Locos con el chicharrón de Pacheco
Turistas y locales llegan al lugar para probar el rico cuerito tostadito.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
PUBLICIDAD
Cerca de 3,000 libras de cuero de cerdo son preparadas cada semana para dar paso a la confección del tradicional chicharrón de Bayamón con el sabor y tueste único que prepara don Arturo Pacheco en su humilde empresa que ubica en la calle 305 edificio D-4 de la zona industrial de Bayamón.
Con medio siglo al mando del concepto que fundó su fenecido padre Cruz Pacheco y que es el responsable de la marca “Chicharrón Pacheco”, don Arturo defiende a capa y espada el producto que prepara con sus manos.
“Hay muchos chicharrones que si con limón, con esto o aquello. El mío es el tradicional. El producto mío yo lo hago siempre igual. Es el chicharrón tradicional que le echo sal solamente. El del país tiene grasa, pero el vola’o que se conoce como el americano, es de cuero seco. Me cuesta caro, pero soy orgulloso. Yo me ocupo de tener la mercancía fresca. Siempre digo: ‘soy prieto, orgulloso y puertorriqueño, por eso lo que hago lo hago bien’” dijo entre risas el extrovertido propietario de 82 años de edad.
Con una energía envidiable, don Arturo camina cada rincón de su fábrica para supervisar de un lado el proceso que se sigue con el cuero del lechón, su materia prima; y del otro, los hornos donde se hornea el delicioso pan de mallorca o de canela idóneo para acompañar el bocado de chicharrón ya sea vola’o o el boricua que es el que tiene la “grasita”.
“Desde joven trabajaba con mi padre, él me enseñó el oficio. Nos levantamos a las 3:00 de la mañana para ordeñar, veníamos a limpiar y freír; después vamos a matar y después a sancochar el cuero, era una rutina bien fuerte. Ahora pues tengo cerca de ocho empleados que me ayudan. Se limpia el cuero, se sala, se sancocha que es el pre freírlo y después lo metemos en una caja de acero para que el nervio se ablande; para que se ablande el cuero hay que matar el nervio, decía papá. Eso tiene dos procesos el pre freírlo y, después de 24 horas, se fríe nuevamente. Mientras más viejo se ponga más lindo sale”, dijo el humilde trabajador quien adjudica a Dios el éxito y persistencia del “Chicharrón Pacheco” en el mercado.
Apolinar Cruz lleva varios años a cargo de las freidoras que simulan una estufa enorme con diez calderos de una medida aproximada de 18 x 24, que operan a una temperatura de cerca de 450 grados.
Según explicó, una vez se “sancocha” el cuero en esta primera cita con la manteca, se deja reposar en una gigantesca olla de metal. Luego se colocan en dos cajas de metal donde se dejan para que ablande. “Este reposo debe durar 24 horas o un poco más para que salga bien. Luego lo volvemos a tirar a freír en la misma manteca del chicharrón. El chicharrón te va dando manteca. Y esa misma manteca es que uso para freír”, detalló.
Por regulación del Departamento de Agricultura Federal todo lo que se utilice para disponer del cuero, los calderos, la pala que sirve de cucharón, las ollas y las cajas deben ser de metal para garantizar la pureza del producto.
Luego de este proceso lo que queda es empacarlo por libras, bolsitas de tres onzas o según el cliente lo haya pre-ordenado. El empaque también se realiza allí. “No hay maquinarias, por lo tanto todo se realiza a mano”, dijo el propietario mientras elogiaba la dedicación de sus empleados asegurando que “ya somos como una familia”.
Como toda industria, ha tenido sus altas y bajas, principalmente, con los azotes del huracán María, la pandemia y, más reciente, Fiona.
“Cuando vi que se estaba cayendo esto empecé a hacer las bolsitas pequeñas de tres onzas y eso fue un palo. Esa es la más que vendo. Yo hice primero un paquete grande como de 12 onzas y se me cayó, decidí quedarme con esas. De esas bolsitas se tiran como 300 bolsas de 3 onzas cada semana”, manifestó don Arturo.
La aceptación del público fue tan buena que tuvo que recurrir a una firma distribuidora para llevar el innovador producto a comercios a través de toda la Isla. Actualmente, suple a una veintena de vendedores ambulantes que aun ejercen este oficio en Bayamón y pueblos vecinos; al igual que a personas particulares y turistas que llegan en busca del suculento chicharrón. “Diariamente yo vendo en la puerta de 40 a 60 libras que se venden a gente particular. Aquí vienen de todos lados; hasta coreanos. ¿Cómo llegan? No sé. Pero sé que dan vueltas por Bayamón hasta que llegan a Pacheco. Turistas vienen muchos”, destacó el dueño.
La planta de Pacheco está disponible al público de lunes a sábados en horario de 7:00 a.m. a 5:00 p.m.