En sus más de 30 años como terapeuta de adolescentes Daniel Siegel ha escuchado una y otra vez la misma queja: "Mis padres son aburridos". Miles de jóvenes han desfilado por su consulta lamentándose una y otra vez porque el mundo adulto no los comprende y porque ellos mismos sienten una gran rechazo a la idea de llegar a la adultez.

-En cierto nivel, claro que tienen razón. Los adultos son aburridos- concluye, en medio de risas, el médico de 58 años de edad.

Al teléfono desde Santa Mónica, California, donde es codirector del Mindful Awareness Research Center, Siegel ha pasado los últimos años de su práctica desentrañando los misterios de la mente infantil. El libro "El cerebro del niño" (2011) fue un éxito de ventas y de crítica, al punto que un largo listado de celebridades salieron con entusiasmo a recomendar al autor. Desde Daniel Goleman ("La inteligencia emocional") hasta la actriz Gwyneth Paltrow se alinearon con su entrega de herramientas para lo que él llama "una paternidad consciente".

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Los buenos comentarios fueron in crescendo cuando el año pasado lanzó "Tormenta cerebral: el poder y el propósito del cerebro adolescente", recién editado en formato de bolsillo. Entonces, sus filas de adeptos llegaron hasta Deepak Chopra, quien calificó esta obra como "un salvavidas para toda la familia".

-El desafío de este libro era que tenía dos destinatarios -dice el autor-. Quería escribir un libro que pudiera ayudar a los adultos a descifrar exactamente qué estaba sucediendo con los adolescentes, y que también los adolescentes pudieran leer sobre lo que ocurría en sus cerebros en este período de sus vidas. Porque lo más chocante del proceso de investigación y recopilación de información fue descubrir que no había absolutamente nada escrito que ellos mismos pudieran leer.

"Tormenta cerebral" mezcla conocimientos de neurología, estudios de biopsicología y la experiencia clínica de Siegel para derribar una serie de mitos populares sobre la adolescencia. El autor es claro en demostrar que las conductas de esta edad no se explican por una "furiosa alza de las hormonas" ni por una "inmadurez" pasajera en el tránsito a la adultez.

-La esencia de la adolescencia tiene que ver con una serie de conductas que dan cuenta de cómo cambia el cerebro en esta etapa y que, lejos de ser insultantes como esos mitos sobre hormonas e inmadurez, reflejan emociones muy complejas que debiéramos aprender a valorar. Porque, según muestran varios estudios, son precisamente conductas y emociones que los adultos evitamos intencionadamente y que, por el contrario, si las mantuviéramos a lo largo de la vida nos ayudarían a ser más sanos. A mantenernos más jóvenes y felices.

Siegel ha sido calificado como pionero de una nueva ciencia llamada neurobiología interpersonal, que mezcla su formación médica con disciplinas tan diversas como la antropología, la ciencia cognitiva, la lingüística, la teoría de sistemas y la matemática. Así llegó a la teoría que fundamenta sus recomendaciones para que los adultos puedan mantener la juventud. La herramienta para lograrlo es el mindfulness o "mindsight", una habilidad que puede ser traducida como "atención consciente" y que implica crear circuitos cerebrales más integrados.

"Y estos circuitos estarán en la base de cómo balanceamos nuestras emociones, focalizamos nuestra atención, entendemos a los otros y a nosotros mismos, abordamos los problemas e interactuamos con los otros", enumera el autor en "Tormenta cerebral". "Puedes aprender los pasos para hacer que tu cerebro sea más integrado y para fortalecerlo. Puedes aprender a mejorar la forma en que funciona tu mente y así hacer que tu cerebro sea más saludable y tus relaciones más reconfortantes", sigue.

Las cuatro claves

Tras buscar información, recopilar experiencia clínica y observar a sus propios hijos -hoy de 21 y 25 años- Daniel Siegel logró aislar cuatro variables que ayudan a definir lo que llama la "esencia de la adolescencia".

La primera es la "chispa emocional", o capacidad que adquiere el cerebro de gatillar pensamientos y acciones a raíz de emociones más complejas que las experimentadas en la niñez. En el fondo, dice el autor, esa misma emocionalidad que hace ver a los jóvenes como inestables e irritables es la que los puede transformar en seres tremendamente apasionados.

-Y esa emocionalidad es algo que los adultos tendemos a bloquear -apunta-. A veces estamos lidiando con tantos asuntos de supervivencia que no trabajamos realmente en lo que amamos, en lo que nos apasiona o nos importa. Por eso muchas veces urjo a los adultos, a los padres, a mirar hacia atrás, al tiempo en que eran adolescentes y a pensar en qué es lo que realmente les interesa. Tal vez sean las relaciones con otras personas, tal vez sean la naturaleza y los animales, tal vez sea encontrar una manera de ser creativo artísticamente... Son cosas que como adulto dejas ir, diciendo que son niñerías, pero esa capacidad lúdica y de disfrute puede reactivar la chispa de la felicidad.

De la mano de esta capacidad de goce está el compromiso social, la capacidad de formar redes con pares más allá de las paredes del hogar. Dice el autor que esa conducta, que en los adolescentes causa preocupación a los padres temerosos de las "malas juntas", puede ser una gran herramienta de desarrollo personal, y a toda edad.

