El diccionario define el tradicional núcleo familiar como “un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”. Y si persistimos en profundizar en el tema, encontraremos que, lejos de limitarse a lazos sanguíneos, “emparentar” abarca todo esfuerzo de parentesco que nace por origen común... o por afinidad.

Tal es el caso de las familias compuestas por los matrimonios de Manolo Ávila y Luz Evelyn Valedón, y Wilfredo Valle Muñiz y Arleen Rosario Ayala. En ambas instancias, cada unión se ha enriquecido gracias a la comunión de aspiraciones y valores afines y fundamentales, que han hecho posible que los hijos de las dos parejas –todos fruto de los matrimonios previos de Evelyn y Arleen– hayan aceptado y quieran a Manolo y a Wilfredo, respectivamente, como si fueran sus padres naturales.

Extraordinarias cualidades

“Lo bueno que tiene Manolo es que él ha sido siempre un hombre bien recto, bien transparente”, respondió Evelyn  sobre qué fue lo que vio en él y qué la hizo sentir que sería un excelente padrastro para sus hijos, Gabriel y Carolina  Maldonado Valedón. “Somos bien similares en cuanto a los valores –añadió–. Somos bien parecidos en cuanto al concepto de familia”.

Evelyn también destacó que desde un principio Manolo demostró ser un hombre bien hogareño, algo que para ella resultaba indispensable en una futura pareja... si es que algún día se animaba a volver a casarse. La espera valió la pena y, hoy día, los cuatro están muy unidos. De ahí que su consejo principal para otras mujeres que se encuentren en su misma situación –joven divorciada y con niños– es que “no tengan prisa; no se conformen con lo primero que venga”.

Por su parte, Manolo nunca se había casado y tampoco había tenido hijos, pero de una cosa estaba seguro: anhelaba ser padre de familia, aunque, a sus 32 años “había tomado la determinación de que no iba a casarme”. Claro, eso fue hasta que conoció a Evelyn y ,“definitivamente, sentí ese impacto y no solo me enamoré de ella... también me enamoré de los nenes”, recordó.

Respeto y comprensión

Hoy día, se hace difícil pensar que no siempre estuvieron juntos, pues quienes no los conocen encuentran tanto parecido entre Manolo y los nenes que apenas pueden creer que no sean sus hijos biológicos. Pero Manolo lo tiene bien claro y respeta la relación de Gabriel y Carolina con su padre natural.

Manolo también confesó que le fue más fácil ganarse el afecto de Carolina, que ahora tiene 13, pero a la sazón apenas llegaba a los cinco años. “Yo tenía mucha experiencia con mis tres sobrinas, que son para mí como hijas postizas –aclaró–, además de otros sobrinos por parte de mis hermanas”. Pero, con Gabriel fue otro cantar. Por aquel entonces, el chico ya había cumplido nueve y fue más reservado y distante con él. Sin embargo, esto, lejos de ofender o irritar a Manolo, lo que hizo fue despertarle una natural empatía.

Y es que Manolo, al igual que Gabriel, es producto de un hogar de padres divorciados y esa coincidencia fue la que hizo que el futuro papá comprendiera y validara los sentimientos del niño, y le diera el espacio para que se acostumbrara a su presencia y lo aceptara. Hoy, que Gabriel es todo un hombre –ya tiene 17 años–, ambos comparten un profundo y mutuo afecto. Además, Carolina y Gabriel están encantados de ver a su mamá feliz.

"Daría mi vida por ellos”, concluyó emocionado  Manolo.

Volver a empezar

 Hace apenas cuatro años, Arleen Rosario Ayala se encontró joven, viuda y con tres hijos. Junto con su hija adolescente Ashley Ramos Rosario –producto de una primera unión–, además de su nene José Gabriel y la pequeña Génesis Pantojas Rosario, a quienes tuvo con su esposo fallecido, la joven madre decidió enfrentar la vida con valentía, aun si ello significaba hacer el sacrificio de no volver a casarse.

 Una de las principales razones para que Arleen considerara pasar el resto de su vida sin pareja era que su propia experiencia con su padrastro no había sido cordial ni feliz. Y la sola idea de que sus hijos experimentaran lo mismo la convencía de que su destino era no volver a enamorarse. De hecho, aunque con los años la relación de Arleen con su padrastro dio un giro de 180 grados y hoy día el caballero la busca tanto a ella como a los nenes, a quienes considera sus nietos, el temor persistía en el corazón de la joven madre, quien prefería sacrificar su propia felicidad a correr el riesgo de que su futura pareja no hiciera felices a sus nenes.

  Apenas un año después de haber enviudado, Arleen conoció a Wilfredo. Y por más que intentó disuadirlo de que no se enamorara de ella, de que su vida era demasiado complicada para él, el muchacho –que había estado previamente casado, pero no había tenido descendencia– persistió y no solo se ganó el amor de Arleen... sino el cariño de sus tres hijos.

 Y es que Wilfredo  siempre anheló ser papá. Por eso, para él la prole de Arleen no era un factor detractor, sino algo que lo llenaba de ilusión. “A mí me fascinan los nenes”, expresó con gran entusiasmo. “Ahí fue que me ganó”, intervino Arleen, quien desde un principio comprobó que Wilfredo estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de granjearse el afecto de sus hijos.

Respetarlos y guiarlos

 Wilfredo describe a Arleen como una mujer bien luchadora y confiesa que es uno de los principales rasgos que ambos comparten. Otra cosa que los une es el firme deseo de procurar el bienestar de sus chicos por encima de todo lo demás. No en balde tanto Ashley como José Gabriel y Génesis, quienes llaman papá a Wilfredo , admitieron sentirse completamente felices y a gusto con este nuevo matrimonio de su mamá.

 De hecho, cada uno expresó su enorme satisfacción al reconocerse como parte de este hermoso núcleo familiar. “(A los niños) hay que valorarlos, respetarlos y guiarlos. A ellos, poco a poco, me los fui ganando –dijo Wilfredo– y hoy día tenemos una excelente relación. El amor que yo les doy lo reciben y me lo devuelven de la misma manera”.