Guayama. Venir de cuna humilde tras criarse en el campo es el mayor orgullo de la cantante Victoria Sanabria, quien desde los siete años de edad, y de la mano de su padre Leopoldo Sanabria, se adentró en el mundo de la música jíbara interpretando décimas en varios lugares de su pueblo natal, Guayama, que la ha visto crecer en la música.

“Soy una jíbara de corazón”, dice con simpatía la artista de 36 años y quien el 17 de noviembre presentará su concierto Trayectoria en el Centro de Bellas Artes de San Juan.

Victoria Sanabria, en compañía de su esposo Luis “Tito” Olivera y su hijo Vitito, de cuatro años, realizó una travesía con Primera Hora por varios lugares donde hizo sus pininos como trovadora. No pudo disimular ni la emoción ni la añoranza.

Con 28 años en la música, la vocalista que interpreta salsa y boleros reiteró que quiere servir de ejemplo para que las personas que vengan de una crianza humilde sepan que, cuando se tiene un sueño, se puede lograr con empeño.

“Quiero decirle a todos aquellos que están comenzando que se puede lograr lo que se propongan sin importar de dónde vengas porque puedes llegar a donde tú quieres llegar. Es importante que nunca se olvide de dónde saliste”, acotó con simpatía.


La intérprete visitó la escuela pública Francisco Navarro Rolón, donde siendo una niña tuvo su debut como cantante frente a sus compañeros de clase, quienes fueron el primer público que avaló su talento.

Como parte del recorrido, llegó hasta el negocio Terraza Díaz, en el barrio La Plena, donde de manera improvisada fue invitada a cantar junto a Danny Rivera en el especial de Navidad Una plena en Navidad para los años 90.

Otro lugar al que llegó fue al negocio Casablanca, en el barrio Pueblito del Carmen. Allí fue recibida por el propietario, don “Yole”, quien la describió como “humilde y talentosa”.

Aunque está abandonado, no dejó de pasar por el lugar Ranchos Guayama, donde primero cantó como profesional junto a su padre.

El trayecto culminó en la casa de madera donde nació y creció la exponente musical, que se destaca por su improvisación al cantar. Allí la recibió su adorada madre, Nilda Colón, quien aún reside en el lugar, con arroz con gandules cocinado al fogón, carne frita y aguacate, y una limonada hecha en la casa.

Desde la residencia levantadada en columnas de madera, la artista confesó recordar a su padre.