-Los adultos a veces olvidan que pueden aislarse y volverse demasiado ocupados con su trabajo -apunta Siegel-. Y lo que busco es que ellos se autoricen a sentirse con el derecho de tener relaciones de apoyo, que son cruciales en la vida. Literalmente les digo a los padres que deben mantener viva esta parte de ellos, que deben cultivar sus relaciones más allá de lo familiar o lo laboral.

Siegel comenta que no hay mejor lección de vida para los adolescentes que ver a sus padres o adultos cercanos como seres apasionados, con quehaceres diversos y relaciones gratificantes, justo en el momento en que ellos empiezan a forjar su propia identidad.

-Es perfectamente entendible que haya seriedad en la vida, y claro que es necesaria -admite-. Pero eso no significa que debamos excluir el ser lúdicos, sociables y disfrutar lo que hacemos. No es una cosa por la otra, sino que además de la otra. Y ser capaces de hacer lo que nos apasiona con responsabilidad es el mejor ejemplo que podemos dar.

Los últimos dos elementos que, según Siegel, ayudan a construir la esencia de la adolescencia son similares: la búsqueda de novedad y la exploración creativa. Y el valor de estos, al igual que los anteriores, suelen ser olvidados en la adultez.

-La queja más repetida en los pacientes adultos es cómo su vida se ha vuelto rutinaria e insatisfactoria -dice el terapeuta-. Y claro que es así, porque como todos somos criaturas de hábitos, cuando hacemos las cosas una y otra vez, podemos quedarnos pegados. Entonces, intencionalmente debemos tratar de crear cosas nuevas en nuestra vida. Y eso es algo que se puede hacer tan fácilmente como cambiando la ruta hacia el trabajo o el camino para pasear al perro, además, claro, de tomar lecciones de música o aprender un idioma nuevo. La novedad se puede crear y eso tiene un impacto a nivel cerebral realmente vigorizante.

Sobre la exploración creativa, Siegel define:

-Es desafiar las formas en que se hacen las cosas y tratar de pensar nuevas formas de hacerlas. Es un desafío mental. Por ejemplo, algo tan simple como enfocar tu atención intencionadamente en una tarea que antes solías hacer en forma más automática, fortalece increíblemente tu cerebro. Pensar los problemas desde otra perspectiva también. Ese es un rasgo que necesitamos fomentar y que en los adolescentes se da naturalmente por su constante lucha contra el statu quo.

La conciencia del riesgo

Otro hallazgo de las propuestas de Daniel Siegel está relacionado con la percepción de riesgo que las conductas adolescentes suelen encerrar. Explica que hay dos cosas que hacen que incremente el riesgo de que a los jóvenes les sucedan cosas peligrosas.

-La primera es que se produce un cambio en el sistema de recompensa del cerebro por la mayor liberación de dopamina, el químico que da la sensación de bienestar, y, a la vez, por una baja en el umbral asociado a esa sensación. Eso lleva a los jóvenes a actuar en forma más temeraria, queriendo crear más dopamina -dice-. Lo segundo es que se comienza desarrollar el pensamiento "hiperracional", centrado solo en los hechos. Y al mezclarse esos dos componentes comienzan a ponerle atención solo a lo gratificante de una decisión y no a las consecuencias perjudiciales que esta puede tener.

Siegel demuestra a través de casos clínicos -como el de un joven que introduce gran cantidad de bebidas alcohólicas a una fiesta escolar- que los adolescentes saben exactamente qué consecuencias negativas pueden tener sus conductas. Pero, agrega, no les importa justamente porque están movidos por ese pensamiento hiperracional y esa búsqueda de gratificación. La propuesta del neuropsiquiatra para equilibrar este tipo de decisiones, es original:

Lo que les pido es que desarrollen lo que llamo una "brújula interna", un instrumento que los ayude a guiarse poniendo no solo atención a su cerebro sino que también a la guata y al corazón. Y esa brújula claro que también es necesaria en la adultez. Ahí es cuando se puede decir "me gustaría manejar a exceso de velocidad, pero algo me dice que no debería hacerlo". Desarrollar esta brújula literalmente ayuda a sentir en el cuerpo señales que ayudan a decidir si algo es buena o mala idea. Y lo que demuestran los estudios es que, cuando haces eso, desarrollas cierta sabiduría.

La posibilidad de desarrollar esa cualidad, que implica algo más allá de la acumulación de conocimientos, es para Siegel lo que diferencia a los adolescentes humanos de los de otras especies y lo que los une más allá de lo cultural.

-En todas las culturas se ha observado que los adolescentes son los que presionan los límites de la sociedad, y la razón para eso, creo, es que nuestra especie necesita constantemente tratar de hacer las cosas de una forma nueva. Cuando aprendemos como niños absorbemos todo lo que los adultos nos enseñan sobre su mundo, pero cuando somos adolescentes nuestra tarea es pensar no en el mundo que es, sino que imaginar el mundo que podría ser -dice.

Y eso, asegura, es algo muy diferente a lo que ocurre en el resto de las especies.

-Los adultos se han adaptado al mundo que les acomoda y han encontrado su nicho, y hacen lo que tienen que hacer. Y está bien -agrega-. Pero lo cierto es que el mundo cambia constantemente y el grupo que de verdad ayudará a nuestra especie a evolucionar es el de los adolescentes, no de los adultos. Ellos son los que piensan en nuevas cosas y nuevas formas de hacer esas cosas. Y eso es precisamente lo que nos tiene que llevar a respetarlos y admirarlos. ya

"La esencia de la adolescencia (...) refleja emociones muy complejas que debiéramos aprender a valorar".