Propietarios de La Casita Blanca se preparan para recibir el America’s Classics Award
La familia viajará a Chicago para presenciar la ceremonia de la James Beard Foundation.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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La huella que dejó Jesús Pérez Ruiz a través de La Casita Blanca, con los sueños que tuvieron lugar entre sus emblemáticas paredes, con la sazón criolla de sus platos y las atenciones con calor de hogar para sus comensales, permanece como un gran orgullo para sus seres queridos, que se preparan para recibir este lunes el galardón America’s Classics Award 2023 que otorga la James Beard Foundation.
Pérez Ruiz falleció en marzo. Pero en febrero tuvo la oportunidad de disfrutar del anuncio sobre el prestigioso reconocimiento en la categoría de Restaurantes y Chef otorgado a su rincón en Villa Palmeras, en Santurce, que en la década de los ochenta estableció para brindar mucho más que un menú.
“Nos sentimos tan contentos del legado que nuestro padre dejó y cómo nos crió en el negocio. Todo lo que nos enseñó lo aprendimos tan bien, que es como si estuviera ahí”, manifestó su hijo Jesús Pérez de León, copropietario de La Casita Blanca con su hermano Leonardo Pérez de León.
Ambos viajarán a Chicago este sábado con su mamá, Mildred, y otros familiares para presenciar la gala, que se celebrará el próximo lunes en el Lyric Opera de Chicago. El portal James Beard Foundation destacó varios atributos para seleccionarlo en la distinción America’s Classics: South Region. “El restaurante representa la fonda tradicional puertorriqueña, un local informal y asequible de gestión familiar que sirve comida deliciosa reconfortante. Para los lugareños, es como entrar a la casa de tu tía o abuela con muebles antiguos y manteles coloridos, que evocan sentimientos de nostalgia y gratos recuerdos de las reuniones familiares”, detalló parte de la explicación que resaltó el ofrecimiento de “una excelente comida criolla”, y el trato amable a los visitantes.
“Estamos muy felices de recoger ese premio, que es un legado, una trayectoria, el esmero en el servicio que mi padre le dedicó a esa fonda en su amada Villa Palmeras, donde él se desvivía en servir esos platos de carne guisada, esas patitas con garbanzos, y eso es bien emotivo para nosotros y estamos bien contentos y agradecidos de nuestro padre de habernos enseñado. Es algo bien gratificante”.
Contando los días para el evento, Pérez de León resalta el entusiasmo que les invade. “Estamos listos, preparados para recibir este premio a través de arroz, habichuelas y bacalaítos. La constancia en el servicio, el esmero, la calidad, siempre van a estar ahí”.
La concurrida asistencia a la icónica estructura ha sido notoria por décadas. “Esto era una casa de zinc, blanca, construida en 1923. Mi padre vio esta maravilla con ese árbol de quenepa que le da oxígeno a todo Villa Palmeras. Se enamoró. Dijo ‘aquí es que yo voy a hacer una fonda, no un restaurante’ ”, sostuvo, y enfatizó que “esta es una comida bien trabajada, donde hay que echarle mucho recao, cilantro, ajo”.
Tras el anuncio del galardón, la llegada de interesados en conocer el restaurante se ha acentuado. “Es un premio tan reconocido que va a venir gente de todas partes para ver cuál es el restaurante que se lo llevó”, dijo haciendo referencia a locales y turistas. “Siempre hemos tenido filas kilométricas, pero ahora es un auge tremendo. La gente va, quiere sentir ese calor de casa, quieren corroborar. Se toman ese chichaíto en el balcón”.
El amor por el negocio familiar nació en su niñez. La faena de tomar junto a su hermano las riendas de La Casita Blanca para continuar la tradición, la adoptó con júbilo. “Nosotros fuimos criados dentro de calderos, cucharas. Tu salías de la escuela y para allá era que tenías que ir, y al estar criado en esa magia, en esos olores, y viendo a mi padre dedicado a ese servicio, a esa calidad, a ese esmero, a darle otro chichaíto, a darle más patitas al señor que se está chupando los huesos, a raspar el pegao para darle a los americanos, eso es algo que ya está en la sangre. Es una motivación que no hay break para pensar en otra cosa. Ver a nuestra abuela en ese pilón grande majando mofongo. Estar con mi madre allí, la familia, los empleados, que son familia”.
A esta conexión se añade el respaldo de los comensales. “Ver cómo los clientes se sienten tan bien, dándonos las gracias. Vuelven, traen gente... el americano que vino el año pasado vuelve para allá a buscar un tembleque”.
Jesús Pérez de León reiteró el valor del reconocimiento de James Beard Foundation. “Es estar orgullosos de la cultura de nosotros, del barrio, de servir las comidas que ya están en peligro de extinción. Muchas veces ya tú no ves un pastelón, un majarete (en un menú)”, sostuvo. “Estamos muy agradecidos de nuestros clientes que nos patrocinan, que siempre nos visitan, al igual que nuestros empleados, que dan la milla extra, que están ahí en ese fogón y ellos se desviven porque es una cultura que creó nuestro padre, que aprendimos tan bien, tanto mi hermano y yo como los empleados, que se siente bien, es un orgullo”.