violencia”.

Las consecuencias

Además de las razones obvias, estos ciclos de comportamiento le preocupan a Tirigall porque “las consecuencias pueden ser muy graves. Puede tratarse de lesiones graves o, incluso, de homicidio”. Además, ambos, “tanto el que maltrata como el maltratado” son responsables de las instancias de agresión y maltrato. “Los dos están implicados”, insiste el psicólogo.

Por mencionar sólo algunos, los resultados de una relación abusiva y maltratante -según los enumeró el especialista- pueden ser, entre otros, “problemas de salud mental, angustia, tensión, coraje, depresión”, además de la “concomitancia somática, que es cuando se manifiestan físicamente los sentimientos”.

Así, vemos que en parejas con este tipo de relación uno de los dos -o hasta ambos- puede presentar constantes dolores de cabeza, problemas estomacales o insomnio.

Las soluciones

Por supuesto, para Roberto Tirigall, una de las prioridades es tratar de evitar “que los hijos de la pareja -en el caso de que los haya- repitan el ciclo de maltrato y faltas de respeto por identificación. La identificación es como un pegamento, un engrudo que une a las personas. Yo veo el modelo (de comportamiento) y lo incorporo, me pego, me identifico”.

Por ende, para romper con esos ciclos, “me tengo que sacar, desidentificar y no repetir”. “Pero”, continuó el experto, “si no tomas conciencia, si no sabes que estás siguiendo un patrón en tu mente”, difícilmente se puedan resolver estos conflictos.

Por supuesto, Tirigall también destacó importantes sugerencias para que las parejas que se faltan el respeto puedan encontrar soluciones a sus conflictos.

  • “Lo primero que hay que hacer es reconocer (que existe) la relación violenta.

  • Segundo, hay que asumir las responsabilidades que tiene ese vínculo disfuncional.

  • Tercero, hay que pedir apoyo profesional, por ejemplo, servicio social, psicológico, psiquiátrico y legal, porque éste es un asunto legal.

  • Cuarto, sería conveniente que buscaran ayuda individual y para la pareja con profesionales que se especialicen, precisamente en relaciones de pareja”.

    Más consejos prácticos

    Para evitar que una discusión entre la pareja se convierta en un conflicto agresivo, el psicólogo Roberto Tirigall recomienda:

  • Detenerse, tomar un momento para pensar las cosas con calma.

  •  Aprender a hacer una respiración profunda y abdominal antes de actuar de manera violenta.

  • Hacer un esfuerzo por ponerse en el lugar del otro y escuchar lo que tiene decir, permitiéndole que exponga su punto de vista.

  • No interrumpir al otro mientras habla y no tratar de adivinar lo que va a expresar.

  • Pasar juicio sólo sobre lo que de verdad se dijo y no sobre lo que nos imaginábamos que se iba a decir.

  • Aprender a soltar los pensamientos tóxicos de agresividad que nos vienen a la mente.

  • En lo posible, tratar de sustituir los pensamientos de agresividad con pensamiento de buena voluntad y positivismo.

  • Enfocarse en pensamientos de solución y no de conflictos o de problemas.

  • Tratar de no confrontar al otro agresivamente, de no ir al choque.

  • Hacer un esfuerzo por comunicar las propias ideas mejor.

  • Abandonar el prejuicio y los cartelitos de “tú nunca” y “tú siempre” porque los absolutos sólo nos llevan a conductas destructivas.

  • Tratar de mejorar al autocontrol de los impulsos agresivos.

    Roberto Tirigall es psicólogo, escritor y conferenciante internacional. El especialista es, también, el autor de los libros “Psicomeditación” y “Psicobelleza”. Para más información, pueden visitar el portal de www.robertotirigall.com.