Aguadillano mantiene vivo el arte de hacer yolas
El pescador Carmelo Morales Blas ha confeccionado más de un centenar de estas embarcaciones.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Nadie mejor que un pescador para conocer los retos que enfrenta mar adentro, cuando, en ocasiones, el arriesgado viaje para buscar el sustento es amenazado por el mal tiempo.
Por eso, en Aguadilla, muchos obreros del océano prefieren la yola, una embarcación que -por su construcción- se asemeja a la tabla de surf que planea por encima del agua, no importa su tamaño.
De eso puede dar fe Carmelo Morales Blas, un pescador aguadillano que ha confeccionado más de un centenar de yolas caseras en un periodo de tres décadas.
“La yola es lo mejor que hay pa’ pescar; es una embarcación preparada para mar y viento. Puedes romper una tormenta más fácil en la yola que en una lancha porque esto planea por encima del agua, como una tabla de surf, que la ola, por más grande que sea uno surfea. La lancha no es así”, explicó Morales Blas, de 65 años.
“La lancha se va y tienes que tener un control, como ella tiene quilla, pues el mar se mete y le hace tanta fuerza a la quilla que, el que no es buen capitán, es fácil pa’ volcarse. Yo he pescado en lancha y a mí no me gusta. Tengo una yola de 18 pies”, recordó.
Para demostrar la estabilidad de una yola, Morales Blas contó algunas anécdotas en que pudieron salir a flote luego de situaciones muy difíciles en medio de la larga jornada que dura al menos 12 horas.
“En esto, ya nosotros probamos que la mar nos ha vira’o allá adentro y hemos podido mantenernos, sacar el agua y salir a flote. Es una embarcación que es de lo mejor. Cuando hay mar y viento, en lo que una lancha llega a la playa, ya nosotros estamos descansando. La lancha tiene mucho más pepa, los motores, pero es en agua pareja pero aquí, en aguas malas, esta embarcación es mejor”, insistió.
“Tengo tantas historias de cosas que me han pasado allá adentro del mar… me han cogido tormentas de verdad. Yo no sé; bueno, por la mano de Dios es que hemos llegado a tierra porque Dios ama al pescador. Me han pasado situaciones bien difíciles, marullos me han voltea’o allá y la yola ha vuelto acá de nuevo bocarriba”, confesó.
Carmelo heredó el oficio de su abuelo, Juan Blas, quien fue uno de los pescadores más conocidos en la llamada “Villa del ojo de agua” y que, por sus cuentos, inspiró la publicación del libro “Blas, el pescador”.
“Yo tenía un tío que hacía estas yolas y un primo, pegué a ayudarle a él y de ahí seguí yo la secuencia. Hasta hoy siempre cae uno que otro (trabajo) y con eso me gano la vida”, dijo el padre de tres varones.
“Ya yo no trabajo (fuera de la casa), tengo una edad y de salud estoy un poquito malo con marcapasos y no puedo trabajar en el sol y esto es lo único que hago. Haciendo botecitos. Ya yo hice lo mío”, explicó.
No obstante, el conocimiento adquirido a través de los años proporciona a Morales Blas cierta ventaja, pues, aunque no tiene la rapidez de su juventud cuando hacía la yola en varios días, el sexagenario domina la materia haciendo de esta una terapia.
Sin embargo, aunque la yola sigue siendo tan usada por los pescadores, ya no queda tanta gente que las haga.
“Yo trabajo con el hijo mío y ya tiene idea. Le enseño a todos los que están conmigo y seguiré haciendo esto hasta que Dios me mande a llamar porque esto me da felicidad”, concluyó.