La problemática más común que nos han dejado los efectos de la pandemia ocasionada por el COVID-19 es un alarmante rezago que evidencian los estudiantes en la lectura. Lo vemos mayormente en aquellos que al momento de iniciar la pandemia, comenzaron la escuela en grados prescolares y recibieron la educación en modalidad virtual.

Los estándares de nuestro sistema escolar, público y privado, establecen que los estudiantes deben ser lectores al finalizar el kínder y, como tarde, en primer grado. No obstante, estamos viendo a estudiantes de educación regular pública y privada que, terminando la escuela elemental, aún no pueden leer o tienen serias dificultades con la lectura. El problema con la lectura es común en niños de educación especial, pero es completamente inadmisible en niños de educación regular.

El dominio de la destreza de lectura es esencial para el aprendizaje escolar y, de cara al futuro, para cualquier empleo, ya sea de alta o baja remuneración. Es tan importante esta destreza que, en los primeros dos grados escolares, kínder y primero, se dedica mucho tiempo a enseñarla, porque de ella depende luego el aprendizaje de todas las materias en grados subsiguientes.

Luego de primer grado, ninguna escuela, a menos que sea en educación especial, enseña a sus estudiantes a leer. Por lo que, aquellos que no lograron leer durante esos dos grados, estarán en desventaja de los demás, porque se espera que usen tal destreza para aprender el material, además de la escritura para evidenciar en exámenes que aprendieron lo enseñado.

¿Qué se puede hacer con estos estudiantes?

Un estudiante que comienza a mostrar dificultad para aprender a leer (durante kínder), se le debe informar a los padres y referirlo para terapias enfocadas en el aprendizaje de la lectura, y una evaluación para determinar si, en adición, hay un problema de aprendizaje o dislexia (dificultad para aprender a leer) o apraxia del habla infantil. Es menester aclarar que un niño con uno de esos diagnósticos no debería estar en un salón de clases regular, sino que amerita enseñanza especializada.

Es un error mantenerlo en una escuela que no le va a enseñar a leer, que no tiene las herramientas para trabajar con estudiantes con esta dificultad, y mantenerlos con acomodos que son muletas, pero no les enseñarán a leer. Estos estudiantes tendrán problemas de autoestima y un bloqueo con toda actividad que requiera leer.

¿Qué puede hacerse en casa?

Desarrolla la disciplina de pedirle a tus hijos que todos los días lean en voz alta. Como toda destreza, la práctica es vital para el dominio de la misma. No estés ajeno a la ejecución de tu hijo en esta destreza ni insistas en mantenerlo en una escuela que no lo ayude con la misma, que no esté trabajando para enseñarle a leer. Busca ayuda desde kínder o primer grado si tu niño se está quedando rezagado y muestra indicadores de que le cuesta aprender a leer.

¿Cómo sé si mi hijo o hija lee de acuerdo con su grado?

La medida usual es cuántas palabras lee por minuto, lo cual implica que al finalizar el primer grado ya debe leer sin titubeo palabras y oraciones simples, sin pausar entre las sílabas. A continuación, algunas guías de velocidad lectora:

Escuela elemental

• Primer grado: 35-59 palabras

• Segundo grado: 60-84 palabras

• Tercer grado: 85-99 palabras

• Cuarto grado: 100-114 palabras

• Quinto grado 115-124 palabras

• Sexto grado: 125-134 palabras

Algunas señales

Más allá de determinar dominio de lectura por la velocidad lectora, hay una serie de indicadores que, de estar presentes al finalizar el primer grado, son una señal clara de alarma que amerita atención:

• No reconocen a primera vista el nombre y sonido de todas las letras

• Segmentan las palabras en sílabas o las sílabas en letras aisladas

• Lee lento

• Invierte sílabas en palabras

• Sustituye palabras por otras conocidas o inventadas

• Omite letras

• Sustituye unas letras por otras

• Salta líneas

• Lee sin inflexiones

• Problemas con la comprensión de lo que lee

La destreza más importante que un estudiante debe dominar en la escuela es la lectura, sin la misma se complica su aprendizaje escolar y se troncha su futuro. Ya es tiempo de que en las escuelas y en los hogares se reconozca esa realidad. Es hora de que se le dedique el tiempo, el esfuerzo y la atención que la lectura amerita.

(La autora es patóloga del habla y lenguaje; directora, Instituto Fonemi de Puerto Rico)