Un hogar que transforma mujeres
Durante 50 años, Casa La Providencia en San Juan ha cambiado las vidas de mujeres con problemas de adicción.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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El alcohol había fluido latentemente alrededor de la vida de Jeanette Martínez Martínez, hasta que finalmente a sus 43 años, tras un duro divorcio, los espíritus de la bebida encontraron paso por sus venas, se apoderaron de ella y la hicieron perder la vida que conoció y su relación con su madre e hija.
Tras el derrumbe del núcleo familiar, su hija Coralis Rodríguez Martínez siguió sus pasos en la adicción. Coralis buscó ayuda profesional y religiosa en la Casa La Providencia y se reencontró, aunque recayó al poco tiempo -en el menos indicado-, cuando recién se había convertido en madre.
Pero luego de esa resaca familiar, que duró los últimos 10 años de sus vidas, Jeantette y Coralis están juntas nuevamente, alejadas de las drogas, acercándose a lo que era originalmente la relación de madre, hija y abuela. Así están hoy día estas mujeres de 53 y 27 años gracias a la ayuda que han recibido en La Providencia.
“No soy la misma que llegó aquí un martes hace siete meses atrás. Llegué sin nada y me lo han dado todo. No solamente me han ayudado a superar la adicción, sino que también a trabajar con esa relación de madre e hija que se había roto”.
Coralis también está recuperando su lucidez, así como, justo a tiempo, la relación con su hijo de apenas 2 años.
Es un proceso estrictamente disciplinado el que están pasando Jeanette y Coralis en La Providencia, uno que dura 12 meses en calendario, pero que parece más de un año para la mente y cuerpo en rehabilitación.
La Providencia es una casa que este año celebra su 50 aniversario de fundación y de proveer ayuda a mujeres con dependencia a las drogas. Para celebrarlo, la Casa invita este sábado a las 7:00 p.m. a una gala en el Teatro Alejando Tapia y Rivera de San Juan con Normandio Valentín como maestro de ceremonia y la animación musical de Hermes Croato.
Su programa de ayuda a la mujer incluye servicio de educación básica, cursos vocacionales, psicoterapias, deportes, consejería, servicios de salud, psiquiátricos y sociales sin costo alguno para las participantes.
El propósito es que los participantes, que llegan mayormente de lugares de escasos recursos, hagan la transición a la vida rutinaria, usando las destrezas que conocieron o redescubrieron a través de los talleres vocacionales, y que pongan en práctica la fortaleza mental y espiritual que los profesionales y las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor les ayudaron a conseguir.
Así lo hizo Zeny María (nombre ficticio para protegerla). La mujer llegó a La Providencia con una adicción a todo tipo de drogas por la que se prostituía. Las drogas las consumía por seguirle los pasos a su pareja. Antes, la joven había visto el alcoholismo de su padre, tuvo una madre sobreprotectora y pasó dos veces por las cárceles del País.
“Tenía una rebeldía tan grande que jamás pensé que iba a dejar de usar drogas”, recordó. Hoy día, Zeny María está libre de drogas, tiene empleo en una empresa privada y, más importante, ha recuperado la confianza de su familia, a la que le prometió no volver a tocar substancias a cambio de que le dejaran ver a sus sobrinas.
“Mi hermano deja las nenas conmigo si se lo pido y, para mí, eso vale mucho”, dijo.
Igualmente hizo Idalis Rivera, quien lleva 21 años rehabilitada por Casa La Providencia.
Idalis llegó a la casa por abuso al alcohol, cocaína y nicotina. Además, presentaba problemas emocionales de haber sido abusada sexualmente por familiares cercanos, así como por la indiferencia de una madre biológica que no fue madre cuando su hija le expuso lo que le habían hecho con ella su padastro y hermano.
En el caso de Idalis, su rehabilitación no solamente ha sido probada por el tiempo y las tentaciones, sino por un detonante mayor: la muerte de un hijo suyo hace cuatro años.
Luego de haber estado 17 años limpia, Idalis también tuvo que lidiar con que le mataran su hijo en la guerra de las drogas.
“No usamos sustancias porque las queremos. Pero sí hay detonantes. Tuve que aprender que no puedo coger ningún incidente para recaer”, dijo quien hoy reside en La Providencia, donde es guía y orientadora de grupos; es ejemplo para las muchachas que inician la rehabilitación, para las que están a mitad del proceso pensando en dejarlo o para las que están a punto de retornar a la sociedad.