Un pintoresco negocio llama la atención en el barrio Las Palmas, en Utuado. La frase “Dulces de coco” se lee a simple vista y la tentación se asoma de inmediato. Es la Casita de Doña Flor, de Flor González, una octogenaria que desde muy joven aprendió la receta creada hace siete décadas y que ha procurado mantener viva en la familia.

Cerca de 150 dulces de coco con sus variaciones de sabor son preparados diariamente en la “casa” de esta utuadeña. Y, aunque una inesperada enfermedad la retiró de la faena, siempre que puede se da la vuelta por el negocio que hoy día operan su hija, Madeline Montero, y su nieto Jonathan Rivera.

La Casita de Dona Flor ya reúne tres generaciones del negocio que comenzó doña Flor González y continúan su hija Madeline Montero y su hijo Jonathan Rivera. Les acmpaña Angélica Bergollo.
La Casita de Dona Flor ya reúne tres generaciones del negocio que comenzó doña Flor González y continúan su hija Madeline Montero y su hijo Jonathan Rivera. Les acmpaña Angélica Bergollo. (WANDA LIZ VEGA)

El ingrediente principal es el coco y el proceso de elaboración es todo un arte.

“Se abre el coco con el hacha, se saca con un cuchillo, se limpia con agua y se muele en una máquina. Se echa a la olla y ahí es que inicia el proceso de preparación. Se le incluyen todos los sabores y los ingredientes de la receta familiar. Una vez todo está en la olla, entonces es cuestión de mantenerse moviéndolo. Se tira en la plancha, se une, se seca y se pica. Los corto todos a ojo y ya quedan del mismo tamaño”, explicó Montero, quien lleva cerca de 26 años al frente del negocio familiar.

En sus inicios, y por muchos años, en la Casita de Doña Flor se vendía solo el dulce de coco. Sin embargo, con el tiempo se han integrado muchas variaciones de la receta.

“Una vez fuimos a la tienda de helados de Lares y cuando vi todos esos sabores pensé: ‘eso mismo puedo hacer yo’; y empecé a hacerlos y a probarlos. A la gente les gustó, así que he seguido inventando con otras frutas. La gente a veces me trae frutas como el mamey, que lo hice antier y se vendieron todos”, dijo la empresaria, de 59 años.

En el inventario de sabores que se integran a la receta original del dulce de coco figuran piña, guayaba, café, oreo, calabaza, Nutella, pistacho, jengibre, canela, M&M, zanahorias, pasas, batata, mandarina y mangó, entre otros. “Aparte del original, que es el sabor de tradición de años, tenemos 42 sabores más”, destacó Montero.

“Mayormente el original, que es confeccionado con coco solo, es el más que se vende, pero piden mucho el que viene con piña, jengibre, cúrcuma y azúcar morena”, dijo por su parte Rivera, quien se apresta a convertirse en la cuarta generación de administradores del icónico quiosco.

A juicio de este artesano del sabor, los dulces más sabrosos son los de guayaba y el original.

“Todos quedan buenos, pero para mí los mejores de sabor son esos”, dijo el joven tras destacar que se toman entre una hora a una hora y media en completar el proceso de cocción del preciado manjar, cuyo precio es de $1.50 el pedazo.

Ante el azote de la pandemia y la emigración de muchos puertorriqueños, el negocio familiar evolucionó a las redes sociales y, para sorpresa de Rivera, la idea los subió a otro nivel. “Comenzamos a hacer envíos a otros lugares. Se envían a cualquier parte del mundo. Se han enviado para España, Japón, Alemania, donde hay bases militares que hay boricuas; y a otras partes de Estados Unidos donde hay boricuas. Después de la pandemia muchos puertorriqueños que se fueron nos llaman o nos escriben y nos encargan. A veces hasta 40 pedazos de dulces nos mandan a pedir”, manifestó.

La Casita de Doña Flor está disponible al público de martes a domingo de 9:00 a.m. a 4:00 p.m. Para órdenes, puede llamar a los siguientes números: 787-323-9093 / 939-289-3675.