Rubén Blades tiró "masacote", aunque con un abrupto final
Blades hilvanó sus canciones con historias de los temas y agradecimientos, incluyendo a gigantes boricuas como Maelo, Cortijo, Tite Curet, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Lo que Rubén Blades presentó anoche en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot fue en espectáculo fenomenal. Se trató de un concierto magistral en el que demostró los quilates de su voz, que a sus 71 años está como si el tiempo no pasara por ella.
Como si fuera poco, para el concierto “50 años de música: 1969 - 2019” se hizo acompañar por un verdadero bandón, dirigido por su paisano Roberto Delgado. Fue una combinación que complació, y mucho, al público que llenó la principal arena del país a capacidad (poco después de culminado el show nos enteramos que fue certificado como un “sold out”).
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Para un cantautor tan prolífico, conmemorar 50 años de trayectoria no debe ser cosa fácil a la hora de seleccionar un repertorio y Blades presentó uno que cubrió todas sus etapas, desde sus inicios al momento actual, cuando se inclina hacia otros ritmos como el jazz o el swing.
Lo interesante de la velada fue que, a medida que transcurría el recital, las interpretaciones, tanto de él como de la banda, se ponían más y más buenas.
Par de minutos antes de las 6:00 p.m., dio inicio al show con “Plástico”, que nos asustó por un problema en el sonido superado rápidamente. De ahí en adelante lo que tiró fue lo que en el argot de la salsa se conoce como “masacote”.
Quizás no presentó algunos de los temas que muchos hubieran deseado escuchar, como “El padre Antonio” o “Patria”, pero sí seleccionó canciones que no suele incluir en su repertorio y, en ese sentido, ofreció un show refrescante. “La mora”, “Lo pasado no perdona”, “Dime”, “María Lionza” o “Puedo vivir del amor” fueron algunos de esos números.
Entre canción y canción, Blades mantuvo interacciones con la audiencia en las que ofrecía detalles de las canciones, unos desconocidos, otros históricos, de vez en cuando jocosos y en otros para aclaraciones. Así fue hilando el relato de su relación con Puerto Rico a través de nuestros músicos: Rafael Cortijo e Ismael Rivera, Cheo Feliciano, Tite Curet, Willie Colón, Tito Gómez, Héctor Lavoe…
El formato fue simple: cantante y orquesta sobre una tarima adornada solo por un colorido sistema de luces y una enorme pantalla en la que se proyectaban imágenes de los discos y el año de los temas que se aprestaba a cantar; de la imaginaria república de Hispania, que da vida a muchas de las historias de sus canciones; de los artistas a los que rindió homenaje (como Ray Barreto, Maelo y Cortijo, Tommy Muñiz, Lavoe, Cheo, Celia Cruz, entre otros, en “Todos vuelven”); o las divertidas caricaturas de “Ligia Elena”, “Decisiones” o “Pedro Navaja”.
La velada contó con momentos destacables, como el solo del maestro Luis “Perico” Ortiz, a quien lo unen varias décadas de amistad, en “Paula C”; o el otro solo de trompetas, esta vez del músico de la orquesta, Wichie López en “Ligia Elena”. Igualmente, el solo de timbal del boricua Carlos Pérez en “Todos vuelven”, que fue muy del agrado del público. O la interpretación de “Amor y control”, que la gente coreó de arriba a abajo y resultó largamente ovacionada.
Otro gran momento lo ofreció la banda dirigida por Delgado en “Arayue”. Qué clase de banda. Bien afincá en todos los departamentos, pero la sección de vientos es bien pesada.
“El cantante”, “Maestra vida”, “Pablo Pueblo” estuvieron entre las más coreadas. Y “Creo en ti”, más que disfrutarla el público, fue el propio Rubén quien más se la gozó.
Blades tenía previsto cantar unas 33 canciones, pero no le fue posible. Luego de cantar “Puedo vivir del amor” alguien fuera del escenario le dijo algo y él se apresuró al centro de la tarima para decir “pues vamos a cantar ‘Pedro Navaja’”. La sola mención del título causó conmoción en la muchedumbre, que lo acompañó de rabo a cabo.
“El cantante” y “Maestra vida” habían sido el falso final del concierto y Rubén ya había regresado para cantar más. Pero tras la canción del matón de esquina, el público estaba ansioso de más. El tiempo del Coliseo se había acabado. Lo que había sido hasta el momento un tremendo espectáculo terminaba abruptamente.
Pero antes de irse sin más ni más, Rubén emplazó al público: “Yo quiero que ustedes canten conmigo”. De ese modo acabó la celebración de sus 50 años de música: cantando con más de 15 mil almas, a capella, “Adán García”.