NAGUABO. Es inevitable voltear la mirada para observarla. Es la única mujer entre un grupo de hombres que se alista en el muelle para adentrarse al mar de la Playa Húcares, en Naguabo, donde iniciará la faena que le acompaña y sustenta su hogar durante los pasados 14 años: la pesca de langosta y otras especies marinas que son vendidas a restaurantes de la zona.

Son poco más de las 6:00 de la mañana y Yolanda Wharton Figueroa, de 61 años, se prepara para arrancar la jornada junto a su esposo Miguel Ángel “Micky” Gómez. La ruta los llevará hacia las aguas de Vieques, donde tienen unas 100 nasas diseñadas, mayormente, para la captura de langostas.

“Las nasas son como unos cajones que nosotros mismos hacemos y se tiran al mar atadas a unas boyas. Ahí se le meten unas carnadas, nosotros picamos peces y las echamos, y las langostas y otros pescados caen. Cuando nosotros vamos halamos las sogas y sacamos lo que caiga. Luego las volvemos a lanzar a lo hondo. Unos días cogemos unas nasas y otro día las que faltan. Más o menos vamos cada cuatro días para darles break a que caigan las langostas y peces”, relató Yolanda a este diario momentos antes de irse en la lancha bautizada como Jenny M.

Narró que el viaje duraría 30 minutos. Allí, estaría junto a Micky aproximadamente tres horas. Luego retornarían para mostrar a Primera Hora la pesca del día.

Yolanda es una pescadora apasionada de ese mar, que más que su lugar de trabajo, se ha convertido en su guarida cuando quiere despejar la mente.

“Me gusta todo lo que venga del mar. Uno ve cosas tan bonitas, animales extraños. Además, uno despeja la mente cuando está adentro y cuando uno levanta esas nasas le da a uno una alegría inmensa ver la pesca”, manifestó.

Yolanda sale a pescar junto a su esposo Miguel Ángel “Micky” Gómez.
Yolanda sale a pescar junto a su esposo Miguel Ángel “Micky” Gómez. (VANESSA SERRA DIAZ)

Yolanda explicó que hace más de 30 años coqueteó con dedicarse a la pesca comercial, pero abandonó la idea cuando quedó embarazada del primero de sus tres hijos.

De hecho, durante ese periodo se fue a vivir a Estados Unidos y retornó a la isla en el 2008 para el sepelio de su mamá. “Cuando volví quise quedarme pero no había trabajo, así que me interesó dedicarme a la pesca con él (Micky). Nosotros estuvimos muchos años dejados y ahí también volvimos”, manifestó sobre el momento en el que decidió compartir su vida con su viejo amor.

Desde entonces en la zona la conocen y elogian su desempeño en alta mar. “Chacho, tú tienes que verla cómo levanta las nasas y saca la pesca”, dijo un pescador del muelle.

Yolanda reconoce los estigmas que ha roto con su trabajo y quisiera ser ejemplo para otras mujeres y niñas.

“Yo soy la única pescadora en esta área. En los tiempos de antes había una casita por aquí que tenía una señora que pescaba. Pero el tiempo ha pasado y ahora tan solo soy yo”, dijo orgullosa.

“Las mujeres podemos hacer lo mismo que hacen los hombres. Todo es cuestión de poner de su parte. Esto me gustó y fue lo que yo escogí hacer. Es verdad que mira cómo tengo las manos de ásperas. Pero no me importa, porque esto es lo que yo quiero. Ya los tiempos de ser mujer y estar en la casa pasaron. Ahora estamos haciendo las mismas cosas que los hombres”, agregó quien no ha percibido actos discriminatorios por razón de género entre sus compañeros de faena.

Se alistan en el muelle para adentrarse al mar de la Playa Húcares
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Se alistan en el muelle para adentrarse al mar de la Playa Húcares . (VANESSA SERRA DIAZ)

Ante la pregunta de si ha pasado algún susto en el mar, dijo que sí y rememoró la anécdota.

“Ese día estábamos ya subiendo las nasas cuando vino un tiburón tigre bien grande. Me asusté mucho porque era la primera vez que veía un tiburón tan grande y tan cerca. He visto ballenas, pero de lejos. Este tiburón estaba cerca de la lancha donde estábamos nosotros”, recordó.

“En cuanto a tormentas en el mar, eso sí que no. El mar hay que respetarlo cuando hace mal tiempo”, aconseja.

Finalmente, las horas pasaron y el reloj marcaba cerca de las 10:00 de la mañana cuando Yolanda y Micky se acercaban al muelle. La mujer meneó la mano como cuando alguien quiere expresar que algo estuvo “regular”.

¿Qué pasó?, le preguntamos.

“No estuvo muy bueno. Solo pudimos llegar a 20 nasas y no había mucha pesca. Solo esto”, dijo mostrando un cajón en el que habían langostas y pescados de varias especies.

Según contó, están acostumbrados a llegar con dos o tres pailas llenas de la pesca del día. Ante sus ojos, era poco. Ante los de SOMOS, fue una pesca maravillosa que incluía un mero enorme, unas 8 langostas y otra docena de peces, incluyendo boquicoloraos, peje puerco, chapín y colirrubia.

“Esto no lo vamos a vender. Esto nos lo vamos a quedar. Ahora llego a casa a prepararlo y hacer una ensaladita de langosta”, adelantó quien ya planificaba con su esposo la próxima visita al mar.