Más que diversión, una tradición
Sigfredo Rodríguez Cruz rescata el personaje de la Mula Piola para llevar sonrisas dondequiera que va.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Sin saber que trazaba el camino para lo que se convertiría en su sustento de vida, hace 33 años, a Sigfredo Rodríguez Cruz le dio con seguir una tradición que agonizaba en el barrio Galateo Bajo; se vistió de mula, aprendió a contonearse y el resto es historia. Hoy todos los conocen como la Mula Piola, un personaje que reparte sonrisas dondequiera que se presenta.
La costumbre en el sector que lo vio nacer era disfrazarse de equino y visitar casa por casa en busca de propinas o donativos que serían invertidos en actividades del barrio, como el Velorio de Reyes. “Eso es una tradición que había en Galateo Bajo, la cual llegó para eso del 1987. Lo estaban dejando de hacer y mi abuela, María Guzmán, me dice: ‘vamos a hacerte una mulita’ y yo le dije: ‘no, abuela, yo me abochorno’; yo tenía 16 años para ese entonces, pero al siguiente año, abuela insistió, hasta que un día me levanté con ánimo y lo hice”, contó Rodríguez Cruz, con la humildad que lo caracteriza.
El marco de su primera mula fue confeccionado con varillas y tela de saco con la que empacaban el abono entonces. “Mi abuela cosía y fuimos y buscamos el saco que se usaba para abono y ese saco fue el que utilizamos para ponerle lo que era el cuerpo; para la cabeza, usamos un coco seco. El pelo se lo hicimos con hilo de tejer. Cuando la terminamos, yo le dije: ‘ay, mamá, esto no me gusta, quedó muy fea y mamá me contestó: ‘ya está hecha, así sea solo en el barrio, te la tienes que poner”, recordó el isabelino.
Y fue así como, en 1989, la Mula Piola tuvo su primera presentación en un sector del barrio, conocido como las Cuatro Calles de Chelao. Al terminar su intervención, que consistía en bailotear hasta el cansancio e interactuar con su gente, se retiró el sombrero de la cabeza y comenzó a recoger el dinero que el público le daba. “Recuerdo que, para ese entonces, me dieron $21, que para mí era un montón y ahi pensé: ‘wow, esto es un negocio, puedo seguir’ y eso hice”, dijo.
Ya convencido de la idea de continuar, Sigfredo sabía que debía idear una estrategia para que el público le diera propinas en cada presentación. Entonces, valiéndose de lo que escuchaba en una emisora radial, convocó a sus amigos a varias actividades que promovían en la estación.
“Antes de llegar, yo les daba monedas y les decía: ‘vete para tal negocio’, entonces yo llegaba, me presentaba con la mula y, cuando terminaba, iba con el sombrero donde esos amigos para que me echaran para atrás las monedas. Y ahí todo el mundo comenzaba a darme dinero”, relató.
Pero Sigfredo todavía no se sentía preparado para salir de su entorno y, aunque hizo presentaciones en otros barrios de Isabela, no fue hasta el 1993 que comenzó a darse a conocer en otros pueblos. “Me habían invitado a una competencia de paso fino en Isabela y, cuando estaba allí, se me acercó un señor para invitarme a Lares a otra actividad de paso fino; fui y desde ahí seguí yendo a donde me invitaran”, manifestó.
Más adelante, continuó la evolución de la Mula Piola y, esta vez, comenzó a presentarse en cumpleaños, bautismos y actividades para niños. “Ahí empecé a pintarme (la cara), a hacer globos y a pintar caritas de niños; dependiendo de la actividad iba de viejito o de payaso”, indicó Sigfredo tras destacar que el concepto de la mula no ha sido alterado, sino que lo que varía es lo que lleva en su cara.
De hecho, el disfraz de la Mula Piola ha tenido cuatro transformaciones para hacerla más liviana y atemperada al tiempo. El personaje se ha presentado, incluso, en varias ciudades de Estados Unidos. También fue, en su momento, la mascota del equipo de béisbol, los Criollos de Caguas.
“Cuando yo comencé con esto, no pensé que iba a llegar hasta donde estoy hoy día. He vivido muy bien y haciendo el bien llevando alegría que tanta falta hace”, reflexionó el isabelino.
¿Qué es lo más que disfruta de su personaje?, preguntó este diario. “Las risas de la gente”, dijo el también empleado de la Oficina de Turismo del Municipio de Isabela.
Y, ¿cómo busca perpetuar la existencia de la Mula Piola?, se le cuestionó. “Yo tengo un hijo de tres años, Zoharnel Rodríguez, que ya tiene su mulita y, contando con Dios, si a él le gusta, vamos a tener mula para largo. Yo le enseño el valor del dinero y que esto es un trabajo”, concluyó el artista.
Para información, puede llamar al 787-363-0481. También puede procurar información a través de Facebook: Mula Piola.