¿Sabes tratar un episodio de ira de tu pequeño? ¿Has analizado cómo reacciona cuando hace una pataleta? ¿Conoces la forma adecuada de lograr la calma?

Para muchos papas y mamás, manejar las rabietas de sus hijos es todo un reto. De hecho, según la experiencia de los psicólogos infantiles, en la mayoría de los casos no saben cómo actuar: “Hay quienes se enfadan y recurren a los regaños y castigos, otros optan por ignorar la situación y dejar que el niño se canse y se calme por sí solo, o, en el peor de los casos, terminan satisfaciendo sus caprichos y deseos con tal de detener la pataleta”, explica Mariana Huertas Mejía, psicóloga infantil.

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Tales opciones, de acuerdo con Huertas, acaban enviando mensajes equivocados al niño, haciéndole creer que la rabia puede ser un vehículo efectivo para resolver problemas o manipular situaciones o que gana quien más poder tenga y grite más fuerte. “El problema es que los padres no saben gestionar la ira de sus hijos de un modo constructivo, y esa rabia termina controlándolos y provocando conductas perjudiciales para la relación familiar”, subraya la especialista.

Para los expertos es fundamental entender que los niños sí pueden controlar su enfado, pero no saben cómo hacerlo. Esto ocurre porque están aprendiendo a regular sus impulsos y a adquirir autocontrol. Por lo tanto, el adulto es quien debe ayudarles a madurar esos procesos de autorregulación.

¿Cómo? El ejemplo es el mejor aliado. “A partir de los dos o tres años, los niños aprenden a gestionar las emociones con base en los modelos que reciben de sus padres por medio de la observación de cómo estos resuelven las situaciones. Así, la forma como los adultos controlan la ira influye positiva o negativamente en el comportamiento que adopta el niño”, comenta Yira Marieta Castro, docente de neurociencia del programa de Psicología del Politécnico Grancolombiano.

En segundo lugar, los padres deben analizar si las pautas de crianza aplicadas están favoreciendo las manifestaciones de enojo. “Hay que revisar si el niño está siendo expuesto a ambientes conflictivos, si se le están fijando límites, si se le está enseñando a desarrollar la tolerancia a la frustración y si se le está fijando una figura de autoridad acorde”, agrega Castro.

En ello coinciden psicólogos infantiles, para quienes el solo hecho de enseñarles a los niños a esperar es fundamental. “Si yo puedo esperar a que suceda algo que deseo, no me voy a descontrolar si no lo obtengo. Por eso, los límites ayudan a controlar el enojo”, resalta Gloria Liliana Sierra, neuropsicóloga y educadora.

Asimismo, los padres deben ayudar a sus pequeños a aceptar sus emociones y entender que enojarse es válido y está bien, siempre y cuando se sepa moderar. Como lo sostiene Sierra, “hay que hacerle comprender al niño que el enojo es bueno porque le permite defenderse, establecer sus propios criterios, asumir una posición o desahogarse. Por lo tanto, no es un sentimiento negativo, pero sí hay que saber controlarlo y conocer sus consecuencias”.

Según la experta, en la aceptación de esta emoción es clave que los niños aprendan a reconocerla, nombrarla y darle significado. En este sentido recomienda decirle al menor: ‘Eso que estás sintiendo se llama coraje y pasa cuando las cosas no salen como quieres o cuando algo te molesta’. También se debe intentar averiguar la razón del enojo. En muchos casos, sentirse escuchado y comprendido es todo lo que su hijo necesita para recuperar la compostura. Esto le ayudará al pequeño a convertir las emociones en palabras y a comprender qué se requiere para resolver el problema.

‘Tips’ para superar la crisis

Mantener la calma y no perder el control de la situación es la primera recomendación de los especialistas a la hora de afrontar un episodio de ira. “Cuando un niño está de mal genio, no es momento de regañarlo, hacerlo entrar en razón ni, mucho menos, de desesperarse, angustiarse o enfurecerse como adulto. Es un momento que hay que dejar pasar, haciendo un ‘tiempo fuera’ en el que la única instrucción que se le debe dar al menor es: ‘Esperamos que te calmes y luego hablamos’”, advierte la doctora Castro.

Aquí, dicen los conocedores del tema, hay que buscar un punto de equilibrio en el que el adulto no sea indiferente, porque no se trata de ignorar al niño, pero tampoco de permitir que la situación lo domine y lo saque de casillas. Ahora bien, una vez el niño ha logrado calmarse es tiempo de hacer el debido razonamiento y exponer las consecuencias de no controlar la ira. Para ello se le debe hablar con claridad y firmeza, sin hacer recriminaciones, críticas severas o amenazas.

En este punto se aconseja fijar reglas para la próxima vez que el niño sienta rabia. Por ejemplo, se debe dejar claro que las emociones intensas no son excusa para un comportamiento inaceptable, por medio de frases como ‘es normal que te enfades, pero no puedes desquitarte con las personas o los objetos’, ‘si te molesta algo, dímelo sin gritar’, ‘tienes derecho a ponerte de mal genio, pero no a tratar mal a las personas’.

Por último, los psicólogos sugieren aprovechar estos momentos para enseñar el valor de la empatía haciendo que los niños reflexionen sobre cómo en un momento de ira pueden herir a los demás o hacerlos sentir mal. Para este caso, los padres se pueden apoyar en cuentos o fábulas que hablen del asunto y den ejemplos ilustrativos y fáciles de comprender.

Cuando la rabia es un síntoma

De acuerdo con la neuropsicóloga y educadora Gloria Liliana Sierra, es importante descartar que las manifestaciones de enojo de los niños, en especial de los más pequeños, se deban a factores como malestares físicos y enfermedades, las cuales generan mayor irritabilidad. En este caso, cuando el enojo no tiene causa aparente, puede ser un síntoma de una condición fisiológica que está perturbando al pequeño. En este caso se sugiere consultar al pediatra para verificar su estado de salud.