Beneficios de la sábila

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La historia de la sábila es, como la del aceite de oliva, la historia de la humanidad. Sus propiedades, beneficios y múltiples usos son bien conocidos desde tiempos inmemoriales. A través de las épocas, la popularidad del aloe vera -que nosotros llamamos zábila o sábila- nunca ha disminuido, pues es una de las plantas con mayor multiplicidad de usos.
Las hojas de la sábila son gruesas y largas -más anchas según se aproximan al tallo y más finitas en las puntas- y tienen unas cortas espinas a ambos lados. Una planta adulta puede producir entre 25 y 30 de estas hojas dispuestas como una roseta en torno a un tronco corto y grueso. Más aún, las hojas, que naturalmente son de un color verde, con el tiempo pueden tornarse de un color marrón rojizo cuando la luz es muy intensa, manteniéndose verdes en condiciones de mayor sombra.
La planta crece muy pegada a la tierra y, aunque muchos piensan que por sus hojas suculentas debe tratarse de algún tipo de cactus, lo cierto es que la sábila pertenece nada menos que a la familia de los lirios, algo que se hace evidente cuando florece dos veces al año. Conocida también como “el lirio del desierto”, sorprende saber que está emparentada con las cebollas y los ajos.
Se dice que la gelatina del aloe contribuye a: reparar la piel dañada (en casos de quemaduras, acné y eczema), acelerar la cicatrización de heridas, aliviar las quemaduras (por su acción refrescante), aliviar los males estomacales (protege la membrana mucosa del estómago irritado), mejorar la circulación sanguínea y linfática, así como la función renal, biliar y hepática.