El fenómeno del dubi dubi
La idea del dubi es conservar el efecto lacio de la plancha o el blower. (Ve vídeo)
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
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De hace un tiempo para acá, cualquiera diría que los metálicos están de moda... Pero no nos referimos a los tonos de pasarela que nos anuncian la tendencia de la próxima temporada. Hacemos referencia a esos pinches de aluminio colocados a la redonda en la cabeza como producto de lo que parece una práctica cada vez más común: el dubi dubi.
En la meta por lucir una cabellera lacia, muchas mujeres han demostrado que son capaces de intentar todo lo que esté a su alcance: queratina, plancha, alisados... Pero de todas las alternativas, ninguna da tanto de qué hablar como el dubi dubi.
Lo cierto es que a muy pocos suele molestar que alguien luzca el pelo recogido con tales pinches en la cabeza, si lo hace en la privacidad de su hogar. Pero la historia es otra cuando quien lo utiliza se anima a salir a la calle con ese aspecto. En la panadería, un centro comercial, una oficina médica... ¿Por qué hay quienes critican tanto esta acción?
Desconocido su creador
El origen del dubi dubi es algo incierto. En la Isla, se presume que se comenzó a utilizar para finales de la década de los sesenta, pero jamás con el auge que lo vemos hoy día. En ese entonces, la práctica habitual era pincharse el cabello a vuelta redonda, pero húmedo, y con un rolo (o en su lugar, una lata de salsa vacía) en la parte posterior de la coronilla. Se utilizaban tanto pinches metálicos como bobby pins. Su uso se limitaba más al espacio de la casa y no a lugares públicos.
Sin embargo, la tendencia del cabello lacio quedó suplantada cuando a finales de la década de los setenta se impuso la moda del cabello rizado a través del método conocido como “permanente”. En ese momento, quienes tenían una onda natural la dejaban al descubierto. Esto continuó hasta mediados de los noventa, cuando el cabello liso volvió a cobrar notoriedad como tendencia.
En Estados Unidos, existe un método similar al dubi dubi que practican muchas mujeres afroamericanas, conocido como wrapping. Consiste en peinar el cabello de manera semejante a como se hace para el dubi dubi, pero en vez de pincharlo, se envuelve con papel plástico, con un pañuelo de seda o una bandana. Es un método de prolongar el look de un alisado minimizando el uso de la plancha, que puede maltratar la hebra. Cabe mencionar que algunos presumen que quizás el origen del dubi dubi se derivó, precisamente, de esta práctica.
La psicóloga social Mercedes Rodríguez analiza que “es posible que a algunos les llame la atención que siendo el dubi un procedimiento para arreglarte el pelo, como cuando usas rolos o cualquier otro método, que salgas a la calle con ese procedimiento”. Y añade que “es el elemento sorpresa, el que es un proceso y no un peinado final, y ver lo tranquila que sale la persona en medio de ese proceso”.
Rodríguez menciona que “hay una distinción entre lo que es un espacio público y un espacio privado”. El arreglo del cabello “tiene que ver con el espacio privado, que la mayor parte de la gente lo hace en su casa, en un cuarto, en un baño. Tiene que ver con el ámbito privado”, explica la psicóloga social.
A la misma vez, Rodríguez comenta que “en Puerto Rico se le saca punta a todo. Es muy puertorriqueño cómo manejamos los problemas, con humor”. Por eso no debe sorprender que, dentro de las críticas, “hay gente que lo ve hasta gracioso”.
Además, en la actualidad, “es más un elemento de humor, de comentario social, de chisme; la gente no está tan pendiente como antes porque hoy día es una práctica más común que anden así”.
Por supuesto, todo tiene un límite, y las féminas que lucen su dubi dubi en público lo hacen “más en espacios que no se rigen por una formalidad, como lo es una parada de guaguas, una tienda; pero tú no ves mujeres con rolos ni dubis en ciertos eventos oficiales”.
Por su parte, el reconocido estilista Nick André, propietario del salón de belleza Vanity, recuerda que “la idea del dubi es conservar el efecto lacio de la plancha o el blower para que luzca como de salón”, pero lo cierto es que “no siempre es fácil de realizar, contrario a lo que la gente cree”. Y añade que “tiene buenos resultados siempre que logres que los pinches no te marquen el pelo”, además de que “debes hacerlo con el pelo limpio y desenredado”. También, conviene cubrirlo con un pañuelo de seda. “Incluso, hay gente que se lo hace de un lado por unas horas, y luego se lo cambia para el otro”.
Entre sus ventajas, Nick añade que “ayuda a evitar el uso de la plancha frecuente, que te quemes el pelo, porque no todo el mundo sabe usar la plancha”.
En cuanto a la práctica de exponerse en lugares públicos con esta apariencia, el estilista, quien ha trabajado para Jennifer López y Jackie Guerrido, entre tantas otras celebridades, comenta que “resta belleza a la imagen como tal; no se ve bien que una mujer salga con dubi a la calle. Lo ideal es hacerlo en la casa”. Y menciona que “a mí no me gusta ver en la calle gente con dubi ni con rolos. Pero si insiste en hacerlo, recomiendo al menos que use un pañuelo bonito, un turbante para cubrirlo”.
La psicóloga social comenta que “la mujer que lo hace es segura de su autoestima”, y “el problema es más de la gente que lo critica, que hace chistes”, porque la realidad es que “ellas no problematizan la situación, sino el observador”.
Rodríguez compara que “es igual que el que se pone una blusa o un pantalón fuera de lo común, que lo hace porque está cómodo, eso no le crea pugilato”. Del mismo modo, hace referencia “a la gente que tienen tatuajes” y a hombres “que utilizan gorras y van a lugares techados con ellas, van a trabajar, a una iglesia, a un hospital, y hay gente que lo comenta, pero no hay suficiente rechazo social como para que la gente no se atreva a salir de ese modo”. Por el contario, “mientras más gente lo hace, más se trivializa la práctica”.
Por otro lado, hay que reconocer que esta conducta “tampoco entra dentro del ámbito social grave. No tiene trascendencia; no tiene unas implicaciones severas porque eso no afecta en nada las relaciones interpersonales, no tiene unas consecuencias sociales”.
La psicóloga concluye que “tenemos que ser más tolerantes con las prácticas individuales”. Y ya sean “rolos, gorras, tatuajes, dubi... uno podrá criticarlas, pero al fin y a la postre, es algo de la intimidad del ser humano, que tiene derecho a vivir como mejor le parezca siempre que no afecte a los demás”.