La pasión por bailar significa para Juliana Ortiz mucho más que mover su cuerpo y dar unos pasos al ritmo de la música. A su juicio, es un recurso para impactar vidas.

Desde sus 5 años mostró el deseo por destacarse en esta materia, iniciando en el ballet clásico. Con esfuerzo y su talento, el paso de los años le ha regalado momentos de triunfo a nivel profesional, incluyendo viajar el mundo y trabajar con renombradas figuras como Chayanne, Luis Fonsi, Juan Luis Guerra y Alejandro Fernández, entre otros.

Pero para ella, esto es solo una parte de sus logros. La otra la complementa su dedicación para impartir de forma voluntaria su enseñanza a personas desventajadas. ¿El propósito? Que puedan encontrar en el baile una alternativa para relajarse, para despejarse de sus problemas aunque sea por un momento, o una manera de descubrir un talento oculto.

En este grupo se incluyen las alumnas de Casa la Providencia, en el Viejo San Juan. En este lugar, dirigido a facilitar el proceso de rehabilitación de mujeres con diversas problemáticas sociales –incluyendo maltrato- imparte clases de salsa una vez a la semana.

Pero la bailarina hace mucho más que darles lecciones en el patio interior de la estructura. También las contagia de ánimo, y de la convicción de que pueden salir adelante.

“Entiendo que las bellas artes ayudan a nivel personal, demasiado. Ayudan al carácter y a hacer a las personas más seguras”, expresa convencida Juliana, quien tiene a su haber 18 años de experiencia en el baile.

“Te confieso que una de mis mayores satisfacciones es ver en ellas, poco a poco, un progreso no tanto físico, sino emocional, que ese el fin de lo que es mi proyecto”, añade.

La bailarina comenzó en este programa hace un año. Y ese tiempo ha sido suficiente para despertar en ella la ambición de impactar a más personas.

“Comencé aquí y me he quedado como maestra fija voluntaria. De estas clases nace mi interés en abarcar más. Así nace mi proyecto Por amor al arte, con mi afán de ayudar  a esos que por alguna razón u otra no tienen ni el medio ni el dinero, pero sí tienen las ganas”, explica al hablar sobre su nuevo plan. “Mi fin es establecer un tipo de escuela de bellas artes pública, abierta a cualquier persona que quiera destacarse no solo en el baile, sino también en canto, modelaje o actuación”, asegura.

“Sé que esto toma mucho tiempo, muchas horas, y más cuando se hace de manera gratuita. Para mí es una gran satisfacción. He viajado el mundo y he visto cómo en diferentes países hay este tipo de concepto en donde se lleva al arte  de manera gratuita. Hay personas que no tienen el dinero, pero sí tienen el talento”, manifiesta con entusiasmo la también coreógrafa, quien además da clases privadas en su academia Juliarts.

Por otro lado, aunque Juliana es una maestra, esto no quita que también se ha convertido en una estudiante,  incluyendo en su interacción con  las alumnas  de Casa la Providencia. “He aprendido que a veces nos quejamos de muchas cosas, pero no sabemos que hay personas en situaciones más complicadas que las de nosotras, y cuando me encuentro con eso, ahí es donde entran mis fuerzas y digo: ‘Ahí es que voy a estar. Dios me trajo para algo. Voy a ayudar. ¿De qué manera? Dando el recurso de baile, de alegría, siendo la diferencia con ellas’”.