¿Eres un adulto que para dormir necesita chuparse el dedo?
Se ha visto que esta conducta es típica en los primeros tres a cinco años de vida.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
PUBLICIDAD
Todos tenemos algún hábito de infancia que nos negamos a dejar ir. Quizás, el afán de sintonizar el canal de programas infantiles en la televisión o coleccionar peluches.
En cierta medida, nos parece una conducta común y hasta tolerable. Incluso, es posible que muchos de nosotros acostumbremos hacer algunas de ellas. Pero, ¿qué sucede cuando se trata de un adulto que exige dormir con la misma pequeña frazada de cuando era niño? ¿O para tomar el sueño, necesita acurrucarse en posición fetal chupándose un dedo, tal cual lo hace un bebé? ¿O cada noche procura mirar debajo de la cama para asegurarse de que no hay monstruos?
Qué dicen las investigaciones
Cuando el apego es hacia un objeto, en inglés a éste se le conoce como security object. Aunque no existen estudios científicos que establezcan con precisión cuántas personas adultas en el mundo tienen esta costumbre, una encuesta realizada a adultos británicos encontró que un 35 por ciento de los participantes reconoció dormir con algún objeto de infancia. La información, difundida en el portal livescience.com, incluye una reacción del psicólogo Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, en la que afirma que este fenómeno “es más común de lo que la gente piensa”.
Por otro lado, el portal hace referencia a un estudio publicado en el 2000 en la revista Journal of Consulting and Clinical Psychology, realizado por el psicólogo Richard Passman, de la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. Al indagar qué representa el objeto de apego para el niño, Passman, a quien se le considera un experto en este tema, encontró que los niños que llevaban consigo su sabanita favorita a la oficina de un doctor experimentaban menos estrés. Para medirlo, se tomaron como referencia los datos reflejados al tomarles la presión sanguínea y los latidos del corazón.
Pero al parecer, este hábito no siempre se va con los días de infancia. Hay adultos que todavía disfrutan de la sensación de bienestar o seguridad que les genera contar con cierto objeto o un hábito.
Por qué ocurre
Aunque sabemos que se trata de un comportamiento que, posiblemente, no tenga mayores repercusiones en la vida de quien lo lleva a cabo, hasta cierto punto, surge curiosidad conocer qué lleva a portarse de este modo a un adulto. “Hay varias razones para ello”, responde el psicólogo Carlos Sosa. “Lo hacemos por esa necesidad de sentirnos protegidos, de tener esa sensación de seguridad, de comfort”. En el caso de quienes se aferran a un objeto de sus días de infancia, lo hacen porque la presencia de éste, posiblemente, “simboliza un objeto de aquellos días cuando nos sentíamos protegidos”. Y añade que “en psicología se le conoce como regresión, que es un mecanismo de defensa, medidas psicológicas para protegernos de eventos que producen inseguridad”.
Algunas de estas prácticas -como ponerse en posición fetal y chuparse el dedo, hablar como niño, tomar leche con un biberón- “son conductas bien regresivas” porque tienen su origen en etapas iniciales de infancia.
Dependiendo de la situación, en ocasiones puede tratarse de una reacción obsesivo compulsiva. “Obsesivo se refiere a una idea irracional, que se sale de lógica”, explica Sosa. “La compulsividad se refiere al acto para resolver ese pensamiento que tienes; cuando la idea trasciende la conducta”.
Por otro lado, el psicólogo menciona que “cuando el hábito es repetitivo, cuando es un patrón, puede ser un sentimiento de inseguridad que, en algunos casos, se puede ver como una señal de inmadurez psicológica”.
Hábito inofensivo
El doctor aclara que más allá de lo que pueda sorprendernos esta conducta, lo cierto es que “no es algo malo porque son asociaciones que se pueden hacer hacia cosas buenas, que son agradables”.
Por otro lado, es una realidad que “no se supone que un adulto tenga una frazada como security blanket”, señala el psicólogo. Según crecemos, vamos adaptándonos a los respectivos roles “correspondientes a diversas etapas del desarrollo de la personalidad”. De ahí que no nos resulte común aceptar en un adulto comportamientos típicos de los años de infancia.
Quienes las realizan, en ocasiones “sienten vergüenza porque no proveen una imagen adecuada para los adultos, y eso se puede convertir en un problema, el interés por ocultarlo a los demás”. Su práctica “puede crear controversia con quien los rodea”, y hasta burlas. Dependiendo del tipo de hábito, la presión para quien la lleva a cabo puede ser de tal magnitud que lo lleve a sentir ansiedad.
Cuándo buscar ayuda
“Siempre pueden haber conductas para rememorar momentos felices de nuestra vida, y eso no es malo”, señala el doctor. Ahora bien, si se trata de un comportamiento que “se sale de control, que trasciende los límites de lo que es adecuado; si interfiere con la imagen social y cultural de lo que se espera”, ya es momento de buscar el modo de dejar el hábito atrás. “Si entiende que tiene un impacto en la persona en sí, y le causa ansiedad y preocupación”, no cabe duda de que conviene tomar la determinación de superarlo.
Por otro lado, más allá de centrarte en el temor o la falta de seguridad para sentirse capaz de deshacerte del hábito, ten presente que para lograrlo “todo depende del nivel de motivación que tengas” en esta meta. Recuerda que “todo se puede mejorar en la vida si nos ponemos el propósito firme de hacerlo”.
Para citas con el Dr. Carlos Sosa: 787-755-2402 o 787-640-2823
Intenta superarlo
Muchas de estas prácticas son inofensivas. Sin embargo, debes ser honesto y analizar hasta qué punto se trata de un hábito o comportamiento que está creando conflictos en tu vida.
Si notas que la práctica provoca dilemas en tu interacción social o de pareja, considera dialogar y escuchar el parecer de los afectados respecto a tu situación.
Más allá de tratarse de una decisión para complacer a otros, asegúrate de que genuinamente te interesa superarlo.
Dependiendo del hábito, puedes considerar hablar con alguien de confianza para que te alerte cada vez que te venza el interés por recaer.
Si en el intento reconoces la dificultad para liberarte de la práctica por tu propia cuenta, considera buscar ayuda de un profesional de la conducta.