Aconseja, pero no resuelvas los conflictos de los hijos
La sicóloga clínica Lorraine Pieraldi Matos ofrece herramientas para que los padres y madres sepan cómo manejar este tipo de situaciones.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Un conflicto entre menores puede comenzar porque uno le quitó el juguete al otro, lo agredió, le dijo alguna palabra ofensiva, o simplemente porque uno le ganó al otro en un juego y ese desenlace levanta la frustración y el coraje.
Los problemas entre los niños y niñas van escalando según van creciendo, y de acuerdo a las etapas o edades en que se encuentren, será la intervención de los padres, madres o tutores para ayudarlos a resolverlos.
Hasta los cinco años, en caso de que una situación se torne en un patrón conflictivo, debe ser resuelta entre adultos, porque los menores en esa primera etapa de la infancia no están completamente listos para la resolución de problemas.
Entrados los cinco años y hasta los siete u ocho, ya los menores deben comenzar a probar su capacidad y habilidad para enfrentar sus problemas y buscarles soluciones. En esta etapa la intervención de los padres, madres o tutores debe darse con más distancia, recomienda la sicóloga clínica Lorraine Pieraldi Matos.
Una vez llega la preadolescencia, de nueve años en adelante, los adultos deben tener una mínima o ninguna participación en los conflictos que encaran los hijos e hijas.
“Generalmente hay que observar, se trata de ver cuál es la situación, y si no es un patrón, que se vea como un abuso de un niño hacia otro, no tenemos que intervenir, porque ese proceso de ellos resolver los problemas es crucial para la socialización más adelante”, advierte la doctora.
En el momento en que se dan estas situaciones entre preadolescentes y adolescentes es cuando aprenden a negociar, a resolver conflictos y a manejar las emociones.
“De esa manera uno como padre puede ver cuán bien los hijos están manejando las emociones, y si necesitan que uno les de apoyo fuera de lo que es el conflicto”, expone la especialista.
Los padres, madres o tutores, en lugar de decirles qué hacer, pueden aprovechar esos conflictos para facilitarles preguntas que les ayuden a llegar a una solución. “¿Cómo te sentirías si fueras ese otro niño? ¿Qué otra opción crees que debiste haber tomado para esa situación?”, son preguntas que pudieran servir de guías.
¿Cuándo es necesario intervenir?
La mediación de los adultos es importante cuando el problema se torna en un patrón o abuso entre los menores de edad. “Si entra el tema de sobrenombres, de burlas, de agresiones físicas, ahí hay que intervenir, pero fuera de eso le voy a dar estrategias para negociar, para manejar conflictos, para defenderse de manera verbal, apropiadamente”, aconseja Pieraldi Matos.
Las negociaciones pueden ser que se establezcan turnos de juegos, o quién usa un control o personaje primero y quién lo usa segundo, pero es importante que las soluciones tampoco sean siempre una pérdida. “Que busquen establecer una manera que no siempre tenga que perder, que siempre tengan que ceder para poder tener un amigo, porque ellos también tienen que entender que un amigo toma en cuenta mis necesidades”, explica la psicóloga clínica.
Las emociones que pueden generarse en estos procesos como el coraje y la tristeza son normales. Lo que no sería correcto es no saber controlarlas y en su lugar, optar por agredir u ofender verbalmente.
Para el control de las emociones, “se le enseñan las estrategias para calmarse; ir al cuarto, respirar profundo, dibujar, jugar, (hacer) cualquier cosa que los ayude a calmarse y después regresar a la realidad”.