Marcos Carrazana siente el orgullo de amar las telas, como su padre
El reconocido diseñador de moda recuerda junto a su papá y su hijo cuándo despertó su vocación.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Su conocimiento en diseño de moda lo logró con estudios en Miami y París, pero fue de su padre de quien derivó uno de los mayores aprendizajes que adquirió desde infancia: ser comprometido con lo que verdaderamente te apasiona a nivel profesional.
El destacado diseñador de moda puertorriqueño Marcos Carrazana creció entre telas en la tienda que estableció don Manuel en Arecibo en 1983. Pero a pesar de envolverse en el negocio familiar mientras crecía, la idea de convertirse en doctor era la que prevalecía en su mente.
Como parte de su meta, se fue a estudiar a la Universidad de Miami, donde completó su bachillerato en química.
“Iba a seguir en la medicina, pero con las electivas, viendo otras alternativas y cursos de otras universidades, vi que se podía estudiar fashion design profesionalmente”, repasó a Primera Hora desde el atelier en el segundo nivel de su tienda Aurora Boutique en Arecibo, donde con su equipo de trabajo ha creado piezas y colecciones de alta costura que ha presentado en la Isla y Estados Unidos, entre otros destinos.
“Era una carrera relativamente nueva aquí en Puerto Rico en los noventa. Aquí todavía no había esa seriedad en lo que era el diseño de modas, y ahí es que hago el switch”.
Su decisión provocó la sorpresa de sus padres.
“En mi casa fue una novela”, afirmó entre risas. “Imagínate, de medicina a fashion design. Llevas desde chiquito diciendo ‘voy a ser doctor’, ‘voy a estudiar medicina’, y de momento cambias radicalmente lo que es la carrera. Son muchos riesgos que uno toma. Es un negocio que era relativamente nuevo, inestable. Pienso que todo eso les preocupó. Hoy día que soy padre, me preocupan también estas cosas que a lo mejor cuando uno es joven no las ve”.
Pero las palabras de don Manuel le dieron la confianza de que se encaminaba por una decisión correcta.
“Mi padre fue el que me dijo ‘estudia lo que te haga feliz hacer todos los días’, porque él siempre ha dicho que es feliz haciendo lo que él hace, y me decía ‘no hay nada más triste que uno levantarse a trabajar en lo que no le gusta’”.
Comenzó sus estudios en el International Fine Arts College en Miami, y tras y graduarse en 1996, “acabo en (el programa de diseño de alta costura de) Parsons School of Design en París, en un programa piloto que tenía Nueva York en París”, dijo el empresario, quien tras diez años con un local en la ciudad neoyorquina, decidió regresar a Puerto Rico y junto con su esposa, Sandra González, establecer la primera de sus tiendas en su pueblo natal en 2006. El diseñador de moda también tiene boutique en San Juan.
De su padre aprendió la lealtad a la clientela, a complacerla y a entender que la inversión de horas diarias es parte de la clave para el éxito.
El vínculo familiar lo llevó a escoger un local al lado de la tienda de don Manuel, quien a sus 81 años insiste en que no abandona una vocación que se lleva en la sangre.
“Yo empecé con mi padre en Cuba, en un pueblo pequeño en oriente que se llama Jiguaní, cerca de Bayamo”, recordó con nostalgia. “Iba a la escuela, pero no daba mucho. Mi padre me puso a trabajar en el negocio y me ayudó y me vino muy bien porque me ha gustado siempre la costura, lo que son los textiles”, dijo.
“Llegué a Puerto Rico y empecé vendiendo en la calle. Luego decidí poner una tienda de telas”, añadió el también propietario de otro establecimiento en Isabela. Los recuerdos asoman a la memoria de Marcos.
“Cuando papi abrió la tienda, recuerdo que yo tenía 10 años, mi hermana tenía 9 años y mi hermano 7. Éramos los que ayudábamos a papi los fines de semana. Mi abuelo estaba en el negocio también”, compartió. “No era fácil. Llegaban las telas en rollos, había que sacarlas de los rollos. Había que envolverlas en tambores. Pero hoy día digo que fue un entrenamiento para lo que hago”, expresó orgulloso el diseñador, a quien el año pasado se le unió su único hijo, Rocco, de 9 años, para ayudarlo en la creación de mascarillas.
“Vengo a ayudar a mi papá a poner las barbillas, a ponerle el color que corresponde a la mascarilla”, mencionó con cierta timidez el pequeño asistente, quien compartió que “aunque me gusta venir al taller”, desea convertirse en policía.
Para don Manuel, los logros de Marcos, quien a su taller ha añadido la confección de carteras, corbatas y bow ties, tienen un valor inmenso.
“Él está haciendo lo que yo le enseñé, lo que le gusta, y eso me hace sentir bien, gracias a Dios”.