Cuando una mujer de sufre violencia doméstica (sea física, emocional o económica), los efectos trascienden el acto per sé entre ella y su pareja.

Y si en el hogar hay hijos, las consecuencias pueden ser, a corto y largo plazo, trágicas.

Según estudios de la organización Sudbury-Wayland-Lincoln Domestic Violence Roundtable, de Massachussetts, los hijos de entre 3 y 17 años de edad que presencian la violencia son propensos al miedo y la ansiedad. 

“Siempre están en guardia, a la espera de que ocurra el próximo acto de violencia. No saben a ciencia cierta qué detona el abuso, por lo que nunca se sienten seguros. Su constante preocupación por ellos, su madre y hermanos, y puede llevarlos a sentirse desvalorizados e impotentes”.

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Y estos son los hijos que solo han presenciado la violencia hacia su madre, pues en el caso de los que igualmente son víctimas de abuso de la figura masculina el escenario es más complicado.

Presenciar el abuso, se explica, puede significar ver la interacción de violencia del tipo que sea, o escuchar amenazas o el ruido del acto de abuso. Igualmente, puede ser presenciar las secuelas de un acto previo (heridas, magulladuras, sangre, lágrimas, ropa u otros objetos rotos).

La respuesta emocional de los hijos que presencian violencia doméstica puede incluir sentimientos de miedo, culpa, vergüenza, tristeza; así como pueden sufrir de trastornos del sueño y depresión. Y en una de las situaciones más críticas, pueden experimentar episodios de coraje, tanto contra el agresor como contra su madre, por ser incapaz de prevenir la violencia.

Los indicadores de que el niño o niña es testigo de violencia pueden incluir: dolores de estómago o cabeza, pérdida de su habilidad para concentrarse y mojar la cama. Otros, en su intento de defender a su madre pueden exhibir heridas visibles.

Independientemente de que los hijos sean abusados físicamente o no, por regla general sufrirán de traumas emocionales y sicológicos. Los niños cuyas madres son abusadas son privados de una vida familiar que abriga un desarrollo saludable.

A largo plazo, los niños que se crían observando el abuso hacia su madre, particularmente de su padre, crecen con modelos de relacionamiento en el que una persona usa la violencia sobre otra persona para salirse con la suya. Y considerando que los niños tienden a identificarse con modelos fuertes, en casos pueden hacerlo con el abusador y perder el respeto hacia su madre.

Entonces, las consecuencias se magnifican, pues según los expertos, los niños que crecen en un entorno de abuso aprenden que la violencia es un mecanismo efectivo para resolver problemas y conflictos.