Por años, los pueblos de Naranjito y Corozal se han disputado el origen de los famosos pastelitos de arroz, un símbolo gastronómico de la montaña.

Somos Puerto Rico llegó a la “Ciudad de los Colores” para escuchar la versión naranjiteña sobre esta delicia culinaria envuelta en hoja de plátano.

Blanca Pérez Rosado asegura que fue su progenitora, doña Manuela Rosado, quien comercializó la receta familiar inventada por una hermana que los hacía para la familia.

Entonces, inició el negocio casa por casa, pues cuatro de sus ocho hijos se graduaban y la situación económica estaba apretada.

“Mi papá estaba incapacitado y ella se dedicaba a trabajar limpiando escuelas, y éramos ocho hijos. De esos ocho hijos, nos graduábamos cuatro de la escuela. La situación económica era un poquito precaria y ella tomó la iniciativa de comenzar a vender pasteles para poder sufragar los gastos de la graduación de cuatro de sus hijos”, contó Blanquita de 52 años.

“Mi mamá se iba casa por casa, cargando una paila llena de pasteles. Pero la demanda siguió aumentando y entonces, optó por montar las pailas en un coche de bebé que bajaba hasta el pueblo y se sentaba en una esquina a venderlos. En ese entonces, el precio por pastelito era de 25 centavos”, recordó.

El auge de los pasteles de arroz era tanto, que su fama corrió por los pueblos aledaños.

“En la plaza pública había un cine teatro y, cuando salían, mi mamá ya estaba sentada en la plaza con su paila de pasteles. Todo el mundo salía loco para ir a comer pasteles. Le compraban de aquí, de Naranjito y la gente de otros pueblos que llegaba buscándola”, relató.

Asimismo, destacó que, “cuando mami hacía los pasteles, todos los nenes hacíamos algo: yo limpiaba las hojas, mi hermana los amarraba y todos teníamos participación. De ahí, nos compraba juguetes y suplía las cosas que necesitábamos”.

Tras la muerte de doña Manuela, los hermanos Pérez Rosado continuaron con el legado de la empresa familiar llamada “La Señora de los Pasteles”.

“Yo siempre le decía a mi mamá que no quería aprender a hacer pasteles porque yo trabajaba en una farmacia. Mi hermana era la que hacía los pasteles y seguía el negocio de familia. Todos teníamos participación en esto”, manifestó.

“Pero mi hermana se enfermó de Parkinson y me vi en la obligación de aprender para seguir el legado y de ahí, es que nosotros le costeamos el tratamiento a ella. El negocio sigue, pero el propósito es costear el tratamiento de mi hermana, Carmen Pérez de 62 años”, agregó.

Actualmente, según Blanquita, es su hermano José “Kique” Pérez, quien se sienta con dos pailas en una esquina de la calle Georgetti, para vender los pastelitos de arroz que se convirtieron en un símbolo de su pueblo. Justo ahí, hay una serigrafía de su progenitora.

Pero ¿qué contienen los pastelitos que enloquecen a todo aquel que los prueba?

“Es algo típico de aquí. Se envuelve en una hoja de plátano, se rellena de carne molida, salchichón, bacalao, pollo o camarones. Se envuelve en una hoja y se hierve. El arroz está puesto en crudo y se va cocinando, según vaya hirviendo”, explicó la fémina, madre de dos hijos.

Al servirlos, no necesita cubiertos, porque dicen los naranjiteños que estos pastelitos saben mejor cuando se comen con las manos. Y en Somos Puerto Rico pudimos comprobarlo.

“Es como comerse un plato de arroz, pero la ventaja es que queda compacto. Usted coge y lo puede consumir con las manos, sin usar cubiertos”, apuntó.

De hecho, el producto ha llegado a Kuwait, Italia, Alemania y Estados Unidos, entre otros países que han probado el sabor del campo borincano.

No obstante, Blanca asegura que no resiente haber dejado su trabajo para dedicarse por completo al negocio de su familia.

“Hay mucho crecimiento personal, hay mucha emoción, es una forma de mantener a mami viva. Nosotros no hemos sentido la ausencia de mami porque, desde que ella partió, hemos seguido su legado. En casa, todos los días se hace lo que ella hacía diariamente, desde hacer los pasteles, que toda la familia se reúna”, sostuvo.

“Es más bien, la manera de mantener a la familia unida y todos tenemos una participación en el negocio familiar. Yo los confecciono, mi tía me ayuda a hacerlos, se cocinan, mi hermano baja y los vende. Es una emoción de que dondequiera que uno se pare, reconozcan a mi mamá, es algo que nos enorgullece y nos hace sentir bien”, afirmó.

Sobre la guerra entre Naranjito y Corozal, en cuanto a dónde nacieron los pasteles de arroz, Blanquita no titubeó y dijo que: “Somos Changos y ellos son los Plataneros en el voleibol, pero al igual que con los pasteles de arroz, yo voy a los míos”.

Para detalles puede llamar al 787-359-6951.