Rincón tiene la “Casa de los caracoles”
Hace más de 50 años nació la idea de la casa-castillo de don Cuchi, que hoy día continúa en evolución
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Rincón. Hace más de medio siglo que don Juan Bautista Carrero Vázquez, conocido por sus allegados como “Cuchi”, comenzó a decorar su casa con caracoles de diversos tamaños con el propósito de honrar a los pescadores de la zona oeste que a diario se juegan la vida para buscar el sustento de sus hogares.
Así ideó una vivienda distinta a las que existen en su natal Rincón, a la que agregó interesantes elementos que construye con sus manos y otros que evocan el tiempo pasado, además de inspirar la armonía entre los seres humanos.
De esa manera nació ‘Mr. Carrero Sons and Family Castle’, una casa castillo -ubicada en el barrio Stella- adornada con miles de conchas incrustadas en las paredes, de donde también sobresalen interesantes flores, peces, faraones, leones, ángeles, vírgenes, torpedos militares y las ruedas de una carreta de bueyes.
Además, don Cuchi erigió un inmenso anfiteatro en el segundo nivel que le recuerda su faceta de educador en escuelas de Nueva York y Connecticut. Precisamente, fue en los Estados Unidos que este exmilitar, policía, instructor, maestro, trabajador social y ayudante de director, decidió darle rienda suelta a un sueño que compartió con sus alumnos.
“Yo siempre les dije a los estudiantes que iba a hacer una casa totalmente diferente a todas las que había en Rincón, todas. Que por eso nada más iba a ser conocido y a la gente se ls haría fácil llegar”, relató el hijo de Oscar Carrero y Eva Luz Vázquez.
La curiosa decoración, según Carrero, surgió cuando vivía fuera de la Isla.
“Hacía tanto frío en Connecticut, me iba al sótano y me pasaba dibujando distintas formas de casas para ver qué le haría. Dibujaba y pintaba con crayolas. De ahí salió la idea y cuando vine (a Puerto Rico), empecé a hacer moldes, porque allá en Estados Unidos vi cómo hacían los moldes para poder hacer los adornos. Otros los conseguí”, confesó al mencionar que adquirió la propiedad en 1959.
“Empecé a construir aquí en el 70. Venía en las navidades a fiestar en las noches, porque yo cantaba música típica y, de día, a trabajar aquí hasta las 6:00 de la tarde. Así era todos los días, durante las dos semanas de vacaciones de la escuela. Después venía en Semana Santa y, en los dos meses de verano me traía a la familia para acá y así iba construyendo”, recordó el hombre de 84 años.
Sobre los caracoles, explicó que ya dejó de contarlos. Solo recuerda que, cuando sumaban más de 2,000 entonces decidió seguir construyendo sin llevar un registro de su obra.
“Hay caracoles por toda la casa, adentro, afuera y a la vuelta redonda. Esos caracoles… tuve suerte (de adquirirlos) antes que se aprobara la ley federal. Esa clase de caracol tiene que medir desde abajo hasta arriba, nueve pulgadas, si mide menos de nueve pulgadas y la gente lo coge, entonces lo arrestan porque es un delito federal”, advirtió en cuanto a los reglamentos establecidos por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
“En Mayagüez había un pescador de carrucho, eso está bien profundo en el mar, entonces él pescaba y me vendía los caracoles. Compré muchos de esos, porque me pidieron $200 por un caracol de dos pulgadas; eso fue en Fort Lauderdale. Yo lo conseguí en medio peso. Desde que yo hice esto, aquí se han vendido caracoles a $50 y $60, y la gente del turismo lo ha pagado”, señaló.
Entretanto, destacó que realiza el proceso de manera artesanal. “No es un molde, es hecho con la mano, en cemento. una pieza pequeña que hice pa’ poder moldearlo. Yo mismo hago las herramientas porque casi no se consiguen. Así hice todos los pescados. Los que están arriba, tres meses me eché porque tuve que rentar unos andamios”, sostuvo el padre de cinco hijos.
“Fui buscando en la enciclopedia pescados antiguos, que estuviesen desapareciendo. Entonces saqué el retrato, practiqué dibujando en libreta y entonces a cortarlo. Hay algunos que están incrustados en las paredes porque si no se caen. Les puse varillas. Están cinco pulgadas hacia adentro de la pared”, acotó.
Otros elementos presentes en el castillo de don Cuchi son los ángeles con distintos tonos de piel, al igual que las vírgenes que los acompañan.
“Es por la hermandad, condenando el racismo, así yo predicaba en Estados Unidos, iba por las calles. De ahí saqué la idea de angelitos negros en la verja de al frente. La virgen también aparece blanca, negra y de todos los colores porque la única diferencia que puede haber entre los seres humanos es el lenguaje y la inteligencia”, manifestó.
Aunque parezca increíble, Carrero no ha culminado con sus decoraciones.
“En la pandemia y en María aproveché para adelantar todo esto. Llevo trabajando desde que llegué aquí en el 90. Me levanto a las 6:00 de la mañana, busco desayuno y me pongo a trabajar hasta las 6:00 de la tarde, todos los días, llueva, truene o relampaguee, en el nombre de Dios y no me hace daño”, resaltó.