En el recibidor de la fonda, los olores a sofrito y recaíto empiezan a azotar; un tocadiscos entona viejas melodías de “Maelo” y el menú del día ya está anotado con marcador en una pizarra blanca.

Desde hace 33 años, antes de que llegue el mediodía, La Casita Blanca, ubicada en Villa Palmeras –corazón de Santurce–, abre sus puertas diariamente para deleitar a sus comensales con porciones generosas de comida criolla. Además, la sopita, el pan con ajo, los bacalaítos fritos y el shot de chichaíto son cortesía de la casa.

La razón de nuestra visita es que Jesús Pérez Ruiz –propietario del emblemático lugar y quien ha vivido toda su vida en dicho barrio– nos hable sobre su primer libro: Mi cocina, mi barrio: cuentos y recetas, publicado a principios del mes en curso. El texto es una compilación de 25 columnas escritas por Pérez, las cuales fueron publicadas en el periódico El Nuevo Día.

El amor de Pérez por la escritura comenzó desde que era apenas un niño. De adulto, las historias que surgían en su fonda se convirtieron en la materia prima de sus columnas. “Observaba sobre las cosas que sucedían en el restaurante. Era un buen ejercicio porque me ayudaba a revivir situaciones y a corregirlas también”, explica. “Empecé a escribir de comida y gustó mucho. Yo lo que quería era compartir con la gente la maravilla de vivir en Villa Palmeras. Siempre terminaba dando una receta”, comenta el santurcino.

Un espacio con historia

La fonda ha sido el escenario de encuentros históricos, como el almuerzo de Sila Calderón y Carlos Pesquera en el 2000, cuando ambos eran aspirantes a la Gobernación del país. En el 2005, recibió la visita de la famosa chef Rachel Ray y, en el 2009, la del músico Carlos Santana.

“No solamente vienen los mecánicos, los maestros de las escuelas, sino que empieza a venir gente que yo me quedo sorprendido. El primero en venir aquí fue José Ferrer, el actor”, recuerda el comerciante, quien añade que otros clientes famosos del lugar fueron Pellín Rodríguez e Ismael “Maelo” Rivera. “Tú los veías caminar por aquí, por el barrio. Villa Palmeras es muy musical. Si tú ves, las glorias de la salsa son de aquí, de Santurce”, opina.

Además de ser cuna de los salseros, Pérez recuerda que, cuando se criaba, su barrio era “la meca de las fondas”. “Habían fondas dondequiera. Yo vivía fascinado por esos olores que arropaban a Villa Palmeras. Cuando yo quise poner mi negocio, me dije: ‘Yo quiero hacer una fonda y la voy a hacer en Villa Palmeras’”, afirma Pérez, quien adquirió experiencia gastronómica tras vivir durante cinco años en Europa, en donde trabajó en una compañía naviera.

Con la sazón de mamá

Pérez, quien nació en el 1955, adjudica parte del éxito de su negocio a la sazón de su mamá, Aurora Ruiz, quien falleció.

“Recuerdo que en casa el fogón siempre estaba encendido. Mi mamá era una cocinera excepcional, una mujer que siempre estaba con su bata tiznada de la cocina. Ella hacía unos inventos... y yo era su catador. Yo diría que mi mamá estaba adelantada a su tiempo”, recuerda y sostiene que fue por eso que, una vez abrió la fonda, convirtió a su madre en la cocinera del lugar.

“En casa siempre se mantenía el caldero abierto para que la gente del vecindario viniera y participara de nuestra mesa y en las Navidades igual. Eso era lo que se vivía antes, esa camaradería”, asegura.

Otra clave del éxito del local fue don Cándido Vicentí, quien también fue cocinero allí. “Con él, yo aprendí los trucos de lo que se dice ‘cocinar para muchos’. El arroz con pollo de él era una cosa increíble. Esas recetas él me las dejó”, comparte e indica que Vicentí ya murió.

¿Y qué más hace falta para que un restaurante se mantenga operando sin interrupción por más de tres décadas? “Hemos mantenido la constancia, que es tan difícil en los restaurantes. La consistencia es lo que hace que muchos restaurantes no prosperen. No solamente en la cocina, sino en el servicio”, acota Pérez.

A pesar de que el menú varía todos los días, “hay unos platos, como la carne guisada, que hay que tenerlos porque no pueden faltar en ninguna fonda. Es obligao”.

“Hacemos berenjena con bacalao, arroz con bacalao, bistec encebollado, carne de cerdo con quinbombó y arroz con pollo todos los sábados”, destaca sobre el menú. También se ofrece picadillo criollo, arepas de coco con salmorejo y corned beef, entre muchos otros platos.

“Lo que yo me siento es con suerte. La gastronomía te da la oportunidad de conocer y servir. Porque esto del servicio tiene una satisfacción tremenda. Vivir es un regalo... de verdad”, concluye el novel autor.